Hay personas que viven atormentadas por el concepto que otros tienen de ellas. Viven el drama interno de los dimes y diretes que otros han dicho o han podido decir, y así experimentan el presente bajo la mancha del otro, y no desde la claridad de sí mismos.
¿Cómo actuar entonces? Es muy simple: el ser real y auténtico, la esencia de lo más profundo del corazón humano, está siempre lleno de luz. Es la luz con la que fuimos creados, una luz que nada ni nadie, ni siquiera el mismo Dios, jamás opacará. Estamos hablando en términos de ‘la imagen divina’ en la que fuimos creados.
Por tanto, conectarse con ella, actuar desde ella, llena nuestro espacio vital de una paz y una esperanza que nos ayuda a relativizar todo lo demás. ¿Quién no ha sido víctima de chismes y habladurías? Pero la solución no está en quedarse obsesivamente anclados en esos conceptos negativos que otros han vertido acerca de nosotros mismos y de nuestra valía.
Por el contrario, la solución estriba en ganar espacios para la libertad. ¿Qué hubieran hecho, si no, personas como Jesús de Nazaret, José de Calasanz, Gandhi, Teresa de Calcuta, Nelson Mandela, y un sinfín de personas que han aportado un plus enorme de calidad humana al mundo? Sin ninguna duda, si se hubieran dejado intimidar por el concepto ajeno acerca de sus personas y proyectos, a este mundo le faltaría un poco del sabor de la sal que ellos fueron, un poco de la luz que ellos llevaban dentro.
Crecer hacia dentro, para luego crecer desde dentro, es el arte de conectarse con lo mejor de nosotros mismos, fomentando no solamente el consciente que nos dicta lo que somos, sino sobre todo haciendo florecer el supra-consciente, que es el nivel de componente humano que nos dicta lo que podemos ser, la ruta más noble de nuestra vida, la que muchos dejan de transitar por dos razones: por pura ignorancia de la misma, o por miedo a transitarla, pues podría complicarles la vida.
¡Qué bueno si hacemos un examen acerca de nuestras fijaciones negativas creadas al asumir el concepto limitado y distorsionado que otros tienen acerca de nuestras motivaciones y acciones! Haciendo este ejercicio desarrollaremos un mayor grado de asertividad que nos lanzará hacia arriba, buscando desde dentro las mayores cotas de excelencia vital.
“La piedra filosofal para transformar nuestras vidas en el oro del Resucitado está dentro de nosotros. Hay personas que ya la han descubierto. Y ésta es la prueba de que la descubrieron:
– Son personas corrientes y normales que se empeñan en vivir la “universalidad”.
– Personas que generan vida, esperanza, ganas de vivir.
– Personas entusiasmadas, que no es lo mismo que “fanáticas”.
– Personas que se han perdonado a sí mismas porque el Resucitado les perdonó antes. Por eso perdonan siempre.
– Personas que saben escuchar, que ‘pierden’ el tiempo con los otros pues saben que la relación vale más que la acción.
– Personas que mientras crecen en amistad con Dios, se van liberando del miedo, principal enemigo del amor. Cristo Resucitado nos dice: “No tengáis miedo, soy yo”.
– Personas que crean comunidad, no atrayendo a los demás hacia su persona o su proyecto sino hacia el Resucitado y su causa.
– Personas que no se escandalizan ni critican. No necesitan demostrar nada para que los demás les valoren. Se sienten amados por Dios y por ciertas personas significativas.
– Ponen su afán en el amor desinteresado e incondicional.”