Hay personas que se montan fácilmente un guion desde la ignorancia y, a veces, desde la mentira. Intentan vivirlo como si fuera verdad, pero la vida misma les va demostrando que esa ficción de nada sirve. El guion preestablecido sirve para las películas, pero la vida no tiene otro guion más que el del día a día, vivido en momentos consecutivamente ‘presentes’.
Por eso Jesús de Nazaret dice que a cada día le basta su afán, que basta con vivir un día a la vez, sin tratar de apoderarse de lo que será mañana, ni de tergiversar lo que fue ayer. La verdad y sólo la verdad, nos hace libres.
Intentar ser ‘reales’, de carne y hueso, aunque a veces perdamos el control emocional, es más bellamente humano que el querer guardar las formas y obligar a otros a callar, cuando en realidad son víctimas de guiones preestablecidos.
Por eso atreverse a ser lo que uno realmente es, a ser ‘real’, lleva en sí mismo un componente de liberación no solamente personal, sino social. Lo que soy afecta a quienes me rodean, para bien o para mal.
Los componentes de ese ser ‘real’ son: la sinceridad, la transparencia, la sencillez, la espontaneidad, la verdad. Sin ellos el amor se convierte en ideología desencarnada, o en verborrea aprendida que cansa a quien la escucha y engaña a quien la proclama.
Todos de alguna manera ‘nos montamos la película’ de algún modo. ¿Qué películas me he montado y cómo puedo bajarme de ese guion que tanto daño me hace a mí y a quienes me rodean? Responder a estas preguntas requiere un grado enorme de valentía y humildad. Pero solamente desde ahí puedo ayudar a que la libertad de ser yo mismo, mi ‘yo real’, vaya poco a poco amaneciendo como un regalo de Dios para el mundo.
No somos actores pasivos al servicio de un guión preestablecido, sino artistas que, basados en las vivencias cotidianas, ayudamos a Dios a hacer de nosotros esa obra de arte que ya somos pero que no será perfecta sin nuestra colaboración. ¡Todo es gracia, sí, también la ayuda que yo brindo a la misma gracia!
“¿Quiénes son mis enemigos?
No, no son soldados con metralletas,
Ni terroristas con explosivos de alto calibre.
Los auténticos enemigos
Los llevo dentro.
Son mis prejuicios heredados
Que me hacen ver
El rostro de mi hermano borrosamente;
Son mis miedos que me hacen vivir a la defensiva;
Son mis impertinencias infantiles
Que me hacen patalear
Cuando no consigo mis deseos inmediatos;
Son mis fobias a todo lo que desestabiliza
Mis seguridades.
Mis auténticos enemigos son
Mis tapaderas ocultando la verdad y la belleza.
La raíz de todo ello es mi “incompetencia original”
Para disfrutar del amor recibido,
Para crecer compartiéndolo.
¡Señor, Hijo de David, ten compasión de mí!”