DÍA 42 – Fernando Negro

Para que todo lo que venimos diciendo se dé en la vida de una persona, ésta deberá ir cimentando bien su personalidad sobre valores que le construyan y le guíen en la dirección del sentido de la vida. La persona que no ha descubierto desde sí misma el ‘para qué’ está aquí y el ‘hacia dónde’ encamina sus pasos existenciales, será como un barco a la deriva de sus emociones y le resultará difícil, por no decir imposible, armonizar los tres ámbitos esenciales de su raciocinio, emocionalidad y voluntad.

Quien ha encontrado la razón de vivir, ha encontrado a su vez la causa por la que se es capaz de morir. Ha encontrado la pasión que le hará vivir hasta los más pequeños detalles de la vida, dirigidos hacia esa dirección existencial.

Entonces, ¿por qué la inmensa mayoría de la gente vive sin dirección y sin pasión por lo que hace? La respuesta es simple: porque no han buscado; y, lo que es más triste, porque les da miedo meterse dentro de sí mismos. Temen conocerse a sí mismos, pues consideran que lo que van a encontrar es basura, y un mundo desarticulado que les complicaría la vida.

La verdad es bien diferente, pues ahí adentro, a pesar de la desarticulación y de la basura acumulada por una vida no reflexionada e integrada, hay un océano de bondad, de belleza y de verdad que está esperándonos. Muchos tratan de reprimirlo con autoengaños y conductas que enmascaran sus complejos de culpa, de superioridad, de incapacidad, de superman,  etc. y así deciden vivir día a día en la mediocridad y el anonimato, aunque lleven dentro de sí mismos un héroe, un santo, un artista, una estrella, o cielo que nunca brillará.

El enemigo número uno de nuestro crecimiento, ya lo hemos dicho de una u otra forma, somos nosotros mismos cuando tenemos miedo a aceptar la corrección que nos dicta nuestra propia conciencia, o cuando nos viene de los demás. Nos falta humildad para entender que no se trata de ser perfectos, sino de crecer gradualmente, paso a paso, día tras día.

Interferimos nuestro crecimiento así mismo cuando tenemos miedo a lo que de verdad somos –una obra de arte salida de la mano del Artista Supremo- y a lo que podemos ser si de verdad nos conectamos con nuestro océano interior. En el fondo, no somos mejores porque nos falta asumir la responsabilidad de nosotros mismos y dejamos que las circunstancias, los otros, nuestra emocionalidad, los miedos, complejos, etc.  tomen el volante del coche de nuestras vidas.

“Lo contrario del miedo es el amor. Si poco a poco nos vamos liberando del temor, entonces emergerá de dentro de nosotros la capacidad infinita que Dios nos ha dado para amar y ser amados. El Evangelio está lleno de frases como éstas: “No tengáis miedo…, no os aflijáis…, no os preocupéis…” Pero si lo que hacemos con el Evangelio es teorizarlo y llevarlo a nivel de pensamiento, entonces, el miedo es nuestro ídolo, y hacemos un Dios a imagen del ídolo del miedo. Así, el Dios en que acabamos creyendo, se llama temor y castigo.”