No basta con la consciencia social. Hay que dar un paso más: el del manejo de las relaciones personales. Este manejo es sobre cómo usar nuestra consciencia de las emociones y pensamientos del otro en aras a crear unas relaciones sanas que ayuden a todos a integrarse más y más, sin nunca perder la identidad personal, es decir, sin caer en el gregarismo.
Hay dos polos negativos en los que podemos caer con cierta facilidad cuando no somos capaces de gestionar bien nuestras relaciones: el gregarismo y el legalismo. El gregarismo es la tendencia a quedar absorbido por la masa, mientras poco a poco desaparece la identidad original. En el gregarismo el liderazgo lo lleva el grupo amorfo que, tarde o temprano, tiene como meta la mediocridad dictada por los menos cualificados. El legalismo se impone por medio de la ley que busca la uniformidad a costa de vender la propia identidad al perfeccionismo en un corazón de piedra.
Las personas que saben gestionar apropiadamente las relaciones sociales sacan de dentro de sí mismas una autoridad carismática que no se impone ni apabulla, sino que propone y libera. Y a ese liderazgo todos se acogen como los polluelos debajo de las alas de la madre águila.
En medio de los conflictos, la persona que sabe manejar bien las relaciones personales, gestiona bien los asaltos de ansiedad que puedan visitarle, consciente de que el autodominio acarrea una gran dosis de sentido común y de buen hacer que crean el bienestar ambiental.
Por el contrario, la persona que no gestiona bien la interrelación y que carece de capacidad empática, se deja llevar por los impulsos de la ansiedad causada por el estrés, y desata conexiones personales afectadas por la disfuncionalidad. Esta disfuncionalidad puede darse de diferentes formas: la sospecha sistemática, el complejo de persecución, la falta de confianza, etc.
Mientras que las personas bien capacitadas para la gestión de relaciones humanas crean unidad y desarrollan motivaciones de liderazgo y autonomía en los demás, aquellos que son disfuncionales en sus relaciones se fijan en lo negativo, condenan y son incapaces de aceptar con paz las críticas de los demás. Este tipo de personas no responden creativamente, sino que reaccionan a la defensiva, generalmente contraatacando.
Tratar de ver con honestidad dónde estamos cada uno de nosotros en este punto, aceptar nuestras debilidades, asumirlas e integrarlas, es el punto de partida para nuestro crecimiento al servicio de quienes entran en contacto con nosotros.
“Ayúdame, mi Dios,
A amarlo todo,
A amar a todos.
Y cuando la realidad
Aparezca fea,
Limpia el ojo de mi corazón
Para apreciar la belleza interior
En cada persona
Y en cada circunstancia.
Que nada en el mundo
Me quite la paz
Ni la serenidad de tu presencia.
El camino puede aparecer
Solitario e interminable…
¡Acompáñame, Buen Dios,
Y camina dentro
De mis mocasines!
Entonces mi viaje
Me hará tan divino como Tú
Y tan humano como debo ser.”