DÍA 37 – Fernando Negro

Hay momentos en la vida en los que nos llega la duda no solamente acerca de nuestra valía personal, sino acerca del camino emprendido. Es entonces cuando miles de preguntas nos asaltan y nos vemos en una crisis. Crisis es un elemento vital al que no deberíamos tener miedo. Toda crisis se da en momentos en los que somos invitados a dejar ciertas seguridades del pasado para embarcarnos en algo nuevo, en una respuesta a una voz que nace de dentro y no nos deja tranquilos, ni nos dejará, a no ser que respondamos a ella.

Para los chinos la palabra crisis tiene un doble significado: peligro y oportunidad. Peligro, pues si no la gestionamos bien puede que acabemos rotos o perdidos en la maraña de la vida. Oportunidad, porque si la gestionamos adecuadamente, escuchando la voz interior, conectándonos con la verdadera dirección de nuestra vida, saldremos no solamente airosos, sino crecidos, madurados y fortalecidos.

Dudar es de sabios; poner en cuestión lo que hasta la fecha nos parecía obvio, es necesario; sólo así avanzaremos seguros por la senda que únicamente nosotros podemos transitar. El poeta León Felipe (1884-1968) lo expresa bellamente en este poema:

“Nadie fue ayer,

ni va hoy,

ni irá mañana

hacia Dios

por este mismo camino

que yo voy.

Para cada hombre guarda

un rayo nuevo de luz el sol…

y un camino virgen

Dios.”

Es importante que aprendamos a despejar paulatinamente la niebla acerca de lo que queremos y deseamos ser y hacer, para liberarnos de todo aquello que de manera consciente o inconsciente dirige nuestra vida por derroteros de los cuales no acabamos de tomar control ni autonomía.

Para esta tarea tan importante necesitamos tomar riesgos, hemos de confiarnos a la voz que nos dicta lo que de verdad somos y hemos de conectarnos a su vez con la voz divina que nos define no solamente por lo que hemos sido sino, sobre todo, por lo que estamos llamados y podemos ser.

¿Soy yo quien va tomando poco a poco control de la dirección de mi vida, o dejo que las circunstancias o la sumisión a personas o a voces negativas que me destruyen sean mis guías? Dependiendo de nuestra respuesta a estas preguntas, podríamos comenzar a pensar de forma diferente, recargando la batería de nuestra autoestima, y decir de una vez: ‘¡Éste soy yo, y en adelante voy a tomar las riendas de mi vida con autonomía, confiado en que Dios tiene un plan único para mí, que ningún otro puede cumplir en mi lugar! ¡Nada ni nadie podrá interrumpirlo!’

“Compro y vendo sueños para un mundo mejor. En el mercado de la vida disfruto mirando al futuro sin olvidarme del presente. Pero me gusta siempre apretar el detonador de esos sueños que me transportan a una nueva dimensión.

Mis sueños, hechura humana, me revisten de divinidad, me divinizan, no me engañan. Son sueños basados en una hermosa realidad: la Resurrección de Aquel a quien amo con todo mi ser.

Cada mañana salgo con mi cesta repleta de sueños y los vendo a precio de trueque: cada sueño vale por otro sueño, por otra fantasía amasada en el amor creativo.

Todo sueño requiere compromiso. No basta con soñar los sueños; hay que vivirlos, hacerlos carne de la propia carne. Y cuando me comprometo enteramente con mis sueños, me siento realmente ‘humano’, en permanente ascensión hacia lo ‘divino’.

Vivimos una vez, y nuestra vida vale el precio de lo que nos atrevemos a soñar.”