DÍA 35 – Fernando Negro

La persistencia de la verdad[1] es esencial para la liberación interior. Una liberación que irremediablemente afectará positivamente nuestro ámbito exterior. Por eso, cuando sintamos que alguien se está metiendo en la zona sagrada de confort, tendremos que hacerle saber que hay un límite y que dentro de esa zona sólo se entra con los pies descalzos, pues es “tierra sagrada”[2].

Ser persistentes en la verdad requiere un entrenamiento y un dominio especiales, pues se trata de ser conscientes de la emocionalidad que muchas ocasiones nos llena de miedos, ansiedad y parálisis. Poco a poco, atreviéndonos a ser lo que de verdad somos, aprendemos a liberarnos del temor, y así contribuimos no solamente a defendernos, sino a construir con nuestros dones y regalos.

Hemos de aprender a pensar diferente acerca de la persona que tenemos delante y que creemos que es más fuerte o que nos puede hacer daño. De esa forma, a través de la persistencia de la verdad, le haremos entender que si viene a nosotros con las armas del desprecio, no tiene nada que hacer ya, pues no nos afectará.

Asimismo, además, desarrollaremos la táctica no violenta de hacer entender que ellos están equivocados, que se equivocan de persona, pues ya no somos los mismos que antes dejábamos palpitar de miedo nuestro corazón delante de ellos. Estamos cimentados en adelante sobre la roca del ser donde, en lo más profundo, brota el agua limpia y serena que erosiona toda violencia áspera que otros quisieran infligirnos.

Jesús de Nazaret nos invita a la libertad de los que encuentran la verdad, que es la que va más allá del fundamentalismo, que libera el corazón hasta hacerlo capaz de amar en un proceso  de permanente ensanchamiento donde el límite es precisamente la ausencia de límites.

Si esperamos de los demás que respeten esa zona sacra, también nosotros haremos lo mismo; no precisamente guiados de normas morales, pues el amor no es una “obligación moral”, sino impulsados por el deseo genuino de pasar haciendo el bien.[3]

Como vemos, vivir es un arte, pues nadie actúa de la misma manera. No somos robots creados para la uniformidad, sino personas libres de donde nace la bondad. Para eso nos diseñó Dios antes incluso de la formación de todo lo creado.[4]

[1] Gandhi usaba como método no violento para el cambio social en la India, el método de la “satya graha” o método de la “persistencia de la verdad”, que consistía en no redrar ante las amenazas ni los miedos, defendiendo no violentamente, pero persistentemente, lo que defiende la dignidad humana.

[2] Alusión al encuentro de Moisés con Iahveh alrededor de la zarza ardiendo. Dios le ordenó que entrase en ese reciento con los pies descalzos, pues era lugar sagrado. (Ex 3,5)

[3] Hech 10, 38

[4] Ef 2, 10

“Por todo el mundo huele a Mundo Nuevo. Por eso hemos de escuchar y hacer caso al grito de los jóvenes. Por lo menos que, escuchándoles, ellos nos enseñen a dudar. Aprender a dudar requiere una gran dosis de humildad y es el principio de la sabiduría en la que se sostendrá el Mundo Nuevo.

Lo nuevo se mide con lo nuevo. Por eso el Señor Jesús no tiene compasión con el viejo Nicodemo: ‘Nicodemo, tienes que nacer de nuevo’.

Nuestro Mundo en cuanto tal está sustentado sobre bases políticas y estructurales envejecidas: globalización al servicio de los más ricos, dictaduras al servicio del prestigio personalista y de la ambición, monarquías obsoletas…

¡Que los jóvenes tengan su palabra en el fórum de un futuro con esperanza! Los jóvenes no son solamente un proyecto de futuro, sino la garantía y el avance que Dios nos da del futuro que debe ser construido en el amor.”