El silencio por parte de quienes tienen una posición de autoridad hacia personas que quieren ser escuchadas, causa desasosiego y se convierte a lo largo del tiempo en una auténtica tortura psíquica que afecta la moral del agredido.
Por eso jamás deberíamos tomar actitudes de arrogancia y de poder por medio de las cuales podríamos ocultar el miedo a la verdad y a la fragilidad, a la vulnerabilidad y al riesgo de perder autoridad y prestigio.
Las personas más débiles e inseguras son en muchas ocasiones impositivas y autoritarias, precisamente porque se esconde dentro de ellas alguien inseguro y falto de un mapa interior que les lleve a la verdad razonadamente acertada.
Hay silencios que construyen relación; por ejemplo, el silencio de quien se regocija en la experiencia de estar junto al amigo; otro ejemplo de silencio constructivo es cuando uno deja que el otro se equivoque para aprender de la experiencia un principio nuevo de sabiduría, etc.
Pero hay silencios, sin embargo, que suenan a condena, a rechazo del otro, a no querer complicarse demasiado, a no querer ser transparente. Esta clase de silencios torturadores crean en las otras personas que reclaman la justicia de sentirse escuchadas y aceptadas una rabia contenida que a la larga es una auténtica bomba de relojería que y tarde o temprano estallará.
Por eso podemos preguntarnos acerca de nuestra experiencia al respecto: ¿soy causa de desasosiego por mis silencios sistemáticos cuando hay personas que piden de mí explicaciones por mi conducta injusta o poco convincente? ¿Vivo resentido hacia esas otras personas que se expresan con silencios que dañan mis derechos a saber, que dañan mi dignidad personal?
En el fondo todo silencio intencionado y sistemático se convierte en una auténtica mentira existencial que perpetúa la injusticia y victimiza a muchos inocentes, llegando a concebirlos como culpables y reos de castigo, cuando la realidad es totalmente diferente.
Por otro lado hay ciertos silencios que, gestionados desde el autoritarismo de quienes ostentan un cierto poder, crean cortocircuitos mentales que desvirtúan la verdad, pues en el fondo llenan de culpabilidad a las víctimas con presiones y amenazas simplemente por pensar diferente.
Nosotros hemos de comprometernos en ser abiertos, transparentes, buscadores de la verdad, aunque ésta sea a veces una píldora de tragar para nosotros mismos. Recordemos que todo proceso guiado por la sed de verdad nos llevará siempre por el camino de la libertad, que coincide siempre con el mismo camino de Dios.
“Me he bañado, Señor, en el río de tu amor. Me he atrevido a sumergirme en las aguas de tu misterio y me he convertido en una ‘nueva creación’. Has destruido mis resistencias a tu acción y, sellado por tu Espíritu, me has hecho tu hijo querido.
Y sé que todos mis miedos ya no tienen sentido; son solamente una sombra que se derrite bajo el Océano de tu amor. He vuelto mis ojos hacia el Este y, ya para siempre, avanzaré hacia el lugar donde Tú siempre amaneces… Un viaje sin retorno.”