Para encontrar la pasión que energiza nuestras vidas, debemos preguntarnos primero acerca de la dirección que vamos a tomar. En otras palabras, hemos de descubrir lo que la escuela de psiquiatría llamada “Logoterapia”, fundada por el Dr. Viktor Frankl, llama “El Sentido de la Vida”. El sentido de la vida es la dirección fundamental que decide cuál es mi opción fundamental de acuerdo al plan de Dios.
Hay quien dedica demasiado tiempo a las lamentaciones del pasado y se siente prisionero de los acontecimientos, sin posibilidad de mirar al futuro con esperanza. Muchos se olvidan de que su vida es mucho más que la suma de los acontecimientos pasados.[1]
Muchas depresiones y tristezas, a las que en el pasado se llamaba ‘melancolía’, no son más experiencias de falta de sentido y dirección[2]. Cuando una persona percibe que su vida está abocada al rumbo que las circunstancias externas le imponen, cuando no se trabaja de dentro afuera, siente el vacío existencial que le causa desidia, falta de interés, miedo, y encerramiento en sí mismo.
Pero cuando esa misma persona, en proceso ascendente de redención, sin importar la edad ni las circunstancias, se plantea y descubre su sentido fundamental, se desata en él un dinamismo creador que le hace pasar del ser mero espectador a ser el auténtico autor y actor de su vida. Jamás volverá a ser esclavo de un guión que otros le imponen, sino el guionista, autor y actor de su propio guión.
Haber encontrado el sentido de la vida, es decir, la propia identidad y la dirección de la existencia, es el secreto de una vida feliz, es la base para que todo tenga sentido y conexión desde lo que llamamos “principio esperanza”.
El principio esperanza consiste en estar siempre conectados con el yo real para, desde ahí, aun en medio de las oscuridades, las frustraciones y los obstáculos que siempre encontramos, caminar hacia nuestra meta, renovando en todo momento el ferviente deseo de caminar, aunque sea entre la niebla y el viento.
Por eso nos preguntamos hoy acerca de la dirección de la vida. ¿Adónde voy? ¿Cómo y por qué quiero vivir y seguir viviendo desde la bondad y la esperanza? ¿Cuál es el sueño que desde siempre he querido vivir desde mi ser real? Te propongo la lectura de este poema-canción que escribí a los 16 años, en el Colegio de Cristo Rey (Zaragoza):
[1] Robin Sharma, “El Monje que Vendió su Ferrari. Una Fábula Espiritual”, Harper Collins, Barcelona, 2014, P. 192
[2] Viktor Frankl llama a estos estados emocionales “depresión noética”
“La luna rielando en el mar
Un susurro en el aire
Y en el centro una barca
Que comienza a navegar
¿Adónde vas barquichuela, sin rumbo ni dirección?
¡Te sostiene la esperanza, te sostiene la ilusión!
¡Comienza tus velas a alzar!
¡Ondea tu blanca bandera!
¡Aprieta tus marchas forzadas!
¡Que se oiga tu dulce cantar!
¿Adónde vas barquichuela, sin rumbo ni dirección?
¡Te sostiene la esperanza, te sostiene la ilusión!
Nada teme al huracán
Sigue apacible y tranquila
Construyendo la esperanza
La fe, la ilusión y la paz.
¿Adónde vas barquichuela, sin rumbo ni dirección?
¡Te sostiene la esperanza, te sostiene la ilusión!
¿Adónde vas, barquichuela?
- Me sostiene la esperanza
¿Adónde vas, barquichuela?
- Me sostiene la ilusión
¿Adónde vas barquichuela?
- ¡Voy hacia Dios!”