Asentar nuestro crecimiento personal sobre las bases de convicciones profundas, requiere de nosotros dos cosas importantes: poner a trabajar nuestra voluntad en la dirección de las mismas y conectarnos con personas que viven los mismos valores y semejantes convicciones.
Somos débiles, enseguida nos llega el desánimo, y podemos claudicar fácilmente de la dirección vital que da sentido a nuestra vida. En momentos de oscuridad y de desánimo existencial es importante ser coherentes con aquello que un día se nos manifestó como luz y guía. Tarde o temprano volverá la luz a la mente, se calentará el motor del corazón y saldrá robustecido nuestro convencimiento.
Ser fieles a la luz del ayer, aun viviendo hoy en la oscuridad aparente, nos traerá un nuevo grado de madurez y afianzamiento existencial. Pero si tiramos la toalla, iremos de desánimo en desánimo, y correremos el peligro de caer en el cinismo por el que acabamos no creyendo en nada ni en nadie; ni siquiera en nosotros mismos.
Debemos además unirnos a otras personas, conectarnos con aquellos que viven valores parecidos a los nuestros, para compartir con ellos esperanzas, luchas, fracasos, deseos de superación, y así salir, una vez más, confirmados en la validez de un estilo de vida que hemos asumido y que nos lleva a la felicidad entendida como trabajo de dentro afuera.
No cansarnos nunca cuando nos veamos derrotados por los fracasos o por la falta de resultados evidentes. Caminamos entre la bruma y el viento, apenas divisando el horizonte vago del sentido vital. Nos guía la luz que ilumina nuestro ser profundo y que nos certifica y asegura que no nos equivocamos.
Es bueno que nos preguntemos hoy acerca de las luces ‘sabias’ que vamos recibiendo a lo largo de nuestra vida. ¿Somos capaces de hacer una lista de todas las cosas bellas, buenas y verdaderas que la vida nos ha enseñando? Podríamos hacer esa lista comenzando por este encabezamiento: “Esto es lo que la vida me ha enseñado, y esto es lo que guardo como un tesoro precioso del que nunca estoy dispuesto a desentenderme…”
Otro ejercicio que podemos hacer es éste: preguntémonos quiénes son esas personas concretas con quienes puedo ser yo mismo, personas o grupo de personas que son referencia de apoyo y que me ayudan a crecer en autonomía, libertad y verdad en el amor.
“Las semillas del Reino de los Cielos están plantadas aquí, en la Tierra. Son semillas cristianas pero no necesariamente cuidadas sólo por los seguidores explícitos del Señor Resucitado. Hombres como Gandhi supieron también cuidar bien del ‘jardín’ de las semillas del Reino aunque no hubieran confesado abiertamente al Señor del Jardín, al Resucitado. Pero su palabra y su vida confesaron, incluso con el martirio, que ‘no estaban lejos del Reino de los Cielos’.”