Si es importante escuchar la voz de nuestras auto-dudas para llegar a profundizar la realidad de lo que de verdad somos, más importante aún es la escucha de nuestras convicciones y certezas, es decir, de aquellas seguridades que poco a poco hemos ido construyendo no tanto a nivel intelectual, sino a nivel de experiencia.
La madurez no es un estado al que se llega por la mera reflexión o clarificación intelectual, sino sobre todo por la integración de las experiencias vitales que forman parte de la intrahistoria personal.
Una persona sin convicciones es un edificio construido sobre arena; tarde o temprano caerá por su propio peso, incapaz de sostenerse, incapaz de ser autónomo, incapaz de encontrar el sentido de su vida.
Las convicciones nos dan seguridad, ya que la experiencia de haber confiado en ellas nos lleva a nuevos horizontes de búsqueda, a nuevas certezas que, a su vez, nos llevan a nuevas preguntas, y así sucesivamente.
Toda persona necesita de una zona de confort dentro de la cual pueda sentir la autonomía y la libertad de ser ella misma. El problema es cuando esas zonas de confort se convierten en muros de defensa contra los demás, para consolidar nuestros fundamentalismos, o para atacar a quienes no piensan igual que nosotros. Contra toda esta problemática sólo hay una salida: la de ampliar nuestras zonas de confort, abriéndonos a otras miradas, otras culturas, otras posiciones, otras opiniones, etc
No se trata de absorber acríticamente todo, sino de ser capaces de contrastar lo que somos, lo que pensamos, lo que hacemos y lo que decimos, para ponerlo en perspectiva y así enriquecernos con la pluralidad, y contribuir a la misma con nuestra singularidad, a cambiar cuando haga falta, y a relativizar lo que, pareciéndome tan ‘fundamental’, finalmente descubro que es verdaderamente ‘relativo’.
Podemos preguntarnos acerca de:
- Cuáles son las tres prioridades esenciales de mi vida en estos momentos.
- Por qué valor estaría dispuesto a morir.
- Qué convicciones que antes tenía han cambiado en los últimos meses.
- Qué aspectos creo (si se da el caso) que los vivo de forma fundamentalista.
“¡Todos a por agua! El agua es la vida. Por eso, Señor, Tú elegiste el agua para simbolizar la fuerza de tu gracia dentro del alma. Todos vamos a por agua a la fuente o al pozo. Y es de ti, fuente de agua viva, de donde sacamos la fuerza para seguir creyendo, para seguir amando. Y tú llenas el alma con el agua de tu gracia. Y nos convertimos en pozos, en auténticos aljibes que ofrecen agua a otros. Y así nos hacemos solidarios y cómplices contigo. Así es la vida que de ti recibimos y que con todos compartimos. Amén.”