DÍA 21 – Fernando Negro

En nuestro proceso de crecimiento interior no es de extrañar que sintamos, de vez en cuando, lo que llamaremos “auto-dudas”. Las auto-dudas provienen de nuestra inseguridad, o de nuestra prudencia, cuando ponemos un interrogante a la validez de nuestras opciones o cuando otros las cuestionan.

No debemos extrañarnos. Por el contrario, hemos de ponernos alerta, ya que tarde o temprano tendremos que revisar la dirección de nuestra trayectoria vital a través de cuestionamientos que nacen de dentro de nosotros, de las circunstancias que nos rodean, e incluso de las actitudes que otras personas toman hacia nosotros.

Cuando las auto-dudas lleguen, deberemos enfrentarlas sin miedo. Así es como llegamos a convicciones sólidas sobre las que cimentamos nuestro futuro. Veamos qué puede suceder cuando tomamos la actitud de enfrentamiento valiente de estas auto-dudas, o cuando nuestra opción es la evasión compensatoria.

Cuando las enfrentamos, aprendemos:

  • A madurar, pues el cuestionamiento de la dirección vital que sostiene nuestra vida nos lleva a conectarnos con el ser auténtico y real, desenmascarado. Puede que nos sintamos muy vulnerables. Pero, curiosamente, nuestra fortaleza se construye sobre la conciencia de nuestra vulnerabilidad.
  • A ser más flexibles, ya que todo cuestionamiento nos invita a ponernos en relación con la vida y con los demás. Aprendemos que, sin necesidad de claudicar de nuestras ideas, otros tienen el derecho de pensar diferente. Siempre teniendo en cuenta que nadie tiene el derecho de traspasar la frontera invisible pero real de mi dignidad.
  • A enmendar lo que haga falta, pues el conocimiento propio me ayuda a practicar el arte de la humildad por el que aprendo que la obra de arte que soy yo, comenzada por Dios sin mi colaboración desde mi engendramiento, no llegará a su perfección más que con Él, ayudado de mi colaboración libre y decidida.
  • A confrontar asertivamente a quien nos acecha para amenazar o minar nuestro mundo personal de convicciones.

Cuando elegimos la vía de la evasión, en realidad estamos compensando, por el atajo de la evasión, nuestra falta de responsabilidad asertiva. Entonces ocurre que:

  • Nos evadimos de la responsabilidad que supone encontrar las raíces sólidas de nuestra vida. De esa forma perdemos capacidad de solidez personal y de credibilidad ante los demás.
  • Nos exponemos a la búsqueda de subterfugios, a manera de compensaciones y adicciones, que nos esclavizan. Hacemos depender nuestra seguridad de circunstancias externas a nosotros mismos.
  • Paralizamos nuestra capacidad de crecer en autoestima y en convicciones.
  • Nos ponemos a merced de las expectativas que otros tienen sobre nosotros. Vivimos para agradar a los demás, en lugar de buscar el ser fieles a lo que realmente somos y a lo que podemos ser.
  • Aumentan nuestras auto-dudas y vamos construyendo una personalidad insegura con un patrón de comportamiento dubitativo, incapaz de tomar decisiones transcendentales.

Podemos preguntarnos acerca de qué tipo de personalidad concreta vamos construyendo cuando aceptamos o evadimos confrontar las auto-dudas que de vez en cuando nos visitan.

“Dios es una Madre que disfruta viendo a sus hijos felices. Cada acontecimiento de mi vida es parte del juego de Dios conmigo, es un juego de amor.

‘Como un niño en las manos de su madre…’ Sí, así es el corazón y el rostro de Dios, como el de una Madre que abraza y acaricia a su hijo con ternura infinita.

¡Y que el mundo entero se desplome si quiere! El Señor está de nuestra parte, ¿quién estará contra nosotros? Estamos para siempre ‘condenados’ a la felicidad por el Dios que nos ama de una manera loca; Él ha venido a nuestra ribera y ha muerto de amor por nosotros. ¿Alguien da más por otro dios? ¡Imposible! Alegrémonos siempre en el Señor, sí, ¡alegrémonos!”