En esto consiste la plenitud de la vida: en alimentar un deseo. Los Padres del Desierto[1] decían que la experiencia religiosa era sobre todo vivir de un ‘santo deseo’. Por eso te propongo algo muy concreto y simple en este segundo día de este proceso de crecimiento: que trates de fijarte en el deseo fundamental que mueve tu vida en este momento y que lo identifiques. Como si fuera un objeto delante de ti, trata de responder a estas preguntas:
- ¿Qué es lo que realmente me motiva a seguir viviendo?
- ¿Qué es lo que realmente me hace feliz en plenitud?
- ¿Me dejo llevar por ese deseo que me apasiona, o lo dejo dormido y olvidado?
- ¿Cómo me siento cuando realmente me dirige el deseo fundamental que se identifica con mi ser real, sin máscaras ni tapujos?
El deseo es el combustible que alimenta tus sueños. Y si no hay sueños en tu vida, es que estás dormido. Una persona sin un sueño, sin ningún deseo, está muerta aunque vegetativamente parezca vivir.
El deseo fundamental de nuestra vida, el que nos apasiona, hace que vivamos todo, hasta las cosas sencillas, de manera distinta; nos libera de nuestros miedos y da sentido a lo que hacemos. Puedes acabar tu reflexión con este texto:
[1] Se trata de una generación de cristianos aparecida hacia el siglo IV d.C., que buscaban volver al sentido martirial de un cristianismo que por aquel entonces había perdido la pasión de los primeros tiempos cuando la Iglesia era perseguida. Para ello decidieron marchar al silencio y convertirse así en bandera que proclamaba el cambio del corazón para así cambiar todo lo demás en la sociedad y en la Iglesia.
“¿Cuál es mi nombre? En medio de las prisas y los ruidos quiero saber quién soy. No soy un juguete automático, soy mucho más que un número. Mi mente quiere encontrar el sentido de mi vida, mi corazón ansía el amor. ¿Quién soy? ¡Dímelo, hermano, dime quién soy yo! Yo sé que ‘tú eres tú’. Juntos buscaremos y encontraremos nuestro nombre en medio del caos de la ciudad impersonal. Pararemos los motores y saldremos de los autobuses y de los taxis… y chocaremos nuestras manos y, mirándonos a los ojos, celebraremos la vida.”