“No podemos transformar nuestras vidas a no ser que nos dejemos tocar por la gracia. Y eso no sucederá mientras estemos forzando la situación, y tampoco sucederá si, en nuestra autocomplacencia, pensamos que no la necesitamos. La gracia nos toca sobre todo cuando estamos profundamente apenados y nos sentimos ansiosos; nos toca cuando, año tras año, pareciera que el ideal de perfección no aparece, cuando la desesperación destruye nuestra alegría y entusiasmo. A veces, en esas situaciones, una luz irrumpe en nuestra oscuridad y escuchamos algo parecido a una voz que nos dice: ‘tú vales, eres amado… No trates de hacer nada ahora… no hace falta que hagas nada… Simplemente acepta el hecho de que de verdad eres aceptado y amado”. Eso es la experiencia de la gracia. Sentimos a veces el poder de decir ‘sí’ a nosotros mismos, y la paz entra dentro de nosotros y sentimos la plenitud, y desaparece la auto condena y la autodestrucción; nos sentimos reconectados nuevamente con nuestro verdadero ser.”[1]
Cuando nos decimos la verdad aparecemos vulnerables, muy vulnerables. Pero es entonces como aprendemos a ser fuertes; ya no vivimos desde las máscaras, sino desde la verdad. Esto puede resultar ser muy duro. El texto que encabeza la dinámica de hoy nos da las pistas de cómo podemos vivir seguros de que para valer no hay que hacer, sino ser.
La gracia, entendida como la fuerza de Dios que actúa en mí, es la que me ayuda a reconocer mi valía, incluso en momentos en que pareciera que no encuentro nada valioso dentro de mí. Es precisamente entonces cuando puedo escuchar el susurro de esa “gracia” (fuerza de Dios que actúa gratuitamente en mí) que me dice: ‘vales más que tus errores, mucho más que tus miserias. Eres precioso a mis ojos y te amo.[2]
Quien ha sentido alguna vez algo parecido, ya ha tenido una experiencia del cielo aquí en la tierra. Experiencias como ésas, aunque duren un segundo, pueden transformar para siempre el curso de una vida.
¿He sentido alguna vez algo parecido a lo que Paul Tillich expresa en su texto? ¿De qué forma ha afectado a mi manera de verme a mí mismo, de relacionarme con los demás y con Dios? ¿Soy tan voluntarista que no me permito tener experiencias de gracia? ¿Debería cambiar en algo mi actitud existencial?
[1] Paul Tillich (1886-1965) fue un teólogo y filósofo existencialista alemán-americano
[2] Is 43, 1-5
“Conforme vamos creciendo en la presencia de Dios nos vamos dando cuenta de que no sabemos dar dos pasos sin caer al suelo, cuando dejamos a mirar a Dios, nuestro Padre… Por eso debemos aprender a comportarnos como niños de dos años que sin guía caen una y otra vez. Hemos de aprender a desconfiar de nuestras solas fuerzas mientras invocamos el nombre de Dios para que venga a auxiliarnos.” (José de Calasanz)