Aprendemos a liberarnos de los sentimientos malignos de culpa y ansiedad por medio de la decisión de vivir en el aquí y ahora, concentrando nuestra atención no en lo negativo que nos obsesiona, sino en aquellos aspectos hermosos que nos habitan.
No se trata de engañarnos a base de vivir una ilusión, sino de desactivar el virus maléfico de la falta de amor por nosotros mismos. Cada vez que concentramos nuestra atención en nuestras limitaciones nos hacemos más limitados; si nos concentramos en la adicción que nos esclaviza, aún más la alimentamos; si ponemos la atención en nuestras heridas, las hacemos más sangrantes.
Si aprendemos a alimentar las cualidades que la naturaleza nos ha concedido, si de verdad aprendemos a cuidar del jardín interior que todos llevamos, se da en nosotros el milagro de la transformación. No es que evadamos la realidad de nuestras miserias, errores, limitaciones, etc. sino que, poco a poco, irán perdiendo su capacidad dañina que impide nuestro crecimiento.
En el fondo es poner en práctica la parábola que el Maestro nos enseñó: saber que existe la cizaña en el campo de la vida, pero no alimentarla.¨ Gradualmente irá perdiendo importancia y energía. La última palabra la tendrá el amor y la bondad.
No se trata de negar la verdad acerca de lo que soy, sino aceptarla para, desde mis miserias, ir creando gradualmente la persona que de verdad estoy llamado a ser. ¡Nunca definirnos con preconceptos que otros nos han inyectado! Soy yo el que dice a los demás quién soy verdaderamente.
Nunca hemos de aceptar que otros nos definan o nos pongan etiquetas, por muy “santas” o “malas” que sean. Tampoco deberíamos poner etiquetas ni definir a los demás. Toda idea preconcebida nos ofusca y ensombrece nuestra mirada. Por el contrario, cuando nos miramos a nosotros mismos con ojos puros, libres de prejuicios, descubrimos que somos esencialmente buenos, verdaderos y amorosos. Y desde ahí, desde el centro, se desata la verdad, la bondad y el amor, no como conceptos intelectualmente desconectados, sino como experiencia.
Es bueno preguntarse mirándose por dentro: ¿Qué observo primero? ¿La bondad? ¿Los fracasos, los errores, mis partes oscuras? ¿La cizaña o la espiga de trigo que va floreciendo y madurando? Es cuestión de perspectiva. Cambiando la perspectiva, cambiamos nuestra visión y descubrimos la auténtica misión para la que hemos sido puestos en esta tierra.
“Cuando Tú miras la obra maestra de la Creación, Dios, sonríes desde el cielo porque ‘todo está bien hecho’. Te complaces en cada molécula salida de tu mano (herramienta eficiente de tu corazón) porque refleja tu poder creativo.
Cuando contemplas desde arriba tanta belleza, infundes en nuestros labios (herramienta expresiva de nuestros corazones) un canto de alabanza y de gloria a tu nombre.
Y cuando ves que el ‘enemigo’ ha plantado cizaña que crece en forma de guerras fratricidas, venganzas, resentimientos, enemistad, intolerancia, fanatismo,… en lugar de arrepentirte de la obra bien hecha, Tú, Dios Bueno, armas de sabiduría y de fuerza nuestra vida para vencer al enemigo sin resistirlo, sino siguiendo plantando semillas de vida nueva: el perdón, la reconciliación, la amistad, el amor, la tolerancia, la verdad…”