DÍA TRECE – Fernando Negro

En la vida siempre se nos ofrecen dos caminos a seguir, como respuesta a esta pregunta esencial: ¿Tiene sentido mi vida en este preciso momento?

El primero nos invita a explorar caminos nuevos, a conocer personas que antes no conocíamos, a permitirnos experiencias nuevas, a sanar las heridas que llevamos dentro, a desarrollar una avalancha de vida que armonice nuestro ser dentro, a comenzar de nuevo a pesar de todos los pesares, a creer definitivamente en nuestra valía y en nuestra bondad, a decir adiós a la autodestrucción y la negatividad persistente…

El segundo camino nos lleva a la arrogancia que deja prisionera a la sencillez, a la victimización que nos hace permanentemente niños carentes de responsabilidad sobre nuestra vida, a la negación del sentido de la vida, al rechazo a perdonarnos, a no querer aprender la sabiduría nueva que nace de nuestro interior, a rechazar la convicción de que las cosas no tienen por qué repetirse si aquí y ahora decido que mi vida siga una dirección completamente nueva, marcada por el signo del amor…

En el fondo ambos caminos responden a dos actitudes que podemos tomar desde nuestra libertad: afirmar la vida o negarla. El punto de partida de esta convicción, compartida por la escuela existencialista de psiquiatría fundada por Viktor Frankl es éste: “podemos controlar el estado personal de nuestra mente.”

Preguntémonos: ¿Soy reactivo o proactivo en mis relaciones con las personas y los acontecimientos de cada día? ¿Domino mi grado de ansiedad, o me hago esclavo de la misma? ¿Creo armonía con mis palabras y acciones, o más bien soy causa de desasosiego? ¿Qué decisión concreta quiero tomar ahora mismo para crecer y ayudar a crecer a los demás?

“Tú eres el Creador de todo lo que existe y, por efecto de tu persistente gracia, haces que la sinfonía de tu Creación se convierta en Perfección Cósmica.

Miles de años hasta que las aguas esculpan sobre la roca los caprichos de las olas fluviales… Tu gracia, persistentemente acaricia mi corazón y así me enseña el arte de amar.

Vas creando en mí una personalidad nueva, un corazón que se hace capaz de irradiar la imagen divina que me habita. Y así tu belleza se expande y derrama la belleza por doquier.

Señor, continúa haciendo tu trabajo en mí, y en todas tus criaturas, Tú,  Artista Supremo del Universo.”