DÍA DIEZ – Fernando Negro

El fatalismo no es la causa, sino el efecto de nuestra actitud indolente. La indolencia es el arte de no actuar, o de actuar sin pasión por nada ni por nadie. Por medio de la indolencia decidimos que las circunstancias, las personas, los acontecimientos, etc. tomen las riendas de nuestra vida.

El fatalismo crea dentro de nosotros una mentalidad de cerebro plano, sumiso, discapacitado para la creatividad, frustrado y preparado para repetir hasta el infinito los errores del pasado, sin propósito de la enmienda. Una persona fatalista a lo más que aspira es a ser ‘espectador’ pasivo que ve pasar las oportunidades que le brinda la vida como signo de mala suerte.

Cuando por el contrario salimos del fatalismo, nos convertimos en actores, antenas abiertas a posibilidades siempre nuevas, catalizadores  que convierten lo negativo en algo bello y hermoso. Se desata de dentro de nosotros la creatividad y no permitimos que nadie nos reprima ni nos pisotee. Y todo eso lo hacemos desde la verdad de nosotros mismos; una verdad que nos hace libres; con una libertad que nos invita a amar.

Piensa si de verdad eres tú quien vive, o quizás son las circunstancias externas las que dominan tu destino. Tal vez vives sometido a una percepción negativa de ti mismo. Puede ser que  hayas dado demasiado poder a alguna persona que coarte la libertad de ser tú mismo.

Si después de observarte sobre éstos u otros aspectos, concluyes que efectivamente no llegas a actuar desde la autonomía de tu ser real, es hora de que despiertes y decidas caminar en un proyecto de vida nuevo que quizás suponga un ‘nuevo nacimiento’. Pero todo nacimiento conlleva dolores de parto…

“Quiero ser transparente como el agua del lago, reflejando la realidad circundante sobre su superficie apacible. Quiero ser tan diáfano, que a través de la calma y la paz de mi mirada se pueda ver la belleza que me habita; belleza hecha de algas, de piedras coloridas, de variedad fantástica de peces en mi seno… Quiero reflejar el cielo en la superficie de mi vida.

… ¿Sueño imposible?

Prefiero soñar lo imposible a permanecer dormido en el letargo de la muerte anticipada por mi desidia y mis miedos.”