Vosotros y vosotras, treinta y seis, los convocados/as en el Seminario Nacional con Jóvenes en Valladolid los días 1 y 23 de junio, vosotros/as, habéis sido los primeros jóvenes a los que he oído decir “He leído la Christus Vivit y me ha gustado mucho”. También habéis venido a un encuentro orgullosos de representar mucha vida de pastoral juvenil, y empoderados por una Exhortación que os convierte en protagonistas de la evangelización, y habéis hablado alto y claro.
No penséis que escuchar es un ejercicio fácil de hacer. A veces es más fácil hablar y hablar, o escribir (como ahora), sobre todo cuando se acumula juventud y se piensa que ya uno se ha hecho todas las preguntas y ha elaborado sus buenas respuestas. No, no ha sido fácil estar en silencio escuchando, simplemente escuchando.
Han sido cuatro grupos, cuatro diálogos de jóvenes aportando, sumando ideas… y las ganas de intervenir y entrar al debate han sido una tentación constante… pero la dinámica era escucharos. Ayudaros sí, con el espacio, un grupo de líderes metidos en la evangelización; ayudaros con los tiempos y las temáticas; ayudaros con la oportunidad de una Iglesia que, animada por la Christus Vivit, quiere haceros protagonistas de la Iglesia y de su misión de llevar a Jesús a los jóvenes y a la sociedad. Pero sobre todo, dejaros cancha para que podáis correr. Recordad que la Christus Vivit termina pidiéndoos paciencia para con los que no vamos tan rápidos como vosotros.
Han sido también cuatro líneas que asumía como propias: salir a anunciar a los que no conocen a Jesús (primer anuncio); generar cultura de acompañamiento; aprender a discernir; y generar procesos formativos. Y de las cuatro habéis hablado concretando a veces y soñando otras, a ratos urgiendo a la acción y a ratos entendiendo los tiempos de Dios, misteriosos pero seguros.
Habéis demostrado vuestra capacidad de ir a lo esencial y común, y de ser amables con la diferencia de tonos y sabores que cada persona aportaba en su vivencia de fe. Habéis usado el sentido común y práctico que no se entretiene filosofando, para captar nuevas oportunidades, pensar nuevos lenguajes, priorizar estrategias básicas, pedir formación y acompañamiento, autenticidad y valentía, profundidad espiritual y profesionalidad en la misión.
Y lo habéis dicho todo cantando, orando, soñando, escuchándoos. Me ha resonado una palabra más que ninguna otra, la palabra Cristo. Pero no era un recuerdo, ni una pieza de museo, ni un inspirador de valores. Era Él, vivo. Y me ha llenado el corazón la feliz seguridad de que su Espíritu, este que recibimos cada Pentecostés, os habita y os envía.