america@scolopi.net
Después de Panamá, nos queda un eco de aquellas palabras inolvidables del papa Francisco:
María, la influencer de Dios;
la juventud no es sala de espera;
la juventud no es un mientras tanto;
los jóvenes son el hoy;
mirar a los jóvenes con los ojos de Dios;
las cuatro raíces (familia, educación, comunidad, empleo);
el árbol siempre guarda una esperanza;
la vitoria está en no permanecer caído;
firme decisión de compartir con justicia los propios bienes;
no tener miedo de recibir la vida como viene y abrazarla como es;
un Dios cercano y cotidiano, amigo y hermano, nos pide aprender de cercanías, de cotidianeidad y, sobre todo, de fraternidad;
creer en la fuerza transformadora del amor de Dios;
las raíces llevadas y proyectadas hacia el futuro.
Después de Panamá, también nos queda responder a los retos planteados en el Calasantian Day:
La fuerza de la Palabra de Dios que nos hace ser hijos suyos;
la fuerza que Dios da a la obra de Calasanz desde hace 400 años;
abrir el corazón a Dios y dejar que nos cambie los planes;
el camino de María: decidir desde la fe, ser Madre, ser educadora de su Hijo, ser seguidora fiel de su Hijo, ser Madre de todos nosotros;
plantearte ¿qué hay en tu corazón?;
este mundo… ¡hay que cambiarlo!
Después de Panamá, nos queda claro que Panamá no es solamente el país del Canal o una ciudad de edificios modernos, sino una nación vasta en riqueza cultural con un rostro multiforme, así como lo testificaron los participantes de la jornada de los jóvenes indígenas, de la jornada de los jóvenes afrodescendientes y así como también pudimos percibirlo los miles de peregrinos que estuvimos en la pre jornada de Colón-Kuna Yala.
Después de Panamá hay nuevos lazos de amistad y de pertenencia que se originaron en la generosa acogida de peregrinos. La apertura de casas, familias y corazones no tuvo clausura.
Después de Panamá, a los panameños les quedó un deseo de que el regreso a la normalidad fuera un poco distinto… es decir, no regresar a lo mismo de siempre sino regresar a esa hermosa Panamá de relaciones personales cordiales y alegres, de seguridad en las calles, de participación en nuevos proyectos de Iglesia, todo desde la conciencia y admiración expresada en un festivo: ¡sí se pudo!
Después de Panamá queda un contagio de esperanza, de cercanía solidaria, de alegría profunda y nuevas perspectivas. El ejercicio de acercamiento en la diversidad ha sido un ejemplo de construcción de paz que, de continuarse con esmero, dará a su tiempo aquellos frutos tan deseados en todas nuestras naciones.
Después de Panamá queda un reto mayor: que la experiencia vivida no se reduzca a un lindo recuerdo de unos días de fuertes emociones sino que sea fuerza y aprendizaje para replantear todos los desafíos que la JMJ nos ofreció.
Finalmente, unas palabras de Francisco en la misa de clausura en Metro Park:
“Uno de los frutos del sínodo fue la riqueza de encontrarnos y escucharnos: la riqueza de la escucha entre generaciones, la riqueza del intercambio y el valor de reconocer que nos necesitamos, que tenemos que esforzarnos en propiciar canales y espacios en los que involucrarse en soñar y trabajar el mañana ya desde hoy”.