Cuando miro 2020 parece el año que nunca existió, echo la vista atrás y es como si hace un par de semanas estuviera aún en 2019. La sensación de un año ausente. Y sé que no es así, pero parece que resuena en mí más fuerte que nunca la llamada de hoy:
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“Despierta, vela, vigila”
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Siento que tengo mucho a lo que despertar, y así, se me presenta el comienzo del “año” con la maravillosa oportunidad del Adviento. Un tiempo de hacerme consciente, de dejar de vivir en la rutina, en las prisas, en los agobios y saborear la vida. Llevamos unos meses complicados, de ruptura, de muerte y dolor, y en medio de ello os animábamos a vivir en la Esperanza.
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Pues bien, mi invitación para este Adviento es hacer presente esa esperanza. Traerla a la vida y dejarnos inspirar por el regalo de Dios abrazando la humanidad. Darnos momentos para vivir conscientemente, para caer en la cuenta de los dones que el Padre nos da, para pararnos a disfrutar de las alegrías de la vida. Un tiempo para dar gracias, un tiempo para pedir perdón, un tiempo para degustar los encuentros con los hermanos, un tiempo para vivir auténticamente la Evangelii Gaudium – La Alegría del Evangelio.
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