Cuando se habla de política tendemos a asociarla solamente con los partidos políticos, las elecciones, la formación de gobiernos, las instituciones y organismos públicos… Pero hablar de política es hablar de nuestro día a día como ciudadanas.
La palabra “política”, en una de sus acepciones, se define como “actividad de la ciudadanía cuando interviene en asuntos públicos con su opinión, con su voto, o de cualquier otro modo”
La dimensión política, tal y como yo la entiendo, tiene que ver con mi forma de vida, mis actitudes y mis acciones cotidianas. Porque, si bien es verdad que delegamos la gobernanza de las ciudades y estados en representantes, a los cuales damos nuestro voto, no podemos desentendernos de la acción política que es, al fin y al cabo, la construcción de la sociedad que queremos.
Todo lo que hacemos tiene consecuencias
Política se hace a nivel individual; mejorando y cambiando hábitos de consumo, priorizando determinadas cosas en nuestro día a día los cuidados, haciendo valer nuestros derechos, reivindicando mejoras en nuestras vidas… La política tiene una dimensión social que es imprescindible para el desarrollo comunitario
La implicación de las vidas de cada persona en la política es fundamental pero también es fundamental hacer política a nivel comunitario. Somos animales sociales que vivimos en comunidad, en relación. Y esta dimensión comunitaria de la política nos hace poner el foco en los movimientos sociales y el compromiso socio político.
Históricamente los movimientos sociales se han movilizado para conseguir mejoras en la vida de los ciudadanos y ciudadanas. (movimiento obrero, movimiento feminista…) Tenemos la responsabilidad de ser agentes activos de mejora en nuestro entorno…
La militancia socio política es para mí una responsabilidad. Y esta militancia, este compromiso, va de conocer tu entorno, tu barrio, tu comunidad, estar atenta a las necesidades que hay, detectar los problemas y pensar, entre todas las personas que forman esa comunidad, las posibles soluciones. Va de dialogar, de pensar a largo plazo y de manera global, de diseñar un plan de desarrollo comunitario y de tener objetivos definidos. Y va también de exigir los cambios necesarios para la mejora de las condiciones a quien corresponda
(instituciones públicas, gobiernos…)
…y tenemos el poder de hacerlo
La primera tarea es conocer, observar, escuchar. Desde mi experiencia en el barrio de San Francisco esto se traduce en ser vecinos y vecinas. Vivir, consumir, pasear, mirar y escuchar.
Así es como se detectan las necesidades de la ciudadanía, las necesidades reales. Con esto me refiero a que muchas veces las necesidades que se detectan a primera vista son consecuencias de problemas más profundos y, a menudo, invisivilizados.
Una vez detectados los problemas reales se trata de buscar soluciones radicales, entendiendo como radical la incidencia en la raíz del problema. Esto requiere hacer un análisis de la realidad muy minucioso escuchando a las personas afectadas por las necesidades existentes mediante la observación de la que hablábamos y tener una visión de futuro que permita proponer objetivos de mejora tanto a corto y medio plazo como a largo plazo.
Y todo esto nos lleva a realizar acciones colectivas para intentar generar soluciones a problemas que afectan a la comunidad y construir así lugares más habitables en los que se dé respuesta, entre todas, a las necesidades que van surgiendo.