DEL «¿QUEDAMOS?» AL «TE ACOMPAÑO». EL ACOMPAÑAMIENTO EN LA PRÁCTICA – Juan Carlos de la Riva

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Juan Carlos de la Riva

juancarlosdelariva@escolapiosemaus.org

¿Recuerdas cómo Jesús fue quedando con la gente? A veces lo buscaban, como aquel centurión, o aquella mujer sirio-fenicia con la niña enferma, o el joven rico que no sabía por dónde tirar, o María, la hermana de Lázaro, para contarle su dolor tan grande, o Nicodemo, tan hecho un lío sobre las enseñanzas del propio Jesús… Otras veces Jesús buscaba ese encuentro, y le hace a Zaqueo bajar del árbol y prepararle cena, o a Mateo dejar su mesa llena de monedas, o a Pedro cambiar de redes en su trabajo de pescar, o a aquella samaritana buscadora de aguas vivas… En cualquier caso, Jesús, lo sabemos, disfrutaba cada encuentro, cada conversación. Y ni él ni la persona acompañada eran los mismos una vez terminada la charla.

Porque los encuentros profundos transforman a quien los vive. Los neurocientíficos nos van contando que pareciera que nuestro cerebro está preparado para encontrarse, que funciona mejor con otro, que la relación es parte de su química. Por ejemplo, le leí a Bárbara Fredrickson (te recomiendo su libro Amor 2.0, en editorial Océano) decir que cada vez que conectamos con alguien y sentimos ese clic de sintonía profunda, nuestro cerebro entra en fiesta grande, y se segregan dopamina, serotonina y no sé cuántos neurotransmisores más. Y pasa en el minuto uno, en el mismo momento. La sensación de felicidad es inmediata. Es como si una voz interior te dijera «No estás solo».

Los encuentros profundos transforman a quien los vive

Tú ya has tenido esa experiencia muchas veces, y sabes lo importante que ha sido en tu vida, porque comenzaba o se afianzaba el vínculo con una persona que a partir de entonces forma parte de tu vida. Te propongo en este artículo que le des una mirada técnica a esas entrevistas, que subrayes qué pasó ahí, qué fue lo que hizo que esa entrevista te conectase y fuera diferente a cualquier otro intercambio de palabras rutinario en el día a día.

Sí, la técnica es importante. La entrevista es un arte, y como decía Erich Fromm en el archileído El arte de amar, aplicado al amor, un arte requiere teoría, práctica y la convicción de que hay que seguir aprendiendo siempre. Bien, pues hablemos de la teoría de la entrevista.

Porque no estamos hablando simplemente de tomar café con alguien, o de cualquier conversación con un amigo/a o familiar. Es cierto que en muchas de esas situaciones se dan muchos elementos que se acercan al «acompañamiento», pero no es lo mismo una buena conversación, que una entrevista de acompañamiento en la vida.

El acompañamiento supone diferenciar dos roles, el del acompañante y el del acompañado, y esto no suele hacerse en esas conversaciones más cotidianas, aunque quizá la densidad de lo que me cuente alguien sí me pueda convertir en acompañante sin dejar de ser amigo/a o familiar, o compañero/a… Pero es esa diferenciación de roles la que convierte a ese diálogo en una «relación laboral». ¿Cómo laboral?

Sí, el acompañamiento es un trabajo. No remunerado (¿o sí? ¿no cobran los psicólogos y los coachs por algo parecido?). Normalmente en nuestro contexto de la pastoral juvenil, no habrá un pago de por medio. Gracias a Dios. Alguien me comentaba el otro día que el hecho de pagar a alguien para que te ayude en un momento dado (un psicólogo o un coach, como decimos) puede generar dificultades: quien paga tiende a exigir, y quizá no reciba de buen grado el hecho de que el especialista requerido no responda a sus expectativas, o no le de las soluciones o recetas que necesita para ya, remitiéndole a la responsabilidad de tomar la vida en sus manos. Así me contaba alguien su frustración cuando el psicólogo se resistía a darle consejos, y respondía a sus preguntas con más preguntas. «¿Para eso le pago?», sentía el acompañado.

En este rato van a pasar cosas, deben pasar cosas

Pero volvamos a lo de «relación de trabajo». Sí: una entrevista de acompañamiento es un rato de trabajo. Vamos a trabajar los dos en un tema que trae el acompañado. Y lo vamos a hacer juntos. Esto conviene hacérselo saber al acompañado: te toca pensar en este rato, poner nombre a lo que te pasa, buscar en tus recuerdos y en tus emociones, imaginar nuevas posibilidades… En este rato van a pasar cosas, deben pasar cosas. Y para eso, un trabajo de escucha, un trabajo de crecimiento y un trabajo de discernimiento.

Vayamos a lo técnico de este trabajo, pero partamos primero de una definición adecuada. Soy deudor, y es necesario decirlo, de la formación recibida en el seminario de acompañamiento espiritual que hace años pude disfrutar, guiado de la mano de Lola Arrieta, carmelita Vedruna, y su equipo, que tantos años han ayudado a tantas personas a aprender a acompañar.

DEFINICIÓN DE ENTREVISTA Y SUS BENEFICIOS

Definimos entrevista como un proceso dinámico de relación que se establece entre dos personas en un ámbito determinado para:

  • Discernir conjuntamente la orientación de la vida según el querer de Dios
  • Clarificar alguna situación concreta en la que el acompañado requiere un apoyo u orientación
  • Reforzar el proceso de crecimiento según unos valores.

Se realiza mediante la escucha del acompañado, a quien siempre se deja la iniciativa o se le ayuda a tomarla; mediante intervenciones adecuadas; ofreciendo interpretación de contenidos y sugerencias para el avance.

Constituye en sí misma una oportunidad de experiencia de relación yo-tú. Así mismo es mediadora, porque tiene la capacidad de mejorar la calidad de otras relaciones.

En ella se pueden vivir las siguientes experiencias humanamente significativas:

  1. Prestar atención a la vida y vivir profundizando
  • Balbucear por sí mismo quién es y cómo es uno, se amplía la consciencia.
  • Nombrar y acoger los sentimientos.
  • Contacto profundo con uno mismo para aceptarse y valorarse.
  • Implicarse en la responsabilidad de vivir.
  • Unificar desde dentro de nosotros mismos todos los aspectos de nuestro fluir.
  1. Comunicarse con autenticidad ante otra persona en un encuentro humano de calidad
  • Sentirse acogido y a gusto consigo mismo y con el acompañante.
  • Sentirse comprendido y entendido.
  • Sentirse aceptado y nombrado en la persona que es, más allá de sus problemas.
  • Poner nombre a las cosas ayuda mucho a ser nosotros mismos ante el otro, expresarse en verdad.
  • Aprender a comunicarse ante una persona enseña a comunicarse ante el resto de las personas, en una comunicación desde el yo.
  1. Plantearse la vida como proceso
  • Si solo dejamos que pase el tiempo, corremos el riesgo de perdernos muchas oportunidades de disfrute y gracia.
  • Definimos el proceso como: « ¡camino dinámico de progresiva transformación en Cristo que afecta a todos los niveles y dimensiones de la persona y acontece en el propio corazón por la acción del Espíritu».
  • Opuesto al perfeccionismo y a la domesticación.
  • Prestar atención al camino interno, personal e intransferible, por el que el Espíritu conduce a cada uno. La persona en proceso conoce etapas y pasa por parajes diversos.
  • Disponer de algunas referencias para el camino actúa a modo de brújula, para no extraviarse ni extasiarse en momentos especialmente delicados.

Hemos hablado ya de tres objetivos que se entremezclan, aunque cada uno de ellos tiene valor en sí mismo:

  • Hay por un lado una escucha profunda, activa, empática. El acompañante sabe escuchar, y ayuda a que la persona acompañada se escuche a sí misma, se diga en la conversación para así ser más consciente. Buena parte del éxito de la conversación estriba en que esta escucha se haga bien, y la persona se sienta escuchada y acogida, y así pueda mejor escucharse y acogerse a sí misma en lo que trae, alegre o doloroso. Si esto se consigue, hay ya mucho camino hecho. Pero cuidado, escuchar no es tan fácil. Requiere tomar conciencia de qué es lo que hay que escuchar, para devolvérselo al acompañado, y también de qué entorpece la escucha, factores externos como ruidos o prisas, y factores internos como prejuicios o sentimientos, para que el acompañante sea consciente de ello y los pueda apartar a un lado para que no interfieran.
  • Hay, por otro lado, una pedagogía del crecimiento. Nos referimos con esto al hecho de que la entrevista va a ayudar a madurar a la persona, a crecer en autoconocimiento de sí mismo y de las herramientas de las que dispone para afrontar la vida. Diríamos que puede haber:
    • Áreas bloqueadas que hay que desbloquear, un yo patológico que hay que conocer e intentar desactivar. Aunque no somos psicólogos profesionales, utilizaremos nuestro sentido común y nuestra intuición básica para detectar mecanismos de defensa enfermizamente utilizados, o complejos discapacitantes, o emociones no elaboradas correctamente…
    • Áreas sanas con las que poder avanzar: funciones básicas del yo que podemos aprovechar mejor: la memoria, la imaginación y creatividad, la capacidad de análisis y de síntesis, las motivaciones sanas, el mundo de valores percibidos y deseados…
  • Por último, siempre hay un tema sobre el que discernir, un contenido sobre el que incidir para tomar decisiones de avance, para provocar movimiento en la persona, para proponer nuevas metas y generar motivación para alcanzarlas. Puede ser una decisión vocacional, un conflicto que necesite ser resuelto, un desengaño que haya que neutralizar, un vínculo que haya que restablecer, un criterio moral que haya que clarificar… Siempre hay un contenido. A veces un contenido superficial esconde uno más latente, que es el que verdaderamente importa. Por ejemplo, una discusión con mi padre puede esconder un deseo de autonomía personal que no consigo en ningún ámbito de mi vida… Y aquí, en el tema de discernir, el gran consejo es no dar consejos. Desde luego, prohibidos en un primer momento de escucha. Quizá puedan ser sugeridos como posibilidades en un segundo momento de profundización. Pero «nadie escarmienta en cabeza ajena» nos decían. Así que el trabajo es más indirecto, aportando herramientas para que la propia persona pueda llegar a esas conclusiones luminosas que orientarán su vida desde dentro, y con la certeza necesaria.

Estos tres objetivos, valiosos por separado, se juntan en el milagro de una conversación, y requerirán del acompañante cierta maestría y pedagogía en el campo de la escucha, en el de la ayuda al crecimiento, y en el del discernimiento.

ESPIRITUAL

Qué aporta a todo esto el hecho de que nuestro acompañamiento en pastoral juvenil sea «espiritual». ¿Cambia algo? Para mí, cambia, y mucho.

El acompañante que es al mismo tiempo animador de la fe sabe de antemano que la buena noticia a transmitir es Jesús mismo, que la mejor versión de la persona acompañada será la que más le acerque a la manera de amar de Jesús, porque en él encontramos nuestra propia verdad.

Puede que el acompañado lo sepa ya. En ese caso será fácil intercalar en nuestro discurso esa referencia evangélica y creyente con citas, metáforas, personajes, situaciones tomadas de la Palabra o de la Tradición. Para el/la joven creyente el acompañamiento servirá para asentir a la acción de Dios por su Espíritu y decidirse a vivir según la vocación recibida en el seguimiento de Jesús. Vivir la aventura de buscar a Dios siguiendo a Jesús es un viaje apasionante lleno de riesgos y obstáculos. Con el acompañante el joven lo transitará en compañía. Lo podemos concretar en algunas experiencias que el joven vivirá en esta entrevista leída espiritualmente:

  • Alternar de forma continua la mirada a la brújula (relación con el Dios de Jesús y su Palabra) y la atención a los indicadores y referencias del camino (la realidad, la calidad de la vida cotidiana).
  • Poder trascenderse y abrirse a Dios, ser mirado por El en su situación.
  • Ver a Dios en los acontecimientos, en la vida, como historia de salvación, para descubrir en ella llamadas y manifestaciones.
  • Discernir el camino propio a la luz del Señor, y concretar mediaciones adecuadas.

El acompañante creyente se sabe mediación de Dios para la otra persona

Pero cada vez más nos pasa que el acompañado es virgen en estos temas, no los ha incorporado a su ser. Esto no quita, sin embargo, que el acompañamiento pueda seguir siendo «espiritual». El acompañante sabe por experiencia propia que la revelación del Espíritu de Dios suele darse de forma mediada, y así lo ha experimentado muchas veces con personas y situaciones que supusieron en su vida una ruptura, un cambio de nivel, un avance significativo en su crecimiento y discernimiento. Por eso, el acompañante creyente se sabe mediación de Dios para la otra persona.

No hace falta nombrarlo, decirse ante el acompañado «soy tu mediación de Dios»; basta entrar en su corazón como quien entra en terreno sagrado, descalzándose, porque es tierra habitada, llena de Dios. Y una vez dentro descubrirá las huellas que Dios ha ido dejando en su vida, y las reconocerá como de Dios, aunque quizá para la otra persona sean solo meras señales humanas, y no cuadre nombrarlas con categorías religiosas que la persona no sabe interpretar.

Recuerdo esta anécdota que puede iluminarnos aquí:

«Un misionero en África contaba de una vez que había preparado a un grupo de personas adultas para el bautismo. Otro sacerdote vino a hacer preguntas a estas personas y se dirigió a una anciana y le dijo: “¿Dónde está Dios?”. La anciana contestó: “No lo sé”. Y él le insistió con la pregunta asegurándole que era muy fácil: “¿Cómo no vas a saberlo?”. La anciana le dijo: “No lo sé. Pero estoy segura de que Él si sabe dónde estoy yo”».

Nos tocará ser esa anciana ante el acompañado no creyente, que no sabe dónde está Dios ni se lo plantea, pero conscientes de que Dios sí está trabajando en esa vida que, como todas, es suya y sagrada.

«La voz de Dios es voz de espíritu que va y viene, toca el corazón y pasa: no se sabe de dónde venga o cuándo sople; de donde importa mucho estar siempre vigilante para que no venga improvisadamente y pase sin fruto», escribe Calasanz en 1622, parafraseando la conversación de Jesús con Nicodemo. Aplicado a la entrevista, atención espiritual en el acompañante al paso de Dios por la vida de ese o esa joven. Quizá llegue pronto el día en que entienda algo si le decimos «¡Ahí veo yo a Dios, querido/a joven!».

Permitidme que en este punto me cite a mí mismo. En la novela Simplemente déjate encontrar dediqué un capítulo entero a este punto del acompañamiento espiritual, el capítulo 6, titulado «Entusiasmo». Miren, la coordinadora de pastoral del cole, acompaña a Beñat en sus dudas espirituales. Quizá podáis inspiraros en este capítulo para este tema de lo espiritual en la entrevista. Se trata de una entrevista vocacional, pero también de crecimiento en la fe. Os regalamos ese capítulo, en el que aparece toda la entrevista, con un análisis posterior que la analiza desde las claves que os vamos aportando. Puedes descargarlo en este enlace: https://rpj.es/wp-content/uploads/2024/10/Simplemente-Dejate-encontrar-Cap-6-Entusiasmo-Juan-Carlos-de-la-Riva.pdf

Y si quieres la novela entera, puedes pedírnosla a juancarlosdelariva@escolapiosemaus.org o adquirirla aquí: https://www.edelvives.com/es/tienda/simplemente-dejate-encontrar

FASES DE LA ENTREVISTA

Mucho se ha escrito sobre las actitudes de la escucha y remitimos a la abundante literatura existente para una profundización en este tema. Destacamos a Rogers como iniciador de esta visión de la terapia centrada en la persona, y a Carkhuff como desarrollador de un modelo de entrevista en la que nos basamos en estas líneas. Nos podemos acercar a ellos a través de Bruno Giordani en Encuentro de ayuda espiritual. Adaptación del método de R. R. Carkhuff, y en La relación de ayuda, de Rogers a Carkhuff. En este método se clarifican las modalidades de intervención del acompañante, las actitudes necesarias y el tipo de intervención a modo de respuesta que las diferentes situaciones requieren.

Por su valor práctico. destacamos aquí la descripción de una entrevista en tres fases.

  1. Fase de encuentro: se prepara el banquete, se contempla la cesta de lo que se trae, se acuerda el menú del día, dando prioridad al acompañado. Hay que aprender a respetar el tipo de discurso del acompañado, y leer los mensajes que envía.

¿Qué hay que escuchar? Hay que escuchar las tres partes trenzadas y diferenciadas que tiene cada mensaje: contenido, sentimiento y demanda o aquello que el acompañado busca en el intercambio, sea manifiesta o latente, consciente o inconsciente. También importa escuchar los propios ruidos internos, la transferencia emocional que inevitablemente vive el acompañante y que tendrá que saber reconocer y neutralizar para que el centro siga estando en la persona acompañada. Así que escuchamos varias cosas a la vez:

  • Contenido manifiesto: los hechos narrados, los datos objetivables que se expresan verbalmente, lo que dice haber vivido, con todos sus matices.
  • Contenido latente: los otros mensajes que ocupan y preocupan, a los que se llega después de un proceso.
  • Sentimiento dominante: es la base de la experiencia, los sentimientos que experimenta ante eso que está viviendo. En el sentimiento está el contenido latente que subyace. Habría que manejar adecuadamente y clarificar los sentimientos. Esta es la base del discernimiento.
  • Expectativa o demanda al acompañante en aquello que expresa.
  • Ruidos de fondo, interpretaciones.

Damos un cierre a esta fase: Clarificando la demanda tendremos la base para las hipótesis de trabajo, los núcleos a tratar en el acompañamiento y la decisión sobre la idoneidad y conveniencia del acompañante.

No nos cansaremos de repetir la importancia de escuchar bien. Muchos de los errores nos vienen de lo que hemos llamado ruidos: son bloqueos al escuchar, y nos vienen de tres áreas: física, emocional y cognitiva.

  • Área física: cuerpo cansado, sediento, somnoliento… Interrupciones de otras personas, llamadas, ruidos…
  • Área emocional: poner los sentimientos propios ajenos a la interacción aparte, para lo cual hay que ser conscientes de ellos. Los que surgen de la interacción: facilitar un espacio de consciencia, para pararlos y analizarlos más tarde.
  • Área cognitiva: prejuicios: políticos, morales, culturales… ocupaciones de la mente.

 

Así que, para evitar todo esto, el tiempo libre que nos da el otro cuando habla, lo ocuparemos en hacernos preguntas sobre lo que el otro dice, su tono emocional, su lenguaje no verbal…

Cuidaremos especialmente en esta etapa el no incurrir en respuestas a lo que escuchamos que sean no empáticas. Dichas respuestas podríamos tipificarlas en cinco clases. Veamos cuáles son y sus efectos perjudiciales:

  1. Respuesta de valoración o juicio moral. Puede hacer sentirse al otro en desigualdad moral, en inferioridad, y producir sentimientos de inhibición, culpa, rebelión, disimulo o angustia.
  2. Respuesta interpretativa. Produce la sensación de haber sido mal entendido y puede provocar desinterés, irritación o resistencia al ver que la experiencia de uno es leída con criterios distintos de los propios.
  3. Respuesta de apoyo-consuelo. Favorece en el ayudado la regresión y la dependencia, o bien el rechazo a ser tratado con piedad.
  4. Respuesta de investigación. Cuidado si se convierte en un interrogatorio más que en una conversación de relación de ayuda.
  5. Respuesta de tipo «solución del problema». No es una solución de la que el sujeto sea responsable y, por tanto, no le satisface, o bien le crea una especie de obligación de adoptarla.

La única respuesta válida en esta primera fase es la respuesta empática. Reformulación de cuanto el ayudante ha comprendido de lo que el otro está viviendo y comunica para verificar que ha sido recibido y entendido bien. Es la menos natural y la menos espontánea de las respuestas indicadas. Requiere una gran atención, poniéndose en su lugar para ver las cosas desde su punto de vista.

Lo más importante es centrar el núcleo de trabajo

  1. Fase de personalización y discernimiento. Es el núcleo del acompañamiento, la fase más larga en el tiempo de la entrevista y la que confiere a la misma la categoría de trabajo compartido, pues en ella se va a poner el foco en alguno de los temas sugeridos por el primer momento de escucha y se va a profundizar en él. Lo más importante es centrar el núcleo de trabajo, por ejemplo: tomar perspectiva sobre un aspecto de la vida, clarificar una situación, dar luz a un conflicto, aplicar pensamiento a una decisión; decirme ante el acompañante cómo se va dando algún aspecto… En esta fase, el inventario más frecuente de intervenciones podría ser:
  • Interesarse con petición de información abierta, pedido de concreciones, aclaraciones, ejemplos…
  • Aporte de información clarificadora al tema planteado.
  • Aclarar concepciones erróneas.
  • Confirmar o clarificar los criterios que usa el acompañando: «me doy cuenta de que estás usando este criterio…».
  • Clarificar reformulando contenidos y relatos. Aportamos una perspectiva que pone de manifiesto ciertos contenidos o relaciones. Se ofrece, no es un juicio de valor, ni algo cerrado e irreversible.
  • Recapitular, resumir puntos esenciales.
  • Sugerir o señalar relaciones que pueden considerarse manifestaciones del Señor, de las que somos testigos privilegiados.
  • Confrontar el significado de algunas conductas, manifestaciones y motivaciones, sobre todo de aspectos conflictivos que sean puntos ciegos en su vida. No en forma de juicio sino de pregunta abierta: ¿Te has planteado…? ¿Has pensado las repercusiones que puede tener para otros…? Ojo: que sea en el momento adecuado, dando serenidad a la persona. Si se turba, si no lo soporta, es que o no hemos acertado, o ese punto «pesa mucho» y requiere tratamiento más profundo.
  • Encuadrar y circunscribir el tema de ese acompañamiento en toda la profundidad que tiene: espacio, tiempo y movimiento.
  • Otras: descentrar, cambiar de perspectiva, ampliar el campo de mira… con fluidez, en su momento.

El final se nota porque el acompañado va llegando a unas conclusiones o a una iluminación que aterriza el tema tratado, resume, no tiene mucho más que decir.

 

  1. Fase de síntesis y proyecto. Es la aplicación a la vida, momento de aterrizar sobre cómo se va a seguir trabajando eso que allí se ha tratado. También se pueden revisar temas que no se han tratado, como contenidos para otros encuentros, o como temas menores. Se llega a líneas operativas y concretas: de oración, relación, acción, organización… Nos preguntamos sobre los medios a utilizar, personas con las que contar… A veces los temas quedan abiertos. Se puede recapitular el encuentro diciendo ¿qué te llevas, con qué te quedas de lo hablado?

También cabe:

  • Sugerir actitudes, cambios, ensayos, lecturas… en la última fase del encuentro.
  • Indicar con claridad la conveniencia de ciertas cosas.
  • Hacer meta-intervenciones: hacer ver al acompañado detalles de la propia entrevista (no verbales, pasar por alto algún tema… ¿Qué te dice que hayas sido capaz de, que ante esto sientas que…? Se amplía así la consciencia.

LA PERSPECTIVA DE LA SITUACIÓN VITAL

La situación vital hace referencia a entender al ser humano «en situación total, vital». El discurso de la entrevista está contextualizado en coordenadas de espacio y tiempo. No podemos salir de una situación sin entrar en otra. Vivimos siempre en el adentro de una situación, y no solo en un sitio y un momento.

El acompañante contribuye a que esa situación indeterminada y a veces confusa o poco comprensible, se transforme en otra cuyos elementos constituyan un todo unificado. Hay que saber escuchar el primer nivel de hechos, y saber escuchar en un segundo nivel de situación, donde nos cuenta lo que dice de sí en el discurso que hace. Algo así como «Yo soy el que…», «Yo soy la que…»:

  • Cómo acontece la persona ante mí en esta situación.
  • Qué dice de sí, cómo se define en eso que dice.
  • Qué necesidades, deseos y motivaciones aletean en eso que dice.
  • En qué medida se da cuenta de lo que dice, o narra solo para separarse de ello.
  • Desde dónde habla.
  • Se responsabiliza en lo que dice, o se deja y abandona como quien delega y evita, aplastada por las circunstancias.
  • A qué Dios confiesa en eso que dice, cómo se le muestra.
  • Hacia dónde se mueve en esa situación vital.

Hay que saber leer el discurso del acompañado

En una situación vital se encadenan una serie de fenómenos, que responden a un cierto orden y tienen un encadenamiento causal. Cuando se juntan una serie de fenómenos de tipo negativo decimos que está en situación de crisis. Pueden estar casi todas bien menos una, que es la que habrá que clarificar. Hay que saber leer el discurso del acompañado, para poder decidir cuál es la serie más oportuna para desde ella ir articulando las demás en su historia y en su presente. Las diferentes series que intervienen en una persona son:

  • Física-corporal: salud buena o mala, resistencia o debilidad, complejos o aceptación.
  • Afectiva y sexual: leyes que dominan, aceptación o rechazo de dinamismos afectivos, la articulación en las relaciones, la identidad integrada o no…
  • Evolutiva: hace referencia a la edad.
  • Familiar: vivencias, acontecimientos, clima, relaciones, expectativas…
  • Grupal-social: grupos en que se ha socializado, marco ideológico vital, estructuras de funcionamiento y su influencia…
  • Laboral-formativa: rol e inserción laboral, estatus, poder, ocupación del tiempo…
  • Comunicacional y vincular: personas, niveles de comunicación.
  • Adaptación-integración: cómo aborda las dificultades, grado de creatividad, diferentes niveles del yo, actitudes…
  • Adaptación-prospección: con proyecto o en clave evitativa, sin saber situarse en un proyecto vital.
  • Estructural-conflictual: bloqueos, rasgos de carácter, mecanismos de defensa…

El trabajo de la entrevista se orienta a delimitar un punto concreto o tema, dentro de la situación vital: se induce a la concentración selectiva del acompañado en un tema concreto. Una cierta fortaleza de las funciones adaptativas del yo posibilita organizar el relato según una línea directriz, y evitar un relato disperso y ramificado. Concentraremos así la atención, percepción, memoria, etc.

La focalización está guiada por la motivación del acompañado, que jerarquiza temas y tareas. Por eso es muy importante escuchar la demanda, pues se transforma en el eje motivacional que organiza la tarea, centra el tema y facilita el desarrollo positivo del acompañamiento. Esto mismo fortalece la alianza de trabajo entre acompañante y acompañado, evitando errores de estructura.

Focalizar permite implicar al acompañado, establecer relaciones con otros temas vistos en otros momentos, y la visión de conjunto, emergiendo la dimensión de profundidad existencial y teologal.

TEXTO DESTACADO

Los sucesivos focos van dando razón de la situación vital y total del acompañado

No lo hace el acompañante, sino el acompañado, pues un análisis indagador excesivo por parte del acompañante bloqueará al otro en su protagonismo, y la relación se hará manipuladora y alienante. Queremos ayudar a discernir.

El foco se puede ir desplazando en la entrevista, o en el acompañamiento en el tiempo: los sucesivos focos van dando razón de la situación vital y total del acompañado.

Las claves para desarrollar el foco en perspectiva de situación vital.

  1. Comprensión y consciencia con la que la persona viv La persona se dice a sí misma en un discurso que hay que seguir. Podríamos formularlo como «Yo soy el que, o la que…». Se trata de percibir el todo que se dice en los hechos relatados.
  2. Movimientos de la afectividad: la persona vive un impacto de esos hechos, y genera unas reacciones ante los mismos. Es el lenguaje más puro y que más nos revela. Todos tenemos una parte de la afectividad sana y sanante, y una parte enferma. Sigue sus leyes. Hay que ver qué sentimientos son de mera adaptabilidad a una situación, y cuáles son de integración verdadera y sana.
  3. Motivaciones: interesa el sentido que se le da a la conducta, las significaciones, los porqués de fondo que mueven a la persona. Pueden ser primarias y secundarias. Entramos en un nivel existencial, de sentido.
  4. Experiencia espiritual: de Dios nos recibimos y somos. Interesa captar qué nivel teologal vemos en la persona, qué habla Dios en lo que se relata.

LANZARSE A ACOMPAÑAR

Todo lo explicado es, como ves, un mundo. Espero que tu sensación, si has llegado hasta aquí, sea el sentir que acompañar no es tan fácil como parece, que hay que prepararse mucho. Enhorabuena, porque ese era el objetivo, además del de darte unas nociones básicas.

Pero llegando al final del artículo quiero animarte a que te lances. Seguro meterás la pata y será muy bueno que «te des cuenta», para así corregir progresivamente tu estilo de acompañante y poder ayudar de verdad. Pero hay que lanzarse.

También te animo a que lo institucionalices. El Informe síntesis de la primera sesión del Sínodo sobre la sinodalidad propone con claridad la necesidad de establecer el ministerio de la escucha y el acompañamiento basado en el Bautismo: «Las personas que realizan el servicio de escucha y acompañamiento, en sus diversas formas, necesitan una formación adecuada, también en función del tipo de personas con las que entran en contacto, y sentirse respaldadas por la comunidad. Por su parte, las comunidades necesitan tomar plena conciencia del valor de un servicio ejercido en su favor y poder recibir el fruto de esta escucha. Para dar mayor relieve a este servicio, se propone establecer un ministerio de escucha y acompañamiento basado en el Bautismo, adaptado a los diferentes contextos. El modo de conferirlo favorecerá una mayor implicación de la comunidad» (Sínodo de la sinodalidad, 16).

Así que te animo a que lo habléis en vuestro equipo. No toda persona está preparada para acompañar, por lo que organizarlo e institucionalizarlo ayudará a tu equipo a que se haga con seriedad y rigor. Es momento de comenzar esta aventura, y de hacerlo bien.

Organizarlo e institucionalizarlo ayudará a tu equipo a que se haga con seriedad y rigor.