Esta es una pregunta a la que me enfrento con frecuencia cuando determinados perfiles en las redes sociales me transmiten un profundo hastío, desgana y aburrimiento. No es tanto porque su contenido me resulte insulso sino por su manera de acercarse a la red y de interaccionar con los demás. Normalmente me sucede con personas que defienden sus posiciones con cierta radicalidad o que están continuamente haciendo de cada día, de cada gesto, de cada palabra… una nueva polémica.
Pero ¿cuál es el criterio ideal? ¿Dejar de seguir a alguien y no favorecer su encumbramiento en la red, hacer que pierda mi seguimiento? ¿O bien optar por mantener mi seguimiento a perfiles desagradables y contrarios a mi manera de ver el mundo, precisamente por conocer su opinión y su mirada sobre la realidad? No es fácil.
Creo que ambas posturas son legítimas. A mi alrededor, compruebo cómo hay personas amigas y conocidas que no se andan con tantos miramientos a la hora de dejar de seguir a alguien e, incluso, bloquearle. Es un exceso que no sé si me puedo permitir. Demasiada energía vital es consumida por personas cuyo único propósito es desprestigiar, polemizar, empantanar, enredar, radicalizar… Me gustaría contestarles. No lo hago. Leer sus mensajes es toda una proeza. Pero desgasta. Y entristece. Y lo llena todo de negrura. Y te hunde en el abismo de pensar que nada de esto tiene remedio y que vamos de mal en peor.
Mantenerse y escuchar es apostar por el diálogo, al menos por el diálogo como principio vital desde el cual funcionar uno. Es seguir creyendo que vale la pena darles un pequeño espacio a todos, incluso a aquellos a los que no puedo soportar. Es querer percibir un mundo distinto del mío y no claudicar para fabricarme un entorno burbuja donde todo suceda como yo deseo. ¿Pero esto genera algún beneficio real en alguien?
Discernimiento en las redes es lo que se necesita. Permanentemente. Porque estas pequeñas decisiones marcan también la profundidad de nuestras presencias en las mismas. ¿Para qué estoy? ¿Para quién estoy? ¿Qué haría Jesús en este caso? ¿Y en este otro? Hilar fino y caminar por la cuerda de los matices, de los detalles, de los grises. Sin dejarnos llevar a los extremos.
Y más que «siguiendo a», que se nos vea «amando a»… aunque eso no me genere ningún like.
Un abrazo fraterno.
Descarga el artículo en PDF RPJ-541-abril-2020-Dejar de seguirle – Santi Casanova
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