La protección y promoción de los derechos humanos (políticos, civiles, económicos, sociales y culturales) es la base de la libertad, la justicia y la paz. Las personas que trabajan diariamente para que estos derechos se hagan realidad son piezas clave en aquellos países con políticas más represivas, o en los países embarcados en reformas profundas o que atraviesan períodos de transición. Incluso son imprescindibles en sociedades democráticas, donde suelen ser el principal apoyo de las minorías. Ellos y ellas son los defensores y defensoras de derechos humanos.
Pero defender los derechos humanos puede convertirse en una amenaza. Muchos/as sufren un acoso constante, desde amenazas veladas, a hostigamiento e incluso agresiones físicas, a ellos/as o a sus familiares. El motivo es claro: con su labor ponen en cuestionamiento el poder de aquellos que sustentan su posición privilegiada a través del abuso y las violaciones de los derechos de los demás.
Frente a estas amenazas, los propios defensores/as generan sus estrategias de protección en su vida diaria, con el objetivo de minimizar el riesgo. Y muchas organizaciones internacionales están abordando formas diversas de apoyar a los defensores/as de derechos humanos para manejar de forma adecuada este riesgo en su día a día, en su trabajo o en sus comunicaciones digitales.
Las amenazas no suelen rebajar la enorme implicación por la justicia que muestran los defensores y defensoras, que les lleva también a mantener un altísimo ritmo de trabajo, con apenas descanso. A esto hay que añadir que en muchas ocasiones los defensores/as y sus organizaciones se encuentran en una situación económica precaria, sin apenas recursos que permitan desarrollar con las suficientes garantías los proyectos que pretenden abordar. Como consecuencia, la falta de tiempo y/o de recursos impide en muchos casos la formación continua, la realización de estudios y capacitaciones, que les permita reflexionar sobre su labor y adquirir nuevos conocimientos para una mejora continua de su trabajo.
La unión de todos estos factores (la amenaza y agresión hacia su persona y sus familiares; un alto nivel de implicación y activismo que les mantiene en la lucha por los derechos humanos a pesar del peligro; y la precariedad económica en que desarrollan su labor) suele conllevar un alto coste para su salud mental y física.
Es necesario apoyar el trabajo de estas personas. Los defensores/as de derechos humanos son piezas clave para el desarrollo de su entorno de una manera justa e igualitaria. Suelen tener un profundo conocimiento de sus realidades. Y por la influencia en sus comunidades, son los que pueden generar mecanismos de cambio y alternativas para mejorar la situación de derechos humanos.
El objetivo de nuestro grupo es reforzar su labor, atendiendo a algunas de las necesidades señaladas. Si apoyamos a los defensores y defensoras, lo estaremos haciendo a todas las personas y comunidades que se benefician de su trabajo por los derechos humanos. Y estaremos mejorando la situación de derechos humanos de todas ellas.
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