¿DE VERDAD SE LLEVA ESO DE SEGUIR A ALGUIEN? – Óscar Alonso

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¿DE VERDAD SE LLEVA ESO DE SEGUIR A ALGUIEN?

Óscar Alonso

oscar.alonso@colegiosfec.com

Recuerdo con cariño mis años de catecúmeno de Confirmación y, años más tarde, los años de catequesis universitaria. Y una de las sesiones que me vienen una y otra vez a la memoria es aquella en la que se hablaba de seguir a Jesús, del seguimiento de Jesús. Resultaba que se podía ir tras las huellas de Jesús de tres modos diferentes:

  • Se podía ser simpatizante: era el modo de seguir a Jesús de aquellas personas a las que lo que hacía y decía les encandilaba. Aquel Jesús les caía bien, les caía simpático. Eso sí, más allá de la simpatía no había nada más. Era un discipulado a distancia, ocasional, superficial. Una especie de pasatiempo amable, pero poco más.

 

  • Se podía ser partidario: este era el modo de seguir a Jesús de aquellos que simpatizaban con él y en algunas ocasiones tomaban parte de lo que decía o hacía. No eran meros simpatizantes, había algo más, aunque no lograran ser movilizados internamente por aquel Jesús. Les parecía bien lo que decía, les gustaba lo que hacía y querían imitarle, pero la empresa se les hacía mucho y eran partidarios a tiempo parcial. No existía un compromiso de permanencia. Era un seguimiento emocional que, además, coincidía con el anhelo profundo de querer hacer algo por los demás. Pero no como una vocación, sino como algo todavía muy limitado temporalmente y guardando ciertas distancias.

 

  • Y, finalmente, se podía ser seguidor. Los seguidores eran simpatizantes (Jesús les caía simpático), eran partidarios (participaban y tomaban parte de lo que él decía y hacía) y, además, le seguían a donde quiera que fuera. Su vida entera ya no se reconocía si no era junto al Maestro de Nazaret. Sus modos de proceder, su manera de ver y mirar el mundo, su trato con los otros, sus palabras, sus gestos y sus acciones eran como las de Jesús: palabras de esperanza, gestos solidarios y acciones milagrosas. Su vida hablaba del Reino y transparentaba Reino. Eran felices junto a Jesús.

 

Necesitamos volver a integrar la vivencia de lo cristiano como algo más cotidiano

Recuerdo que al final de la exposición de estos tres tipos de discípulos de Jesús, había un par de preguntas centrales: ¿Con quién te sientes más identificado? ¿Quieres ser simpatizante, partidario o seguidor?

Me parecía entonces, y me sigue pareciendo ahora, que, este modo de presentar y sintetizar los diferentes modos de seguir a Jesús es muy gráfico y nos ayuda a situarnos y a hacer el propio examen diario: ¿Qué tipo de discípulo de Jesús soy yo? ¿Dónde me encuentro en este itinerario de seguimiento? ¿Hacia dónde camino? ¿Cómo es la calidad de mi seguir a Jesús en la vida cotidiana?

¿Qué tipo de discípulo de Jesús soy yo? ¿Hacia dónde camino?

Y es que estando las cosas como están (guerra en Ucrania, la inflación disparada, los precios prohibitivos de todo, el comercio mundial a merced de un par de economías, la política dedicada a todo menos a servir, la educación pactando con las rebajas, las democracias heridas de corrupción, las dictaduras campando a sus anchas, la violencia por doquier como modo de relación, la tecnología adueñándose hasta de lo que decimos y soñamos, el individualismo como marca de nuestro tiempo y la superficialidad como seña de identidad de un mundo acelerado y sin rumbo común), yo me pregunto si de verdad se lleva eso de seguir a alguien hoy. De seguirle en condiciones, no de que nos caiga simpático y nos sirva para participar en cuatro cositas muy bien preparadas, muy enamoradizas, con música bien hecha y encuentros con gente que lo ve todo como yo lo veo.

Hace unos días tuve el inmenso privilegio de participar en un retiro con Cristóbal Fones, el jesuita cantautor, cuya música y compromiso vital me acompañan desde hace años, y relataba cómo, después de asistir a una adoración con un numeroso grupo de gente joven, en el momento del compartir, preguntó a algunos de ellos que qué les había dicho el Señor Jesús. Y cuenta que aquellos que tenía más cerca se le quedaron mirando sin palabras, como si no hubieran entendido la pregunta. Cristóbal les intentó ayudar en la respuesta, subrayando que en la adoración el Señor Jesús nos habla y nos muestra muchos aspectos de su humanidad y de su divinidad, se nos revela como alimento para el camino. Fue entonces cuando una de las jóvenes allí presentes dijo: «Cristóbal, es que hemos estado con el Santísimo, no con el Señor Jesús».

Me llamó mucho la atención, y aunque seguramente se trate de un caso aislado y muy concreto, es posible que tenga algo que ver con lo que entendemos por tener una relación personal con el Señor y por seguirle. Porque, a fin de cuentas, seguir a Jesús no es cuestión (solo) de cuestiones puntuales y cultuales programadas, muy bien preparadas y mejor acompañadas, sino de practicar el evangelio de la alegría en el cotidiano vivir. Necesitamos, creo yo, volver a integrar la vivencia de lo cristiano como algo más cotidiano, como algo que es consecuencia de seguir a Jesús.

Recuerdo hace años una frase que leí que me hizo reflexionar mucho sobre mi fe y mi seguimiento. La frase decía: «No se sigue a Jesús porque se deja todo, sino que se deja todo porque se sigue a Jesús». Creo que en esta afirmación se resume muy bien la importancia que para un cristiano tiene el seguimiento de Cristo, acomodar su paso a la horma de Aquel que por nosotros nació, vivió, murió y resucitó.

Pienso a menudo en cómo debe ser mi seguimiento de Jesús en estos tiempos tan complejos, tan tecnológicos, tan de imágenes que nos encandilan, tan de leds potentísimos que nos atrapan, tan de modas y movimientos pendulares, pasajeros y arrolladores. Pienso a menudo cómo deberíamos los cristianos plantearnos y replantearnos nuestro seguimiento de Jesús. Y siempre finalizo mi reflexión con la sensación de que todo es muy diferente a otras épocas, y totalmente diferente a la época de Jesús, pero que hay algunos aspectos que son comunes a todas las épocas porque conforman el núcleo más primigenio de lo que denominamos el seguimiento de Jesús.

Si realizamos una lectura de los textos bíblicos, es fácil advertir que no todo el mundo seguía a Jesús del mismo modo, ni movido por los mismos intereses, ni con iguales objetivos y consecuencias. Podemos observar que hay personas que le siguen simplemente porque se sienten atraídos por su persona. Unos le siguen por iniciativa propia. Otros, sin embargo, le siguen por motivos superficiales. Otros porque el mismo Jesús les llama por el nombre. Unos se sienten atraídos por él de manera temporal, mientras otros lo acompañan día y noche. Unos le siguen por invitación de otras personas y algunos le siguen porque en él descubren una persona íntegra y luminosa o, sencillamente, como plenitud de una promesa. Y es que podemos decir que el seguimiento de Jesús es al mismo tiempo uno y diverso: uno porque tiene algunos rasgos que le son comunes, y diverso en su modo de traducirse y expresarse en la vida.

El seguimiento de Jesús es al mismo tiempo uno y diverso

Y es que, al leer los evangelios, con frecuencia encontramos la potente invitación-exhortación de Jesús: «¡Sígueme!», a la que suele seguirle la afirmación «y ellos le siguieron». Parece fácil. Nos hace pensar inmediatamente que la personalidad de Jesús debía ser arrolladora y su carisma difícil de resistir. Pero a los que leemos estos textos hoy, nos surge la pregunta de qué supuso para los que escucharon su llamada seguirle y qué significa seguir a Jesús para nosotros, hoy.

Los estudiosos afirman que hay diferentes tipos de seguimiento: un primer seguimiento formal, que consiste fundamentalmente en obedecer (cumplir) las enseñanzas de Jesús recogidas en los evangelios. Jesús parece más objeto de imitación que de seguimiento, y es visto como un hombre bueno, sabio y un maestro de vida moral y espiritual. El evangelio queda relegado a un simple código de preceptos a cumplir, reduciendo el cristianismo a una práctica moral y espiritual generalmente alejado de la historia real y que pocas veces baja a la praxis del compromiso por la justicia o el compromiso de mejora del mundo que es fundamentalmente el ser cristiano. Este modo formal de seguir a Jesús no lleva a las personas a tomarlo como ejemplo, sino que seguir a Jesús consiste apenas en obedecer e imitar sus virtudes.

También hay un seguimiento que podríamos denominar real, que considera la propia historia de Jesús como base del seguimiento. Este tipo de seguimiento traduce en palabras, gestos y acciones las palabras, los gestos y las acciones del mismo Jesús, puestas en contexto, actualizadas y encarnadas en la propia realidad. En este tipo de seguimiento Jesús no es un sabio sino un profeta que habla de su Padre y del Reino, un Reino que está ya entre nosotros. Jesús es la razón, lo primero y lo mejor que le ocurre a una persona en su vida. Se da un proceso real, vivible y visible de conversión personal.

Sea como fuere, el seguimiento de Jesús que los evangelios nos presentan nos ofrece algunas anotaciones para vivirlo en lo cotidiano, en nuestra vida real, desde la fe sencilla que tenemos y que buscamos que crezca y se traduzca en el diario vivir. Propongo las siguientes:

1.Para seguir a Jesús, Jesús ha de estar. Y ha de estar en el centro de nuestra vida. Los jóvenes están en construcción, como todos, pero en su caso en la construcción de toda una vida, buscando su proyecto vital, fundamentando su existencia y discerniendo su vocación. Esta es la primera anotación y la más importante: seguimos a Jesús si le conocemos, si queremos crecer en su conocimiento y si le reconocemos como Señor de nuestra vida, como Aquel en el que merece la pena fundamentar todo lo que somos. Los jóvenes deben acostumbrarse a leer el evangelio cotidiano y a encontrar en él a ese Jesús al que desean encontrar y seguir.

 

2.  Seguir a Jesús no es decir que se le sigue, es entablar con él una relación personal. Seguir a Jesús no es solo confiar en su persona, sino creer profundamente y apostar por una verdadera comunidad de vida y acción con él (Mc 3,14). Los jóvenes deben cuidar su amistad con Jesús, ahondando en su relación personal con él mediante la oración, el silencio, la contemplación y una sana vida espiritual.

3. Seguir a Jesús conlleva opciones radicales. El Evangelio es meridianamente claro en esto: si uno quiere ir tras Jesús debe reconocerse instado a dejar mucho y muchas cosas (Lc 14,26). La desapropiación es una de las cualidades del seguidor de Jesús (Mc 1,20; Lc 9,59-60; Lc 9,61-62). En un mundo en el que acumular y tener siempre más y mejor de todo, los jóvenes tienen en el Evangelio un espejo en el que examinar la calidad de sus rupturas y renuncias radicales. Están llamados a ir a la raíz de la propuesta evangélica, superando la superficialidad que a veces resulta tan llamativa y a la vez tan estéril.

4.Seguir a Jesús conlleva transformar sustantivamente el proyecto de vida. El Señor nos quiere a tiempo completo, no a ratos. A Jesús no se le sigue los domingos y las fiestas de guardar solamente. Seguir a Jesús requiere un cambio de profesión (Mc 1,17-18). A Jesús se le sigue todo el tiempo porque cuando se le sigue su proyecto es el de su seguidor. Los jóvenes están llamados a discernir su propio proyecto vital. Si este está fundamentado en Jesús, el proyecto de vida hablará del Señor en su vida.

5. Seguir a Jesús conlleva vivir fiado de Aquel que te ha llamado. El seguimiento exige vivir expuesto, reconocerse en la inseguridad, saberse cotidianamente enviado a la misión. Los jóvenes deben buscar un buen acompañamiento espiritual, ese que les procure la madurez propia de cada etapa. Seguir a Jesús no es fácil. Hacerlo bien acompañado es una opción fundamental.

6. Seguir a Jesús exige vivir en comunidad. La experiencia creyente del grupo de iguales y del resto de miembros de la comunidad es un buen recurso, imprescindible por otra parte, para crecer en un buen seguimiento de Jesús. En la comunidad es posible vivir con profundidad el anuncio, la celebración y el servicio, ámbitos constitutivos de los seguidores de Jesús.

Es posible seguir a Jesús en la vida cotidiana. Es posible vivir la vida cotidiana siguiendo en ella al Señor Jesús. Ojalá cuidemos los detalles centrales del seguimiento que nos presenta el Evangelio. Recordemos que los seguidores de Jesús estamos llamados «a sentir y a gustar de las cosas internamente» y exige tiempo de conocer con el corazón al buen Jesús. Porque, en verdad, se lleva eso de seguir a Jesús. Basta ponerse a tiro y perseverar en el seguimiento.

Es posible vivir la vida cotidiana siguiendo en ella al Señor Jesús