De la vida al credo y del credo a la vida – M Luz Sarabia Lavín ODN

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DE LA VIDA AL CREDO Y DEL CREDO A LA VIDA

Teología para jóvenes en el Centro Pignatelli de Zaragoza

Álex Escoda Coll sj y M.ª Luz Sarabia Lavín odn

luz.sarabia@cmaria.org

De la Vida al Credo y del Credo a la Vida surge de la necesidad de ofrecer un itinerario de formación enfocado a los jóvenes, de adaptar formatos para evitar tanto la lección magistral como la falta de contenido y de ofrecer un curso abierto a jóvenes de diversos ambientes y con diversidad de responsables.

La pregunta «¿en qué creemos los cristianos?» nos ha ido focalizando la intención de ir desmenuzando, en pequeñas dosis, los contenidos de nuestra fe y la atención, al dar respuesta desde la vida y la experiencia de acompañamientos del equipo coordinador del curso, a tantos interrogantes que nos suscitan tanto el Credo como la vida.

Los símbolos de la fe, también llamados «profesiones de fe» o «Credos», son fórmulas articuladas con las que la Iglesia, desde sus orígenes, ha expresado sintéticamente la propia fe y la ha transmitido con un lenguaje común y normativo para todos los fieles. (CIC 33).

En este curso se estudia la fórmula con que la Iglesia ha expresado desde antiguo sintéticamente la fe. A través del método de casos, el punto de partida son siempre situaciones reales o verosímiles extraídas de nuestras experiencias de acompañamiento, como decíamos anteriormente, pensadas a partir de los contenidos fundamentales de cada una de las partes del Credo (los artículos), con la finalidad de ir de la experiencia a la teoría para volver de un modo más pleno a la vida cotidiana. Por ello, hemos escogido como nombre De la Vida al Credo y del Credo a la Vida.

Para llevar adelante este proyecto se ha constituido un grupo de cinco personas, entre jesuitas, religiosas de la Compañía de María y laicos. La novedad de la propuesta consiste en la metodología. A imitación de las escuelas de negocios, se pretende confrontar a cada uno de los asistentes con situaciones reales, extraídas de la experiencia en el acompañamiento de personas y grupos de los responsables. 

El curso nace con vocación de poder ofrecerse en varias ediciones. En esta primera, contamos con dieciséis asistentes de procedencias diversas. Juntos pretendemos profundizar en el misterio de una fe que es, al mismo tiempo, personal y comunitaria, razonada y vivida. 

 

EXPERIENCIA DE UNO DE LOS PARTICIPANTES

Jorge Abad Martínez

Intentar describir brevemente esta experiencia es algo que se me escapa, porque la realidad está siendo mucho más compleja de lo que me habría imaginado. Me explico.

Pensaba que este curso iba a estar enfocado más a la teología, al ahondamiento en cuestiones dogmáticas complejas. Y, aunque así es, desde luego es completamente distinto a lo que tenía en mente cuando me inscribí. Tampoco es de extrañar, siendo que una de las máximas ignacianas es «déjate sorprender”. En las sesiones estamos abordando cada versículo, desmigándolo, pero desde la propia experiencia de nuestra fe. Desde nuestros miedos y nuestras dudas. Porque sí, analizando el Credo se tienen dudas. Y sí, tener dudas es bueno, hace que tu fe después sea más firme, más pura, más tuya. 

El Credo es la síntesis de los dogmas principales del catolicismo. Pero también es una declaración de intenciones. Es una forma de reafirmar lo que creemos, como yo pensaba, pero también es una expresión muy íntima de la fe de cada uno. Al fin y al cabo, aunque la prosa sea única, escrita en renglones bien rectos, bien sabemos todos que luego cada uno experimenta sus creencias de una forma única y conmovedora. El Credo nos une como hermanos, como hijos de Dios, como humanos, como seres criados. Pero es Dios, y nuestra relación con Él, lo que hace que los renglones torcidos que hay en cada uno de nosotros se tornen rectos.

 

Cuando decimos que creemos en «Dios, Padre todopoderoso»,

estamos afirmando que Dios es padre,

pero rompiendo los moldes de la paternidad/maternidad humana.

Y que es un padre todopoderoso en el amor a sus criaturas,

que no se arrepiente del mundo creado, sino que su amor,

con frecuencia impotente, es irrevocable.

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