Hola, nuevamente me acerco a este ágora donde poder compartir con chicos y chicas de la edad de mis hijos, reflexiones que quizá puedan seros de utilidad a alguno.
Hace poco escribía sobre una exposición misionera que se hizo en Vitoria hace 70 años, y me vino a la cabeza la típica evidencia de “qué diferencia hay de cómo se hacían antes las cosas”. Me explico. Hace años, y el cine quizá pueda ser una referencia muy válida para esta reflexión, si uno quería recrear una escena en el desierto o en la selva, no tenía más narices que, o bien grabar en el desierto o en la selva, o bien construir un decorado con todo detalle con la arena y las palmeras, o con la exuberante vegetación y las lianas. Y de cartón piedra, de tela o de ramas del bosque más cercano, de arena de la playa con sus conchas y todo, allí, en esos 10, 15 o 20 metros cuadrados se reproducía un trozo del desierto del Gobi o un pedacito de la Amazonía. Falso sí, pero con elementos tangibles. Hoy, muchos programas de diseño gráfico te permiten sacarte una foto en el sofá de tu casa, y luego hacer una foto en la que apareces montado en un camello.
Hacia dónde quiero ir, pues a que lo que hemos ganado en tecnología, calidad, y tiempo en unas cosas, lo hemos perdido en experiencia y contacto con la realidad-realidad. Hoy se impone la realidad virtual, la mentira disfrazada de verdad.
Las nuevas generaciones tenéis que estar al día de todos los avances, por supuesto que sí. Tenéis que dominar las técnicas de comunicación, de imagen y sonido, las redes sociales, ¡faltaría más! Pero, permitidme la sugerencia, nunca dejeis de vivir y experimentar aquellas realidades que os acerquen a los demás de verdad.
Además de las circunstancias que la vida os ponga en el camino, existen alternativas en las que además se os acompaña para que ciertas realidades las podáis tocar con vuestras manos, ver con vuestros ojos, y sentir con vuestro corazón. Estoy hablando de los voluntariados. Como voluntarios podéis acercaros, no de forma virtual, sino real, al mundo de la enfermedad, de la discapacidad, de la soledad, de la pobreza, de la marginación, de la exclusión, … el voluntariado puede llevarte a vivir en otras dimensiones que están a la vuelta de tu casa; a pocos kilómetros de tu ciudad, o al otro lado del mundo.
Acaba de comenzar el curso y, lo que debe centrar tu atención es aprovechar tu tiempo de formación, pero, por qué no, vete soñando con las próximas vacaciones, donde quizá una parte de ellas puedas emplearla en vivir una experiencia en 4D, la dimensión humana, la dimensión afectiva, la dimensión lúdica y la dimensión espiritual. Ya verás cómo todo lo que compartas en las redes sociales no precisa de filtro ni programa de edición alguno.