Para hacer efectiva nuestra fidelidad y responder a los caminos que nos enseña el Señor, necesitamos reflexionar sobre lo que Él quiere de nosotros y orar.
Es lo que Jesús hace en el desierto, a donde va empujado por el Espíritu. Va a comenzar su predicación del Reino y necesita orientar su vida.
Aparece la tentación. El evangelista Marcos, a diferencia de los otros evangelistas, no especifica en qué consiste la tentación de Jesús. Pero, sin duda, se refiere al modo de proclamar el evangelio y realizar su misión.
La tentación afecta muchas veces a nuestras opciones fundamentales de vida. No es lo mismo decidir el amor y la entrega que decidir el egoísmo y la despreocupación de los demás.
Al mismo tiempo, el que se entrega generosamente tendrá que cuidar que esa entrega, bajo apariencias virtuosas, no encierre culto al yo, afán de dominio, utilización de las personas, siembra de enemistades, etc. A pesar de las apariencias, no todo lo que se me ocurre es necesariamente bueno
“Las tentaciones llaman al lado más oscuro del hombre, a las potencialidades, presentes en cada uno de nosotros, de egocentrismo ilimitado, de soberbia y presunción, de ambición despiadada, de deshonestidad y engaño; potencialidades de odio, hostilidad y abuso de los otros, sea persuasivamente, sea brutalmente. Son capacidades latentes, escondidas en una variedad de actitudes virtuosas a simple vista, de valores aparentemente auténticos, de comportamientos pretendidamente respetables…
La tentación se afronta con el esfuerzo de poner al desnudo la falsedad de ciertas ideas, de ciertos credos, afectos, deseos, imágenes y tareas; tratando de reconocer todas esas cosas por lo que son en realidad ante Dios” (John Navone).
Sin embargo, no hay que asustarse por encontrar en uno esa mezcla de intenciones nobles con otras no tan puras. No hay que desistir de buscar el bien y hay que superar la tentación purificando las motivaciones y enderezando el rumbo. Una oración de san Bernardo expresa gráficamente esa posibilidad de rehacer o perfeccionar una orientación o unas motivaciones iniciales imperfectas: “Lo que no comencé por ti lo continuaré por ti”.
Convertíos y creed en el evangelio, dice Jesús tras haber superado la tentación. Nuestra tentación puede estar en creer que no tenemos nada que cambiar en nuestras actitudes y en nuestra conducta. La Cuaresma, tiempo de “desierto”, es una llamada a recapacitar sobre aquello que tenemos que cambiar en nuestras actitudes y en nuestra conducta.
En aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas, y los ángeles le servían. Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: “Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio”. (Mc 1,12-15)
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