Hace unas semanas, una joven de 18 años del último curso del colegio, me preguntaba con gran decepción que si para ser animadora del Movimiento Calasanz debía recibir la Confirmación (o sea, si era necesaria la fe). La pregunta en principio era solo una cuestión técnica sobre los requisitos para ser acompañante de grupos, pero detrás de la duda hay en sí mismo mucho por decir.
Es evidente que cuanto más pasa el tiempo estamos más expuestos a ver cuestionadas hasta las más profundas convicciones de nuestra vida; es el dilema actual de muchos de nuestros muchachos en el colegio, e incluso en nuestros grupos extraescolares.
Una de las alternativas más recurrentes ante esta realidad es hablarles de Dios ”sin “Dios”. Presentar una propuesta pastoral desde los “valores humanos” del Evangelio sin presentar el Evangelio. Es cuando pasamos a un cristianismo sin Cristo, porque Jesús se hace tan humano que le restamos esa mística necesaria para la vida, la que nos cautivó a muchos y que nos fortalece en los momentos de dificultad.
Pues mi respuesta a la chica fue que sí, que para acompañar a otros jóvenes en el camino de la fe y la vida desde nuestra propuesta pastoral, hace falta dar “saltos de fe”, que la Confirmación es un compromiso de ser militante de la esperanza y la solidaridad, ser constructor de un mundo mejor, soñador de una sociedad más justa… claro que sí. Pero todo esto no sólo desde la mera voluntad (que ya es decir bastante), sino desde la dimensión de transcendencia que nos define como cristianos, desde la misma opción desde la que partió Jesús: hacer la voluntad del Padre, confiarse en sus manos.
Si no promovemos la fe nosotros los cristianos, ¿quién lo hará por nosotros? Seguro que habrá otros, seguro que sobrarán las ofertas para llenar la dimensión espiritual que todos tenemos, seguro que nuestros muchachos estarán expuestos a muchas invitaciones muy atractivas, pero ¿esas ofertas les llevarán a construir un mundo mejor desde los valores del Evangelio? Lógicamente la promoción de la fe es uno de los planteamientos más claros que debemos tener en nuestras acciones pastorales, no es que esté en juego el crecimiento del número de miembros de la comunidad, lo que está en juego es la misión misma, la cual depende de nuestra fe y no de nuestra voluntad