CORPUS CHRISTI, el recuerdo de Jesús – Juan Carlos de la Riva

Hoy es el día del Cuerpo de Jesús.

Hoy recordamos a Jesús con el regalo de su cuerpo.

UNA DECISIÓN PENSADA DE JESÚS. QUIZÁ LA ÚLTIMA.

La última cena es una decisión pensada de Jesús.

La pasión no, la pasión es pasividad, dejarse hacer por los hombres, y por Dios.

En esta noche no quiere estar sólo. La soledad no es buena. Quiere enseñar a soportar la cruz.

Otros discípulos y discípulas, no selectivo, siempre estuvieron otros…

Todas sus comidas y cenas fueron un símbolo del banquete del Reino, todos invitados, los más pobres, todos iguales, todos hermanos…

Y Jesús no sólo pensaba en esa última cena. Tb pensaba en esta eucaristía de hoy. Tú ya estabas en la mente de Jesús cuando preparó aquélla cena, cuando pensó qué palabras elegir para mirar a los ojos a cada apóstol, y también a ti.

Jesús sabía que la ibas a recordar.

Pero ¿por qué tú y yo hemos venido aquí?

NO QUEREMOS OLVIDAR – NECESITAMOS RECORDAR.

Estamos aquí esta noche porque no queremos olvidar. No queremos olvidar nunca cómo vivió y murió Jesús. No queremos olvidar nunca cómo se preocupó de los pecadores y abrió su corazón a sus sufrimientos. No queremos olvidar cómo sanó a los enfermos y consoló a los que sufrían.

Pero de una manera especial queremos recordar, en esta noche santa, cómo comió y bebió con sus amigos más íntimos. Queremos recordar cómo su gracia disipaba el sentimiento de culpa de los corazones humanos. Queremos recordar cómo su gran compasión daba valor a los que se sentían aplastados. Y cómo daba fuerza a los que se sentían derrotados.

Es bueno que recordemos cómo eran las cosas entonces y saber cómo son aún hoy las cosas. Cuando partimos el pan y compartimos la copa en su Espíritu, Jesús está realmente presente entre nosotros. Nos invita a salir de la escasez a la abundancia, del pecado a la salvación, de la soledad al amor, del aislamiento a la comunidad.

EL PAN PARTIDO

Rompe el pan y va distribuyendo un trozo a cada uno. Todos conocen aquel gesto. Probablemente se lo han visto hacer a Jesús en más de una ocasión. Saben lo que significa aquel rito del que preside la mesa: al obsequiarles con este trozo de pan, Jesús les hace llegar la bendición de Dios. ¡Cómo les impresionaba cuando se lo daba a los pecadores, recaudadores y prostitutas! Al recibir aquel pan, todos se sentían unidos entre sí y con Dios.

Pero aquella noche, Jesús añade unas palabras que le dan un contenido nuevo e insólito a su gesto. Mientras les distribuye el pan les va diciendo estas palabras: «Esto es mi cuerpo. Yo soy este pan. Vedme en estos trozos entregándome hasta el final, para haceros llegar la bendición del reino de Dios. Quiero alimentarte siempre…

¿Te acuerdas de tu primera comunión? Cuando Jesús te llenó, te alimentó… ¿Te acuerdas de tantas eucaristías? Hoy vas a tomar también ese pan, tómalo cómo la primera vez… No fue ese el primer beso?

Y tu confirmación, o el día en que dijiste que serías catequista, y te viste frente a esos muchachitos, o entraste en la legión.

LA SANGRE DERRAMADA

Todos conocen el rito que se acostumbra. Hacia el final de la comida, el que presidía la mesa, permaneciendo sentado, cogía en su mano derecha una copa de vino, la mantenía a un palmo de altura sobre la mesa y pronunciaba sobre ella una oración de acción de gracias por la comida, a la que todos respondían «amén». A continuación bebía de su copa, lo cual servía de señal a los demás para que cada uno bebiera de la suya. Sin embargo, aquella noche Jesús cambia el rito e invita a sus discípulos y discípulas a que todos beban de una única copa: ¡la suya! Todos comparten esa «copa de salvación» bendecida por Jesús. En esa copa que se va pasando y ofreciendo a todos, Jesús ve algo «nuevo» y peculiar que quiere explicar: «Esta copa es la nueva Alianza en mi sangre. Mi muerte abrirá un futuro nuevo para vosotros y para todos». Jesús no piensa solo en sus discípulos más cercanos.

El pan y la copa de vino les evocarán antes que nada la fiesta final del reino de Dios; la entrega de ese pan a cada uno y la participación en la misma copa les traerá a la memoria la entrega total de Jesús. «Por vosotros»: estas palabras resumen bien lo que ha sido su vida al servicio de los pobres, los enfermos, los pecadores, los despreciados, las oprimidas, todos los necesitados… Estas palabras expresan lo que va a ser ahora su muerte: se ha «desvivido» por ofrecer a todos, en nombre de Dios, acogida, curación, esperanza y perdón.

Tus historias dolorosas, como de sangre derramada…

Una historia nos hace pensar… Era la fiesta de 26 aniversario de un matrimonio… no era como el 25 aniversario, que fue todo un evento… Ahora estaban sólo los más amigos…

Cenaron juntos y brindaron por la vida y el amor. La conversación estaba muy animada y se hablaba de todo un poco: deporte, política, y hasta de los trabajos de los hijos e hijas, de los que cada padre o madre ostentaba mayor orgullo.

En mitad del jolgorio, ella trajo una gran caja de cartón cerrada y la plantó en medio de la mesa, apartando copas y platos. Él la miró sorprendido… “¿Ahora quieres que veamos esto?” “¡Claro!” dijo ella “”Cuándo sino? Este es el momento perfecto”.

Él supo que no había nada que hacer y se resignó arrellanándose en el sofá, a la espera de que ella comenzase su presentación. Porque se trataba de eso, una presentación de una historia de amor.

“Esta es la caja de nuestros recuerdos” Todos aplaudieron la decisión de ella de abrir ese baúl de recuerdos, y pronto se despertó la curiosidad de todo el grupo. Ella abrió la caja lentamente y ante la vista de todos aparecieron muchos objetos diversos. Según iban apareciendo, ella iba explicando.

“Mirad, este examen con un 8,5 es muy importante. Fue la ocasión de que nos conociéramos… bueno, nos conociéramos más que como simples compañeros de clase. Resulta que yo era muy torpe con las matemáticas, y más con las derivadas e integrales. Y Patxi tuvo la amabilidad de ofrecerse a venir a mi casa y explicarme el asunto. Algo más le interesaba, seguro… Pero ahí fue como comenzó nuestra amistad, que luego se haría amor.

Sí, la declaración tiene que ver con este patito porque fue en el parque de los patos cuando nos besamos por primera vez y nos sentimos pareja. Cuando cumplimos un año de este gran evento del beso, Patxi me regaló este patito tan simpático…”

Y así fueron apareciendo mil y un objetos que apuntaban a tantos otros recuerdos bonitos.

Pero uno de aquellos objetos dejó a todos en silencio. Era una ropita de niña. Todos supieron, sin necesidad de palabras de quién era. Era la primera hija de aquél matrimonio, fallecida con seis meses de vida, porque nació con una cardiopatía.

Su voz no tembló cuando ella agarró la ropa entre sus brazos y la apretó contra su pecho.

“Carla fue el dolor más grande de nuestra vida, y también la alegría más inmensa. Tras su muerte caí en la depresión más profunda, como todos sabéis. Y Patxi me demostró su amor más grande, sacando adelante nuestra relación. Y todas vosotras y vosotros, os hicisteis cercanos, amigos… más que nunca. Desde entonces hemos sido una piña. ¿No es cierto?

Y también la fe comenzó a crecer en mí, gracias a vuestra fe. Me demostrasteis que el amor siempre triunfa, y que Carla cumplió su misión en el mundo enseñándonos a amarla con locura, a ser padre y madre de verdad, a ser nosotros comunidad en el dolor, para serlo también en la alegría. El recuerdo de Carla nos unió, y lo sigue haciendo. También el de Jesús.

No pudo seguir hablando. No hacía falta añadir nada más.

¿Será también Jesús, el recuerdo de su cuerpo, cada eucaristía, quien nos haga más capaces de amar como él, de ser comunidad, de servir, de proyectar?

 

Lectura del santo evangelio según san Marcos (14,12-16.22-26):

El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos: «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?»
Él envió a dos discípulos, diciéndoles: «Id a la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo y, en la casa en que entre, decidle al dueño: “El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?” Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena.»
Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua.
Mientras comían. Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo: «Tomad, esto es mi cuerpo.» Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio, y todos bebieron. Y les dijo: «Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios.»
Después de cantar el salmo, salieron para el monte de los Olivos.

Palabra del Señor

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