Iñaki Otano
En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo. Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al final sintió hambre. Entonces el diablo le dijo: “Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan”. Jesús le contestó: “Está escrito: ‘No solo de pan vive el hombre’”.
Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo, y le dijo: “te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me lo han dado y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo”. Jesús le contestó: “Está escrito: ‘Al Señor tu Dios adorarás y a él solo darás culto’”.
Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo: “Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: ‘Encargará a los ángeles que cuiden de ti’ y también ‘te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras”. Jesús le contestó: “Está mandado: ‘No tentarás al Señor tu Dios’”. Completadas las tentaciones, el demonio se marchó hasta otra ocasión. (Lc 4,1-13).
Reflexión:
Una de nuestras mayores dificultades es escoger entre una cosa que nos produce placer inmediato, que tenemos al alcance de la mano, y otra que no nos ofrece una satisfacción inmediata pero intuimos que está más en sintonía con nuestras exigencias profundas de persona. Es la elección entre lo corto e inmediato, por un lado, y lo largo y profundo, por otro.
Las tentaciones de Jesús expresan estas opciones que se presentan en nuestra vida. Existe la tentación de adorar un ídolo, porque está al alcance de la mano, y de prescindir de Dios, en quien podemos encontrar el sentido de la vida y, por tanto, la felicidad y la libertad..
Adorar a los ídolos nos lleva a la esclavitud, a las cadenas que nos impiden andar por un camino humano. Querer tener siempre más a cualquier precio, desear el poder aplastando a las personas y traicionando los principios, buscar la gloria personal valorando más la apariencia que la verdad, son formas de adorar a esos ídolos que nos crean ansiedad y malestar interior.
Felicidad y libertad son dos aspiraciones humanas irrenunciables. Y son también valores evangélicos. El problema suele estar en qué es lo que se entiende por felicidad y libertad y qué hay que hacer para conseguirlas. Luchar contra la tentación puede significar luchar por la verdadera felicidad y libertad saliéndose de eslóganes y convencionalismos que no hacen precisamente a la persona y a la sociedad más humanas. En las opciones personales, no dejarse atrapar por lo que se ha venido a llamar “políticamente correcto”.
“Lo políticamente correcto es aquello que suena bien a los oídos de las mayorías, aunque sea mentira y contraproducente a largo plazo. El Evangelio y la vida cristiana exigen a veces de los cristianos que se pongan a la contra, no por sistema, sino por convicción. No se trata de aislarse o autoexcluirse del común de los mortales; se trata de no traicionar valores irrenunciables sencillamente porque no se llevan” (Felicísimo Martínez).
Jesús no se ha dejado embaucar por falsos valores que, con el señuelo de felicidad o libertad inmediatas, deshumanizan y destruyen a la persona.