La Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica (CIVCSVA) organizó del 1 al 3 de diciembre, en Roma, un Congreso sobre Pastoral Vocacional y Vida Consagrada. Este encuentro se puede enmarcar dentro de la preparación de la próxima XV Asamblea General del Sínodo de los Obispos que se celebrará en octubre del 2018 sobre «Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional», aunque se refiera más explícitamente a ello la futura reunión pre-sinodal del 19 al 24 de marzo entre jóvenes procedentes de diferentes partes del mundo en la que éstos expresarán sus expectativas y deseos, así como sus incertidumbres y sus preocupaciones frente a los complejos acontecimientos del mundo actual.
En medio del Congreso Internacional Pastoral Vocacional y Vida Consagrada. Horizontes y Esperanzas, el papa Francisco envió un mensaje a sus participantes en el que aportaba convicciones y desafíos. En la primera de las convicciones subrayaba que «la pastoral vocacional ha de colocarse en estrecha relación con la evangelización, la educación en la fe, de forma que la pastoral vocacional sea un verdadero itinerario de fe y lleve al encuentro personal con Cristo». A partir de aquí pensé la siguiente reflexión:
Pocos discuten la importancia de «la fuerza del grupo» en la educación. La socialización no es solo un fin primordial de la educación, también está en su origen y entre los medios necesarios para que sea posible. Tampoco se ha dudado nunca de la relevancia del «grupo» en la evangelización o dicho, en otros términos, de las comunidades cristianas que nacen en torno a la figura de Jesús y perpetúan su mensaje a lo largo de la historia. Curiosamente Jesús es el Enmanuel, el Dios con nosotros… ¡no el Dios conmigo! Dios se hace Señor caminando entre nosotros y nos invita a seguirle en grupo.
Cada congregación religiosa tiene en sus orígenes un grupo de hermanos o hermanas («amigos en el Señor» se llamaban entre los primeros jesuita) que han sabido acompañar al fundador o fundadora de la congregación en su liderazgo y han posibilitado entretejer el nacimiento y la expansión primera de la congregación. ¿Nos referimos a ellos suficientemente cuando realizamos pastoral juvenil y pastoral vocacional? ¿Conocemos suficientemente bien las historias sucedidas entre ellos, las afinidades y las distancias, las empresas que les unieron, las dificultades que superaron y las alegrías que compartieron? En el momento de intuir una posible llamada a la convocación, cuándo se quiera traer a colación la historia de grupos humanos que han emprendido tareas evangelizadoras que han perdurado en el tiempo, tal vez cuando se desee conversar sobre experiencias reales de personas que unidas han sembrado la semilla del Reino… ¿no sería aconsejable conectar más con los «grupos fundadores»?
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