Joseph Perich
Un día, un hombre sabio clamó al cielo buscando una respuesta. Encabezaba un grupo de personas piadosas que oraban por la paz, y para que se acabara el hambre en el mundo…
La pregunta que hacían era:
-¿Cuál es la clave, Señor, para que el mundo viva en armonía?
Entonces, los cielos se abrieron y, después de un magnífico estruendo, la voz de Dios les dijo:
– Comodidad.
Todos se miraron entre sí, sorprendidos y extrañados de escuchar aquella palabra de la propia boca de Dios. Y el hombre sabio y piadoso preguntó de nuevo:
– ¿Comodidad Señor? ¿Qué quieres decir con eso?
Dios respondió:
– La clave para un mundo mejor es: “como di, dad”
Reflexión:
A un feligrés le acaban de quitar la catarata de un ojo, como un velo o «persiana» que le privaba de ver. Pocos días después ya ve su entorno nítido y con todo el estallido de colores. Incluso su rostro desprende más luminosidad.
Hay una «catarata» que cuesta más de quitar y la tenemos en los «ojos» del corazón: La comodidad, la pereza y la ley del mínimo esfuerzo. La comodidad parece ser uno de los objetivos prioritarios de hoy. Nos priva de ver y nos hace insensibles al sufrimiento, incluso de las personas más cercanas. No resulta extraño encontrarnos en cada esquina caras largas, incapaces de regalar una sonrisa.
Hace pocos días que estaba hablando largamente de pie con un anciano en una Residencia-Asilo de Blanes. Cuando mis frágiles rodillas ya no podían más, me doy cuenta de que otro residente con mucha dificultad me iba acercando una silla y después de una sonrisa luminosa, sin palabras, volvía a su sitio, él intuyó mi molestia.
Posiblemente este buen hombre podía tener alguna catarata en los ojos, pero seguro que no la tenía en el corazón. Me hizo feliz y ser feliz. Ahora bien, hechos así no se improvisan. Lo había practicado en su juventud con los compañeros, de mayor en la familia y en el trabajo…
Nuestra Comunidad parroquial debería convertirse en «consultorio» de aquel que nos puede ayudar a sacar las «cataratas de nuestro corazón», Jesús de Nazaret. Él es quien nos propone:
«Amaos los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que éste: poner la propia vida a disposición de aquellos que ama» (Jo 15 0, 12-13).
A ver si en este comienzo de curso nos ponemos todos manos a la obra: «Como, di, dad».