Hoy te voy a proponer que hagamos un ejercicio, una visualización. Tómate tu tiempo y busca un espacio tranquilo y cómodo. Cierra los ojos y comienza por prestar atención a tu respiración, sin alterarla, sin cambiarla, tan solo dándote cuenta de su ritmo, su intensidad. Deja que el aire entre y salga de tu cuerpo, a su ritmo, llenando y vaciando tu cuerpo. Y deja que, a ese ritmo, entren y salgan también las ideas, pensamientos, preocupaciones… todo aquello que te venga…
Ahora te invito a imaginar un río, desde su nacimiento, piensa cómo es, dónde nace, con qué fuerza surge y cómo va siguiendo su curso. Dedica unos minutos a contemplar ese río, imagina las veces que se pierde entre las montañas, o las veces que se hace más grande, los obstáculos que ha de superar, la fluidez de otros momentos…
Ese río eres tú, es tu vida, desde que naciste, es tu proceso vital, tu proceso de fe, desde su inicio, con sus corrientes bravas y serenas, sus amplitudes y sus sequías… pero siempre hacia adelante. Y en algún momento, ese río, se acerca al mar, el mar de una fe adulta, confirmada, insertada en un mar mayor.
Te invito a pensar en ese mar que te espera, que necesita de tu agua, y que te aportará agua y horizonte nuevo… ¿Qué esperas de él? ¿Qué te asusta? ¿Qué te gusta y no te gusta de lo que intuyes de él?
Quédate un momento contemplando ese río de tu fe y el mar al que llegas. Contémplalo con cariño, sea lo que sea lo que intuyes de él, y agradece este rato de tranquilidad, y cuando sientas que es momento, vuelve poco a poco a abrir los ojos y situarse en este lugar.
Si pensamos en la desembocadura de los ríos, la imagen que nos viene probablemente es serena, más o menos seca, más o menos amplia, más o menos limpia… pero serena. Es el agua del río, que ha seguido una trayectoria diversa, la que se funde en el agua del mar, agua de la misma naturaleza, que ya pasó por ser río, y que de nuevo lo será si el ciclo de la vida no se interrumpe.
Tratemos de imaginar así la desembocadura de los procesos de discernimiento en la fe. Es una preocupación clara hoy en día, ¿Qué ofrecer a los jóvenes en discernimiento? ¿Cuáles pueden ser las desembocaduras? ¿Por qué se alejan los jóvenes en proceso cuando llega ese momento de desembocar?
Tal vez si aquello en lo que «naturalmente» desembocan, no fuera muy diferente de lo que vienen viviendo como ríos, aunque sí más grande y en comunión con muchos ríos que forman el mar… Tal vez si el mar al que llegan siguiera realmente vivo y con posibilidad de seguir avanzando… los jóvenes no desviarían su cauce antes de llegar a él.
A veces nos empeñamos en hacer de esa desembocadura algo tan especial, apasionante, o radical, para seguir atrayendo el camino de estos jóvenes, que lo podemos convertir en otra etapa más del río, que no llega a fundirse con el mar. Proyectamos en ellos comunidades, fraternidades, al estilo de las de antes, pero con una decoración más juvenil, atractiva, que enganche… pero siguen sin desembocar.
Quizás la clave sea no ver ese mar como un mar muerto, estático, al que llegar, sino como un mar vivo y en construcción, que necesita de todas las formas de agua, las más viejas y los ríos que llegan para seguir generando corrientes, y olas, y vida en la profundidad. Tal vez tenemos que poner empeño en preparar ese mar que acoge, haciendo que se mueva para que quepan las aguas nuevas, Y dejar que esas aguas nuevas muevan el mar, sin dejar de ser mar, sin dejar de ser ríos, siendo algo nuevo en constante movimiento.
Dejemos que la naturaleza, la creación, ilumine también nuestra vida, nuestros discernimientos y preocupaciones. Como el mar está vivo y cambia el paisaje y a veces come espacio a la tierra o la tierra se lo come a él, así la Iglesia, el pueblo de Dios, ha de estar vivo, y moverse, y hacer hueco a lo nuevo sin destruir lo viejo, y tratando de que esta vida sea natural, el sueño de Dios, que no esté totalmente manipulada por las personas y sus intereses. Si la Iglesia viva, las fraternidades, no siguen ese sueño de Dios, corren el riesgo que corren los ríos y el mar, cuando el ser humano lo manipula a su antojo, el riesgo de desbordarse, secarse…
Así que te invito de nuevo a que hagamos un ejercicio de contemplación, de visualización… Busca un lugar tranquilo y cierra los ojos…