COEXIST: FORMAR, FORTALECER, FOMENTAR Y CREER – Óscar Alonso

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«La mayor parte de los habitantes del planeta se declaran creyentes. Esto debería provocar un diálogo entre las religiones. No debemos dejar de orar por él y colaborar con quienes piensan distinto. Muchos piensan y sienten distinto, buscan a Dios o encuentran a Dios de diversa manera. En esta multitud, en este abanico de religiones hay una sola certeza: todos somos hijos de Dios. Que el dialogo sincero entre hombres y mujeres de distintas religiones conlleve frutos de paz y justicia» (Papa Francisco, enero 2016).

En este mundo nuestro en el que la desinstitucionalización de la vivencia religiosa es sorprendente, en el que se nos va inoculando a todos, de manera sutil y casi imperceptible, qué es lo que es verdadero y qué no lo es, en qué hay que creer, en qué no se debe creer ya y qué método es el que se lleva y hay que probar sí o sí para alinear los chakras o puntos energéticos y mantener el espíritu sereno y feliz, se nos hace necesario y urgente detenernos a reflexionar un instante sobre la importancia que en la vida de los seres humanos tiene lo espiritual, lo religioso y el necesario diálogo interreligioso. Porque le pese a quien le pese, este mundo nuestro sigue siendo un mundo en el que el pluralismo religioso y cultural existen. Y no solo existen, sino que a veces genera problemas de entendimiento y convivencia, como todo lo humano, pero también posibilita la integración, la convivencia y el respeto hacia los otros contribuyendo así a la construcción de sociedades interreligiosas e interculturales.

Como afirma el papa Francisco, la mayor parte de los seres humanos creemos en algo. La mayor parte de los jóvenes también. Eso nos hace situarnos en unas coordenadas que no pueden olvidarse, arrinconarse ni ignorarse. La apuesta en el trabajo con los jóvenes, en el contexto que sea, sobre todo, en el mundo de la pastoral juvenil, debe abordar su formación en el hecho religioso, el fortalecimiento del diálogo en torno al mismo, el fomento de experiencias religiosas e interreligiosas con otros jóvenes y la posibilidad de creer en la diversidad, es decir de ser creyentes pertenecientes a distintas tradiciones religiosas y al mismo tiempo serlo con otros que «buscan o encuentran a Dios de modo diverso al nuestro». 

Formar, fortalecer, fomentar y creer en la diversidad. Y al escribir estas líneas me viene a la mente esta imagen que vi por primera vez hace ya muchos años.

 

Siempre me pareció, desde la primera vez que la contemplé, una síntesis preciosa de lo que deberíamos conseguir en torno al diálogo interreligioso con nuestros jóvenes.

Claro que lo primero que habría que hacer con ellos es aclarar algunos términos. Nuestra cultura, determinada por sintetizarlo todo, que acaba haciéndonos resumir todo en unos pocos caracteres, a veces nos lleva a usar de modo incorrecto términos que guardan relación entre sí pero que son y señalan significados y contenidos diversos. No hacerlo es simplificar demasiado y empobrecer aspectos que es importante no diluir ni confundir.

Espiritualidad y religiosidad

Muchos jóvenes se describen como jóvenes religiosos, otros se describen como jóvenes de condición no religiosa, aunque sí confiesan ser personas espirituales. Y esto es posible porque los seres humanos somos seres espirituales. Podemos afirmar que la espiritualidad es intrínseca al ser humano.

Los seres humanos trascendemos nuestra propia materialidad, de la que surge la conciencia y nuestra orientación trascendente o espiritual. Hoy hablamos de inteligencia espiritual y de competencia espiritual integradas como elementos que conforman lo que nos hace ser lo que somos.

Lo que debemos tener claro es que la vida espiritual no es otra vida, no es una vida paralela, sino que es «la vida» vivida de una determinada manera, bajo el impulso del Espíritu de Jesús, bajo su inspiración. Y que todos los ámbitos de la vida pueden ser vividos bajo este impulso: la vida de pareja, familiar, laboral, social… La espiritualidad no son cosas que tenemos que hacer sino el modo cómo vivimos lo que tenemos que hacer. Un modo de vivir lo que toca hacer con un Espíritu, el de Jesús. Y es que es evidente que podemos vivir movidos, alentados por distintos espíritus.

Por otro lado, las religiones aparecen como formas culturales, en unos espacios y tiempos concretos, en las que se manifiesta y expresa la dimensión del espíritu. Algunos autores afirman que «la religión no se acaba, sino que se transforma». Si queremos que los jóvenes valoren otras tradiciones religiosas, es necesario que las conozcan, que puedan experimentar cómo en ellas se busca, se encuentra y se experimenta a ese Dios en el que todos somos hermanos.

Si la vida espiritual es plantearnos la vida en clave de fundamento y horizonte eso supondrá que deberemos ayudar a los jóvenes a vivir la propia vida en sus distintos ámbitos con un fundamento y un horizonte. Un fundamento y un horizonte que no se dan a sí mismos, sino que les va siendo revelados, siempre dentro de una tradición religiosa concreta.

Sin espiritualidad no hay religión ni religiosidad que se mantengan en pie, con cierta solidez, fundamento y horizonte. Solo desde dentro será posible salir hacia afuera y dialogar con el que profesa otra religión o se siente partícipe de una espiritualidad concreta.

Los jóvenes y el diálogo interreligioso

Se me hace difícil, por no decir imposible, que exista un sano diálogo interreligioso cuando a veces el diálogo fe-cultura es tan pobre y limitado, no sé si porque hay poca fe, poca cultura o porque hemos perdido el sentido profundo que tiene el hecho de entrar en diálogo. Lo que sí tengo claro es que, ante la pluralidad de propuestas religiosas y espirituales existentes, la pastoral juvenil debe conjugar los verbos formar, fortalecer, fomentar y creer en todo lo referente al trabajo y acompañamiento de los jóvenesen torno al diálogo interreligioso.

Formarles para que conozcan de primera mano la riqueza del hecho religioso, el origen de las diferentes tradiciones, el significado de los ritos y de las celebraciones, la importancia de las fiestas y de los tiempos.

Fortalecer el diálogo con el que cree diferente a ellos, un diálogo que sea libre y globalmente responsable, autocrítico, constructivo y que recupere la mística como espacio común a todas las religiones, razón determinante para evitar y desterrar fundamentalismos, integrismos y dogmatismos que terminan con todo.

Fomentar experiencias interreligiosas, en las que los jóvenes aprendan a vivir, a orar y celebrar con otros jóvenes creyentes pertenecientes a otras religiones, con otras sensibilidades, con otros modos de buscar y encontrar a Dios.

Creer y crecer en la diversidad como un valor no como una amenaza. Acompañarlos en el proceso de comprender con hondura y profundidad que las diferentes religiones comparten la famosa regla de oro del «amor al otro» que es mucho más fuerte e importante que todas las traducciones e implicaciones culturales de diferentes épocas.

Formar, fortalecer, fomentar y creer… y hacerlo para que los jóvenes redescubran en la experiencia religiosa un motivo más de humanización y desarrollo integral. Apostar por ello es, como afirma el papa Francisco, «promover un clima de armonía donde se tiende la mano a los demás a pesar de las diferencias religiosas».

La espiritualidad no son cosas que tenemos que hacer sino el modo cómo vivimos lo que tenemos que hacer

Ante la pluralidad de propuestas religiosas y espirituales existentes, la pastoral juvenil debe conjugar los verbos formar, fortalecer, fomentar y creer

Formar, fortalecer, fomentar y creer… y hacerlo para que los jóvenes redescubran en la experiencia religiosa un motivo más de humanización y desarrollo integral

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