Joseph Perich
Había una vez un rey muy triste…que tenía un paje muy feliz.
El rey lo mandó llamar.- ¿Cuál es el secreto de tu alegría?
-Tengo mi esposa y mis hijos viviendo en la casa que la Corte nos ha asignado ¿cómo no estar feliz?
El rey no consiguió explicarse como el paje era feliz vistiendo ropa usada y alimentándose de las sobras de los cortesanos.
Llamó al más sabio de sus asesores.
-¿Por qué mi paje es feliz?
– Él está fuera del Círculo del 99… Lo vas a entender pronto. Haremos entrar a tu paje en el círculo. Si le damos la oportunidad, él entrara por sí solo. Esta noche te pasaré a buscar. Debes tener preparada una bolsa de cuero con 99 monedas de oro, ni una más ni una menos. ¡99!
Aquella noche, el sabio pasó a buscar al rey. El hombre sabio agarro la bolsa y le pegó un papel que decía: «Este tesoro es tuyo. Es el premio por ser un buen hombre. Disfrútalo y no cuentes a nadie como lo encontraste». Puso la bolsa en la puerta de la casa del paje y volvió a esconderse. Allí esperaron el alba. El sirviente, al salir de casa, vio la bolsa, leyó el papel, agitó la bolsa y al escuchar sonido metálico se estremeció, apretó la bolsa contra el pecho, miró hacia todos lados y entró; el rey y el sabio se arrimaron a la ventana para ver la escena. Había vaciado el contenido en la mesa. Sus ojos no podían creer lo que veían. ¡Era una montaña de monedas de oro! Empezó a hacer pilas de 10 monedas… y mientras sumaba 10, 20,30, 40, 50, 60… hasta que formó la última pila. ¿Son 99 monedas? es mucho dinero, pensó… pero me falta una moneda.
La cara del paje ya no era la misma, estaba con el ceño fruncido y los rasgos duros. Guardó las monedas en la bolsa y la escondió entre la leña.
Estaba dispuesto a trabajar duro hasta conseguir la moneda. Con cien monedas podría vivir tranquilo. Quizás pudiera pedirle a su esposa que buscara trabajo en el pueblo por un tiempo. Él terminaba su tarea en palacio a las cinco de la tarde, podría trabajar hasta la noche y recibir alguna paga extra.
El paje había entrado en el círculo del 99……
Una mañana, el paje entró a la alcoba real golpeando las puertas, y refunfuñando con mal humor.
-¿Qué te pasa? antes, reías y cantabas todo el tiempo…¡quedas despedido! – le dijo el rey.
Entonces el paje se dio cuenta de lo que había perdido al haber encontrado las 99 monedas. Hasta tal punto que un día decidió compartirlas con otros… Y solo entonces, al salir del “Círculo”, recuperó la sonrisa y la alegría.
TEXTO:
Este cuento nos lleva a las gasolineras, donde cada día comprobamos impotentes, como un centavo más al litro aparece en los pícaros ojos de sus máquinas. Como si ese centavo debiera ser la guinda de la felicidad, la moneda que hace cien, de unos invisibles «dragones» que viven impunemente a costa de los demás. Y para más «inri» todavía la culpa de la crisis económica la tendrá la ayuda que debemos dar a los inmigrantes que llegan en patera. ¡Cuánto más se tiene más se quiere, y menos se soporta que nos falte algo, ni que se trate de un capricho. Cuántas cosas cambiarían si fuéramos capaces de disfrutar compartiendo nuestros pequeños o grandes tesoros!
Pero, bajando a la arena del día a día, quien podrá negar que también nos encontremos por la calle a muchas personas que ríen las gracias de los ganadores o «enseñen los dientes»; pero ya no son tantas las que sonríen. Encontramos muchas personas que pretenden «ir de juerga» toda la vida, pero ya no son tantas las que viven alegres.
Es muy sintomático el hecho que está sucediendo en Inglaterra, donde el Ministerio de Sanidad ha aprobado una normativa para incentivar económicamente a las enfermeras de los hospitales que más sonrían a sus enfermos.
Cuánta razón tiene Thomàs Merton: «Es inútil preocuparte, año tras año de podar las mismas ramas de tu altísimo árbol. Ve a la raíz: la unión con Dios. Despréndete de todo y escóndete en ti mismo para reencontrarte con Él, en el silencio, donde está escondido contigo. Escucha lo que quiere decirte».
¡Seguro que habrás salido del círculo 99!