Cine Las ventajas de ser un marginado – Chema González Ochoa

De entre los centenares de películas sobre el mundo juvenil, tema sobre explotado por el cine, no es fácil encontrar obras que aporten calidad cinematográfica y cierta hondura en su temática y planteamientos. Pero haberlas haylas. La elección de Las ventajas de ser un marginado seguramente no será compartida por todos, pero aun sin ser la mejor ni dejar huella en el hecho fílmico, que dirían los pedantes, sí posee la honestidad, frescura y emoción suficiente como para dar juego a la reflexión y poner sobre la mesa de forma digna algunos aspectos sobre la confusión y sufrimiento de nuestros jóvenes. Además, tiene la virtud de atrapar no solo al público juvenil, sino a los padres de esos jóvenes gracias a una nostalgia noventera, en la que fácilmente nos podemos ver reflejadas algunas generaciones: la excelente banda sonora, la estética, y esa entrañable y perdida costumbre de grabar cintas de casetes…

La película es la adaptación y realización que hace el autor de su propia novela tras convertirse en un éxito de ventas. Nos narra las dificultades de Charlie, un chaval superdotado, con dificultades para hacer amigos en el instituto y que arrastra un par de heridas interiores profundas. Una de ellas la sabremos pronto, el suicidio de un amigo cercano, a quien le escribe las cartas por las que iremos conociendo su interior. La otra herida viene de su niñez y se nos mostrará dosificadamente, con una epifanía, hacia el final.

Entretanto, la vida de Charlie cambia cuando conoce a Patrick y Sam, dos hermanastros nada normales que le abrirán a un nuevo mundo de relaciones y situaciones. Charlie pasará a formar parte de un grupo de «marginados», todos con su propia personalidad y problemática.

Casi sin quererlo, las escenas nos irán introduciendo en el mundo juvenil lleno de sus dudas, amores, búsqueda de identidades y sueños de futuro, sin obviar problemas como las drogas, las relaciones sexuales, los vínculos familiares, el suicidio o los rechazos sociales. Todo ello contado con un especial cariño y sensibilidad en el retrato de los personajes, huyendo de clichés trillados y de excesos emocionales y visuales, tan queridos en estas obras de temática juvenil, sugiriendo sin jugar con el espectador. Y dejando siempre resquicios para la esperanza y el optimismo.

Otro de los logros de la película es el excelente uso de la música como elemento de integración y reconocimiento entre los protagonistas, pero también como vínculo emocional con el espectador, con una sobresaliente elección de la banda sonora con temas de The Smiths, Sonic Youth, Dexys Midnight Runners y el totémico Heroes de David Bowie.

Por destacar un pero, hubiera estado bien que desarrollase más la determinante relación familiar, esa presencia constante de los padres y hermanos, y del elemento religioso más allá de lo ritual.

En definitiva, posee el encanto de lo imperfecto que es capaz de emocionarnos por su sinceridad, honestidad y sutileza.