De puntillas, en uno de los pocos cines que todavía dan películas en versión original, sin apenas aparato publicitario, se ha escondido una de las más bella, dolorosa y sutil película estrenada en mucho tiempo. Imagino que cuando se publique esta crónica estará ya borrada de la cartelera y el público tendrá que buscarla en videoclub o en las páginas de descargas legales. Hagan el esfuerzo de verla, la hermosura, sinceridad e hipnotismo de la obra les merecerá la pena. Aunque anticipo que nunca será igual que descubrirla en la soledad oscura de un cine. Es película para degustar solo y en la oscuridad.
La historia es dura, con el reverso de luz y tinieblas de todo lo humano. Estamos en la Polonia de los años 60, donde las heridas de la segunda Guerra Mundial supuran y pudren todavía muchas vidas. Una adolescente, Anna, que fue abandonada en un convento católico siendo una niña, está a punto de hacer sus votos definitivos. Antes saldrá para conocer a su único familiar vivo, Wanda, una tía alcohólica, a la que no conoce. Comienza así un viaje al fondo oscuro del pasado familiar. Descubrirá que su verdadero nombre es Ida, que es judía y que toda la familia fue ejecutada con la llegada de los nazis, que la infamia no sólo la trajeron los extranjeros, ya anidaba en la propia sociedad polaca, y que lo que vino después fue otro paso más hacia el pozo de la degradación moral, un régimen estalinista y criminal del que es partícipe la propia tía de Ida. Con los años, Wanda, la que fuera fiscal del Estado y firmase sentencias de muerte contra los enemigos del comunismo, se ha convertido en un ser cínico, que ahoga su desgarro interno en mares de alcohol, toneladas de tabaco y sexo compulsivo.
Unidas, tía y sobrina, conocerán la verdad de su pasado y tomarán conciencia de su propio presente, frente al que deberán tomar decisiones. Y junto al dolor y el horror, a Ida también se le irá revelando un mundo lleno de posibilidades esperanzadoras. La belleza de la música, la alegría del baile, la existencia del amor, del sexo placentero…
Rodada en blanco y negro, porque no cabe pensarla en color, y en formato de 4:3, que da una pantalla cuadrada dejando siempre mucho aire sobre los personajes, lo que otorga una extraña rareza de antigüedad y a cada fotograma la sensación de un estudiado lienzo. La fotografía, la iluminación, los encuadres, el montaje, todo es preciso y milimétrico. Nada hay gratuito y todo está donde tiene que estar. Una vez vista, no puede imaginarse de otra manera, prueba inequívoca de la sabiduría de su autor, el polaco Pawel Pawlikowski, de quien este crítico lamentablemente no tenía vista ninguna de sus cinco películas anteriores. Desconociendo sus antecedentes, sólo apuntar, que, sin duda, en esta obra demuestra ser dueño de un estilo y de una capacidad narrativa a la altura sólo de un verdadero cineasta.
Los planos son sutiles y delicados, exactos en su ejecución. Cuadros muy pensados que trasmiten estados del alma, engarzados con elegancia e inteligencia. Esas preciosas imágenes iniciales del convento y los campos cubiertos por una nieve inmaculada, tan descriptivos del mundo interior y exterior en el que ha vivido la novicia, y que contrastarán con los campos roturados y embarrados de su regreso. Los hermosos primeros planos de los ojos de Ida o del desgastado rostro de Anne. La niebla agarrada a los árboles del bosque, el sol filtrándose sobre las lápidas de un cementerio, el humo denso de los locales, la atmósfera fría y sucia de los caminos, estampas todas de una belleza subyugante.
Los placeres que ofrece la vida frente al cumplimiento de los votos, la seguridad del enorme edificio conventual, la convulsión y la duda interna, el desahogo y el hallazgo, están maravillosamente caligrafiados con unos simples gestos y unas pocas palabras reveladoras, unos silencios y unas miradas llenas siempre de matices y sugerencias.
Obra valiente, de salvaje sinceridad, cruda como la luz que la alumbra, se eleva sobre todo por la ausencia de imposturas y subrayados. Ni siquiera sonoros. La música es diegética, forma parte de lo que escuchan los personajes. Mozart sonando en un tocadiscos, Bach en un ceremonia religiosa o el saxo de Coltrane interpretado por en una banda de jazz. Por cierto, magníficas todas las elecciones.
Descubrimos también a dos actrices sobresalientes. La joven Agata Trzebuchowska (Anna) sabe mirar a la cámara con la dulzura, la sorpresa y la inquietud de quien sale a la vida. Contenida, sencilla y honda. Enfrente, la catártica Agata Kulesza (Wanda), extraordinaria en su trágica supuración anímica. Sin artificios, le bastan su rostro y su sobria maestría gestual para acompañar a su sobrina por los complejos vericuetos del pasado familiar y de los caminos del presente, al tiempo que evidencia su insoportable estado interno.
Llevo días con ella en la cabeza, imágenes que me asaltan como recuerdos enfermos, y le doy vueltas a su misterio, y dudo, y sigo todavía perplejo en lo insondable. Recreo su extraña belleza y me afirmo en lo que comprendo. No dejen de verla si conciben el cine como un hermoso y enriquecedor interrogante.
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Ficha técnica
Título original: Ida
Año: 2013
País: Polonia, Dinamarca e Italia
Duración: 80 minutos.
Director: Pawel Pawlikowski.
Guión: Pawel Pawlikowski y Rebeca Lenkiewicz
Montaje: Jaroslaw Kaminski
Director de Fotografía: y Lukasz Zalm Ryszard Lenczewski .
Música : Kristian Selin.
Diseño de Producción: Magdalena Malisz
Vestuario: Aleksandra Staszko
Producción: Eric Abraham Piotr Dzieciol Ewa Puszczynska
Intérpretes: Agata Trzebuchowska (Anna/Ida); Agata Kulesza (Wanda); Dawid Ogrodnik (Lis); Jerzy Trela (Szymon); Adam Szyszkowsky (Feliks); Joanna Kulig (Cantante)
Sinopsis
En la Polonia comunista de principios de los años 60, Anna es un joven novicia que está a punto de tomar su votos perpetuos. Jamás ha salido del convento desde que fuera abandonada durante la invasión nazi de Polonia. No conoce nada del mundo exterior. Enterada de la existencia de una tía, Wanda, va a visitarla antes de dar el paso definitivo en su vida religiosa. Con ella descubrirá su pasado y el de su familia, y la sociedad que existe más allá de los límites del convento.
Algunas pistas de trabajo.
– ¿Te ha gustado o no la película?, ¿ha conseguido emocionarte y hacerte reflexionar?
– ¿Qué crees que es lo más interesante y el mensaje principal del relato?
– ¿Qué es lo que más te ha gustado de la historia?, ¿qué es lo que más te ha hecho reflexionar?, ¿y lo más original?
– En la película se trata el tema de la identidad, de lo que uno es por nacimiento, por vivencias, por lo aprendido y por el entorno, especialmente significativo todo ello en una sociedad cerrada como la polaca. Comenta todo ello a la luz de la película.
– ¿Qué ha ido forjando tu identidad a lo largo de tu vida?, ¿y qué peso tiene todo ello a la hora de afrontar tus decisiones vitales?
– ¿Son coherentes las decisiones finales que toman los personajes según el desarrollo de sus vidas?, ¿por qué? Comenta las respuestas.
– ¿Qué papel juega Dios y la religión en el personaje de Ida? Reflexiona sobre ello.
– La película también puede ser el origen de un debate sobre el holocausto judío y el antisemitismo en la Europa de la II Guerra Mundial. Dar pie para conocer mejor la historia de Polonia y el papel que la religión católica jugó contra el régimen comunista.
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