Cine: Francisco, el padre Jorge – Chema González Ochoa

El cine se ha ocupado muy pronto del papa Francisco, apenas dos años después de ser nombrado príncipe de la Iglesia apareció en las pantallas Francisco, el padre Jorge, dirigida por su compatriota, de origen gallego, Beda Docampo Feijó. El filme, que toma cuerpo del libro de Elisabetta Pique Francisco. Vida y revolución, nos descubre la vida del jesuita en el complicado Buenos Aires de la dictadura militar y los años posteriores. La mirada al pontífice nos la enmarca Ana, una periodista española no creyente, que siente una inequívoca admiración tras cubrir el cónclave de 2006, donde Bergoglio no fue elegido, pero sí el segundo más votado tras el cardenal Ratzinger. La película destila honestidad y es un buen acercamiento para conocer, en parte, cómo se fragua la intensa y atractiva personalidad del papa.

La plataforma Netflix, audaz y rápida, en 2016 rodó una serie de cuatro episodios, Llámame Francisco, que ahonda también en el nacimiento de la vocación religiosa del padre Jorge en su contexto familiar y vecinal del barrio bonaerense de Flores, así como los duros años de represión militar y su lucha contra la pobreza y discriminación social, ya como obispo y arzobispo de Buenos Aires. La narración es algo farragosa, pero no cae en la hagiografía fácil.

Sin duda alguna, el más meritorio intento de acercamiento cinematográfico al actual pontífice es el que en 2018 realizó el director de cine alemán Wim Wenders con el documental Francisco, un hombre de palabra. Wenders, uno de los grandes realizadores europeos, católico y confeso admirador del papa, realizador de obras maestras como Paris, Texas, pasó muchas horas entrevistando y acompañando a su santidad. El resultado es un documental con una larga entrevista, en plano muy corto y cercano, con esa mirada y sonrisa que tanto gusta a las cámaras. Los largos soliloquios papales se mezclan con imágenes de sus viajes, arropando y dando fuerza al discurso. En las palabras de Bergoglio encontramos todos sus temas, desde la ecología con la referencia inicial a la Laudato si, la pasión y alegría por los jóvenes, el sufrimiento compartido por los más débiles y necesitados, la necesidad de una vida austera y de la misericordia, la paz, el ecumenismo, el claro rechazo de la pedofilia eclesial, la necesidad de acompañar a la rampante soledad de las personas en el mundo modernos, así como el abandono de los mayores y la indiferencia ante la pobreza y la violencia.  El papa Francisco en estado puro.

Es el mejor documento fílmico realizado hasta la fecha, tiene magnetismo y fuerza, tanto por lo que dice como por la convicción y seducción que trasmite en su forma de decirlo. Las imágenes de Wender nos muestran al papa creíble, espontáneo a pesar de su magisterio, renovador y alegre, acogedor y esperanzado en un mundo complejo y cruel.

Desde un análisis más cinematográfico le falla el paralelismo que el director trata de hacer con la figura de san Francisco de Asís, utilizando la ficción y la estética de las pinturas de Giotto con unas no logradas transiciones en blanco y negro. Es la única parte del relato que desentona a pesar del encomiable esfuerzo de vincular el pensamiento de los dos religiosos separados por más de 800 años.