Lástima que la oferta cinematográfica fuese tan limitada en su calidad. Sin embargo ha habido un par de obras de esas que uno no olvida y por las que paga la entrada sin acordarse del IVA cultural ni de la madre de los políticos que lo parieron. Una de ellas ha sido, sin duda, la película de animación Del revés, de la que escribiremos con calma a continuación. La otra fue Phoenix, del director alemán Christian Petzold, profunda y enorme, que dejo citada y recomendada, aunque quizá en una posterior RPJ vuelva a ella.
Pete Docter, el mago de Pixar que ya nos había encandilado con Monster S.A., y con la obra maestra Up (Ver RPJ nº 456, octubre 2009) ha vuelto a crear una obra maravillosa, un deleite visual que posee la virtud de entretener y divertir a los más pequeños y de inquietar y hacer reflexionar a los mayores. Con las películas citadas, y la escritura de los guiones de Toy Story y Wall- E, Docter ya había demostrado que se puede hacer cine de animación para todos los públicos, con Del revés insiste en ello creando una obra llena de inteligencia, emoción y hondura. Desde luego un padre cincuentón, como quien suscribe, entendió y vio cosas distintas que su hijo de nueve años, pero salimos del cine con la misma cara de embeleso y satisfacción. Y, aunque por motivos muy distintos, deseando que, con urgencia, rueden ya la continuación.
No nos engañemos, no estamos ante una película típica de Disney, de fácil visión y digestión ligera, producto palomitero para la muchachada más joven que también entretiene a padres. En todo caso, Del revés es una obra adulta que disfrutan los menores por su espléndida concepción visual, por su divertida trama, por sus soberbios personajes. Docter, como ya hiciera con Up, va mucho más allá de los límites que hasta entonces tenía el universo de la animación y solo las mentes, corazones y sentidos adultos bien formados podrán captar su verdadero calado.
Narrada desde dos planos, Del revés cuenta las vicisitudes de Riley, una preadolescente que sufre un traslado familiar traumático dejando atrás su confortable vida en un idílico pueblo de Minesotta por una desconocida y enorme San Francisco. Será esta la espoleta que cambie por completo el estado emocional de la niña y convierta su cabeza en una especie de camarote de los Hermanos Marx, en el que las cinco emociones –Alegría, Tristeza, Ira, Miedo y Asco- absolutamente desnortadas y en ebullición nos muestren cómo funciona el cerebro de una joven de 11 años en plena crisis de crecimiento.
Entendida la emoción como una manera de percibir nuestro entorno que nos condiciona o impulsa a comportarnos de una manera, nuestra protagonista se verá inmersa en una vorágine emocional que no comprende, pero que el espectador va descifrando gracias a ese segundo plano narrativo que se desarrolla en su azotea.
Este juego de espejos entre lo que se ve y lo que se siente, entre lo real y lo imaginado, entre el cuerpo y el alma, si se quiere utilizar la dicotomía clásica, es puro cine, no en vano los sueños de Riley se convierten en realidad como si fuesen una película de Hollywood nada más cerrar los ojos.
Y lo que a priori podría pensarse como un relato espeso y confuso fluye con armoniosa ligereza, veteado de humor socarrón, gracias, en primer lugar, al relato de una historia común y cercana para cualquier chico/a de esa edad, bien urdida y con estética de video juego de modé y, al hermoso hallazgo de la del binomio ideas/emociones básicas, que el espectador visualiza como unos monigotes de colores primarios.
Así, somos guiados por un universo en el que descubrimos y “vemos” que en nuestro cerebro se articulan los recuerdos esenciales que configuran las “islas de la personalidad”, la base de nuestro equilibrio emocional y que se irán hundiendo para nuestra protagonista. A su vez, el cerebro acumula todo lo significativo de nuestra vida -maravillosa escena en la que la alegría arrastra a la tristeza a través de una biblioteca laberíntica, llena de canicas de colores, que representa la memoria a largo plazo- , incluidos los rincones más oscuros e inaccesibles como los del subconsciente donde recluimos miedos y problemas (como ese brócoli que persigue a la protagonista). Veremos también personajes de nuestra infancia, simbolizados en ese amigo imaginario que todos hemos tenido (una mezcla de elefante, delfín y gato de algodón) apoyo indispensable en la tarea de la alegría, y que inevitablemente irá diluyéndose durante el camino de crecimiento y comprensión de Riley…
Todo un viaje maravilloso por el que desfilan desde el razonamiento deductivo hasta los déjà vu y el pensamiento abstracto (magistral ese recorrido bidimensional con guiños a Kandinsky y Mondrian), para enseñarnos que los procesos de maduración y el alcance de la felicidad no están exentos de perdidas, fracasos y decepciones. Para quien esto escribe la más hermosa, sugerente y reveladora lección de la película: tan importante como la alegría es nuestra tristeza, pues sin ella, sin esa amargura que frena a la alegría, sería imposible crecer.
Hay tantas cosas escondidas en la obra, que podría seguir párrafos y párrafos destripándoles personajes y sucesos, pero dejo a su intelecto, a su imaginación y al debate que pueda suscitar el visionado una mejor exégesis.
La única nota negativa es que la película acaba donde realmente debiera comenzar. Porque todo lo que nos ha contado está muy bien, es divertido y pedagógico, pero y ahora ¿qué? A ver si hay talento y narices para contar lo que le pase a Riley en plena efervescencia adolescente. Si logra destripar el funcionamiento del cerebro humano a esa edad puede convertirse en uno de los grandes sabios del siglo XXI. ¡Atentos!
Ficha técnica
Título original: Inside out
Año: 2015
País: Estados Unidos
Duración: 95 minutos.
Director: Pete Docter
Guión: Pete Docter y Ronaldo del Carmen
Música: Michael Giacchino
Montaje: Kevin Nolting
Dirección de Arte: Bert Berry
Diseño de Producción: Ralh Eggleston
Producción: Jonas Rivera.
Poductora: Pixar Animations – Walt Disney
Sinopsis
El mundo estable y feliz de Riley, una niña de once años se derrumba cuando se tiene que trasladar con sus padres desde una pequeña ciudad del norte de Minnesota a San Francisco. Todas sus emociones se desatan y tendrá que poner orden en ese caos dominado por la Alegría, la Ira, el Miedo, la Tristeza y el Asco. Mientras asistimos al acomodo y a los disgustos que sufre Riley en su nueva casa vemos también como trabaja su cerebro y el complejo mundo de sus procesos emocionales.
ALGUNAS PISTAS DE TRABAJO
– ¿Te ha gustado o no la película? ¿Ha conseguido emocionarte y hacerte reflexionar?
– ¿Qué crees que es lo más interesante y el mensaje principal del relato?
– ¿Qué es lo que más te ha gustado de la historia?, ¿qué es lo que más te ha hecho reflexionar? ¿Y lo más original?
– ¿Te has reconocido en la película? ¿En qué situaciones, emociones y momentos?
– Intenta recuperar los mejores y peores recuerdos de tu infancia. ¿Te siguen marcando? ¿Cuáles son los que con más viveza permanecen?
– ¿Qué significa para ti crecer, madurar?
– ¿Cuáles son las islas de tu felicidad, que a veces se hunden o desaparecen definitivamente?
– ¿Puedes reconocer las emociones que hoy definen tu personalidad y las que mandan en tu forma de actuar? ¿Y los recuerdos?
– ¿Has pensado alguna vez que la tristeza puede ser también una emoción positiva? ¿Y la Ira, el Asco y el Miedo?
– ¿Cómo puede ayudarnos la tristeza en los procesos madurativos? ¿Y las otras emociones que aparecen en la película (Alegría, Ira, Asco y Miedo)?
– Jesús es verdadero hombre y verdadero Dios, como hombre, ¿en qué pasajes del evangelio descubrimos en él estas cinco emociones?
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RPJ 508. – junio 2015 -Cine, Del revés, educación emocional – Chema González Ochoa
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