CHRISTUS VIVIT: UNA LECTURA DESDE LA ESCUELA (II) – Leandro Giordano

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Leandro Giordano

Instituto Nacional Formación Pastoral Juventud Cardenal Pironio

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Continuamos la reflexión sobre los aportes de la Christus Vivit a la pastoral educativa y a la presencia evangelizadora en la escuela con este segundo artículo de los tres previstos. Los jóvenes, el «ahora» de Dios.

Uno de los aportes más interesantes del capítulo tres de la exhortación es el presentar a los jóvenes como un locus de revelación teológica y hermenéutica. Tal como lo sugiere ChV 64, hay que superar los paradigmas pastorales que entienden a los jóvenes desde la mirada futura, como un ser en preparación para un mañana en la sociedad o en la misma Iglesia.

La fuerza del «ahora» indica que es el tiempo oportuno para escuchar a Dios en ellos. No son solo destinatarios del anuncio, son también portadores del mismo. Hay que ofrecerles el anuncio en la escuela, pero sobre todo hay que escuchar lo que ellos también anuncian. Dice Mariana del Carmen González (2019):

«Reconocer a los jóvenes como lugar teológico supone que Dios nos habla, se impone y revela a través de sus vidas, búsquedas, sueños, inquietudes y proyectos (…) Son un lugar teológico, comprendido como realidad teológica, donde Dios se nos revela y nos invita a escuchar e interpretar los signos de los tiempos, discerniendo desde la mirada y el corazón de Dios. También son lugar hermenéutico que es posibilidad para reconfigurar la praxis pastoral».

Hay que ofrecerles el anuncio en la escuela, pero sobre todo hay que escuchar lo que ellos también anuncian

A partir de estas orientaciones, algunos pastoralistas que comentaron el Sínodo comenzaron a hablar de los espacios de escucha y la pastoral juvenil. Afirma Rossano Sala (2019):

«Escuchar a los jóvenes y dialogar con ellos nos inserta mejor en la historia concreta de los hombres. Y sabemos que Dios, a través de la encarnación, ha habitado la historia de los hombres. Por lo tanto, es claro que, si queremos encarnar mejor el Evangelio hoy, no podemos evitar confrontarnos con el mundo de los jóvenes y con sus vidas concretas. Ellos, entre otras cosas, pueden ser protagonistas de esta nueva forma de encarnar el Evangelio hoy. Y este es, en el fondo, el gran reto del Sínodo».

Estas reflexiones desafían también a la escuela. Si se desea conocer la revelación teológica en los jóvenes hay que habilitar decisiones que modifiquen la matriz institucional para proponer personas, tiempos, espacios y estructuras de escucha dentro de las instituciones.

Ahora bien, ¿qué dice la exhortación sobre la intuición de escuchar a los jóvenes? En Christus vivit, Francisco recuerda cómo la historia de salvación se nutrió de revelaciones en la vida de ellos. Desde el párrafo 5 al 21, se ofrece un recorrido bíblico veterotestamentario y neotestamentario que rescata historias de jóvenes en diálogo con Dios. Así la faceta del mismo Jesús joven es recuperada en el capítulo 2 de ChV, como así también el testimonio de María en ChV 43 a 48. Se destinan algunos párrafos a nombrar jóvenes santos que han continuado mostrando cómo los signos de los tiempos se manifiestan en la cultura juvenil de cada época. Encontramos este recorrido en los párrafos 49 a 62 de ChV.

Francisco extiende el desafío de prestar atención a los jóvenes de nuestro tiempo. En ellos hay testimonios nuevos de santidad. Expresa el deseo de que los jóvenes santos «intercedan por la Iglesia, para que esté llena de jóvenes alegres, valientes y entregados que regalen al mundo nuevos testimonios de santidad» (ChV 63).

La necesidad de escucha de las juventudes es, pues, una práctica de estilo sinodal que se debe ejercitar en la Iglesia. Ya lo dice Nathalie Bécquart (2020, p. 31-32), religiosa francesa consultora de la Asamblea, «durante todo el Sínodo mismo, que fue ante todo un prolongado ejercicio de escucha, se logró tomar conciencia de que la escucha es un verdadero y real acto teológico, ya que nos dimos cuenta de que es la forma en que Dios actúa con nosotros».

Inspirados en estas orientaciones de la exhortación, la escuela puede habilitar, si no los tiene, o resignificar espacios de escuchas individuales y grupales tales como los centros de estudiantes, los equipos de delegados, los mismos grupos de pastoral juvenil, la habilitación de la participación de jóvenes en los equipos de pastoral educativa, los espacios de interioridad áulicos o extracurriculares, los espacios sacramentales como la reconciliación, entre otros. Los agentes a involucrar también pueden ser variados. Se puede trabajar con la pastoral de escucha escolar, el rol de tutor y de preceptor, los catequistas, los mismos directivos y coordinadores de pastoral, agentes externos, capellanes, religiosas y religiosos, entre otros.

Ahora bien, la escucha debe ser atenta y sincera, que provoque espacios de acompañamiento, discernimiento y participación corresponsable transformando o modificando sustancialmente algunas estructuras, superando una escucha que recopila información para elaborar estrategias que amolden las necesidades a propuestas ya pensadas de antemano (Sala y Bécquart, 2020).

La escucha debe ser atenta y sincera, que provoque espacios de acompañamiento, discernimiento y participación corresponsable

Nathalie Bécquart, en su análisis de la experiencia del Sínodo, caracteriza la escucha de las juventudes también como un «laboratorio de vida eclesial»:

«Hemos escuchado de los jóvenes presentes —parte simbólica y significativa del Pueblo de Dios— testimonios de fe que nos han edificado, historias de salvación que nos han dado la oportunidad de tocar con la mano la acción del Espíritu Santo en la vida de los que se han dejado transformar por el encuentro con Cristo. Todos nosotros, y en particular los Padres sinodales, hemos experimentado un rejuvenecimiento, una fe renovada, un impulso misionero, un nuevo coraje…y, finalmente, una llamada a atreverse a inventar con valentía nuevas formas de ser Iglesia hoy, con fidelidad creativa, para estar más cerca de los jóvenes y caminar con ellos, dándoles, con confianza, mayores responsabilidades» (Sala y Becquart, 2020, p.41).

Estos análisis inspiran la recomendación de crear o fortalecer los espacios de pastoral juvenil dentro de las instituciones educativas para poder hacer experiencias de esos laboratorios de eclesialidad. Nuevas maneras de ser Iglesia pueden surgir también de los discernimientos y las experiencias de vivir la participación eclesial desde la escuela.

Algunos párrafos del capítulo séptimo de la exhortación brindan más orientaciones para pensar espacios institucionales. Francisco, hablando de los ambientes adecuados para los jóvenes, motiva a pensar en la necesidad de desarrollar y potenciar lugares de acogida para ellos, puesto que «la experiencia de discontinuidad, de desarraigo y la caída de las certezas básicas, fomentada en la cultura mediática actual, provocan esa sensación de profunda orfandad a la cual debemos responder creando espacios fraternos y atractivos donde se viva con un sentido» (ChV 216).

Los párrafos 217 a 219 resaltan la importancia de crear el sentimiento de hogar, potenciando lazos de colaboración y experiencias de grupo significativas, puesto que estas constituyen «un recurso para compartir la fe y para ayudarse mutuamente en el testimonio. Los jóvenes son capaces de guiar a otros jóvenes y de vivir un verdadero apostolado entre sus amigos» (ChV 218).

Ahora bien, la conformación de estos espacios debe superar el riesgo del intimismo y el aislamiento respecto a otras comunidades eclesiales (ChV 219).

Hay que confiar en su potencial renovador y creativo y confiar el presente y futuro eclesial en ellos

La pastoral juvenil, en general, y los espacios de grupos juveniles escolares, en particular, buscan contener a los jóvenes, pero también buscan potenciar la convicción de reconocerlos como locus de revelación. Hay que confiar en su potencial renovador y creativo y confiar el presente y futuro eclesial en ellos. En esta línea retomamos lo que expresa el deseo de Francisco en el último número de la Christus vivit:

«Queridos jóvenes, seré feliz viéndolos correr más rápido que los lentos y temerosos. Corran atraídos por ese Rostro tan amado, que adoramos en la Sagrada Eucaristía y reconocemos en la carne del hermano sufriente. El Espíritu Santo los empuje en esta carrera hacia adelante. La Iglesia necesita su entusiasmo, sus intuiciones, su fe. ¡Nos hacen falta! Y cuando lleguen donde nosotros todavía no hemos llegado, tengan paciencia para esperarnos» (ChV 299).