CHRISTUS VIVIT: UNA LECTURA DESDE LA ESCUELA (Y III) – Leandro Giordano

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Leandro Giordano

Instituto Nacional Formación Pastoral Juventud Cardenal Pironio

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Completamos la serie de tres artículos que ahondan en los aportes que la Christus vivit del papa Francisco nos hace a los ambientes educativo-pastorales vinculados a las instituciones educativas.

Dejar atrás el búnker 

Continuamos la reflexión sobre las aportaciones que la Christus Vivit nos hace a la escuela como ambiente educativo y pastoral. Nos centramos ahora en el capítulo séptimo de la carta, en cuyo apartado «Ambientes adecuados», Francisco da algunas orientaciones para el acompañamiento de los jóvenes en las instituciones educativas. Particularmente hay tres párrafos a recorrer, el 221, 222 y 223.

En el primer párrafo, Francisco reconoce que las escuelas son un espacio privilegiado para acompañar a los niños y los jóvenes, especialmente en la promoción de las personas (ChV 221). Los estudiantes transitan casi quince años de sus vidas en estos espacios compartiendo con la comunidad adulta los procesos de crecimiento, enseñanza y aprendizaje. Ahora bien, en este mismo párrafo, Francisco advierte que la escuela necesita una reflexión autocrítica porque quienes egresan, muchas veces, encuentran «una insalvable inadecuación entre lo que les enseñaron y el mundo en el cual les toca vivir» (ChV 221).

El papa utiliza la imagen del búnker para caracterizar a la escuela que no se deja permear por la realidad exterior, identificando lo de afuera como un error del que hay que proteger.

Claramente el primer desafío para quienes quieren inspirar su pastoral educativa en las líneas de la exhortación es el de revisar lo que los lasallanos llaman «dimensión cristiana de los saberes» (Leal, 2018). Es necesario abrirse al mundo de la cultura y de los saberes que en la escuela se enseñan. El Evangelio debe estar presente en dichos saberes. Esto implica un verdadero proceso de reflexión pedagógica sobre qué enseñar, cómo enseñar, pero, sobre todo para qué enseñar lo que se propone en los diseños curriculares.

Es necesario abrirse al mundo de la cultura y de los saberes que en la escuela se enseñan

La tarea es de todos los involucrados en el proyecto pedagógico escolar y no solo de las personas encargadas de los espacios de explicitación. Cualquier área curricular puede promover saberes orientados hacia la construcción de una cultura más fraterna, justa, solidaria, dejando atrás y criticando saberes que promuevan una cultura del descarte y la muerte. Esta tarea de los educadores de algún modo es una misión eclesial, y «la Iglesia siempre quiso desarrollar para los jóvenes espacios para la mejor cultura. No debe renunciar a hacerlo porque los jóvenes tienen derecho a ella» (ChV 223).

En el párrafo 223 se retoma la importancia de generar en la escuela preguntas, «para no ser anestesiado por la banalidad, para buscar sentido en la vida» (ChV 223). De esta manera se superan las lógicas de consumismo cultural y se habilitan auténticos procesos de pensamiento crítico y transformador. Algunas instituciones educativas, en los últimos tiempos, han optado por pedagogías críticas que conectan con el compromiso social como el aprendizaje-servicio, que vincula prácticas solidarias sostenidas y sistematizadas con procesos de aprendizaje curricular (Nieves Tapia, 2001), promoviendo un estilo de aprendizaje «en salida».

Realmente muchas escuelas católicas están siendo pioneras en la manera de encarnar y proponer a los jóvenes pedagogías críticas, comunitarias, transformadoras de la sociedad. Siempre es un buen consejo buscar en otras instituciones referentes para inspirar las prácticas propias.

Ahora bien, en el párrafo 222, Francisco sugiere recordar criterios señalados en Veritatis gaudium para potenciar el modelo «en salida» de las instituciones educativas. Ante todo, debe darse, como sugerimos anteriormente, la experiencia del kerygma. Se debe buscar favorecer también el diálogo a todos los niveles educando en la interdisciplinariedad y la transdisciplinariedad (ChV 222).

Estas convicciones conectan con el desafío de no solo pensar lo curricular en la escuela, sino también la matriz de aprendizajes, el estilo y las transversalidades que se sostienen (Leal, 2018). Dentro de las transversalidades, inspirándose en la exhortación, se fomenta la cultura del encuentro, la urgente necesidad de “crear redes” y la opción por los últimos, por aquellos que la sociedad descarta y desecha» (ChV 222).

Concluyendo

Estas son algunas lecturas que pueden hacerse de la exhortación desde la realidad de la escuela. Es importante entender que tanto educadores como los no docentes, los estudiantes y las familias conforman una verdadera comunidad eclesial dentro de las comunidades escolares, por ello urge también recibir, discernir, aplicar, reflexionar y dejarse inspirar por las orientaciones pastorales que son dadas a la comunidad creyente desde el magisterio.

La comunidad escolar está privilegiada por la presencia y permanencia de los jóvenes en ella, por ello es necesario no dejar de favorecer el estilo de acogida, de hogar en las instituciones escolares, ofreciendo el kerygma, habilitando espacios cuidados y redes de contención, escucha y diálogo, dando lugar a prácticas de participación y transformación creativa por parte de los jóvenes, promoviendo procesos de aprendizaje críticos, solidarios, «en salida».

Acompañar la vida juvenil escolar es una vocación y un ministerio, pero sobre todo es un regalo

La particularidad de la escuela es que la permanencia de los jóvenes es transitoria. Hay que educar favoreciendo un envío hacia otras realidades sociales. De por sí la escuela está «en salida», porque envía a sus estudiantes al mundo circundante, de allí la importancia de dejar atrás el estilo búnker.

Acompañar la vida juvenil escolar es una vocación y un ministerio, pero, sobre todo, es un regalo porque Dios no deja de hablar en la vida de cada estudiante. Ellos traen y traerán los nuevos rumbos eclesiales.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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