¿CARGAR CON LA CRUZ, BUENA NOTICIA? DOMINGO 23C – Juan Carlos de la Riva

Lectura del santo evangelio según san Lucas (14,25-33):

En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: «Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío.

Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: “Este hombre empezó a construir y no pudo acabar”. ¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que lo ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz.

Así pues, todo aquel de entre vosotros que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío».

Palabra del Señor

Este domingo el Evangelio, la Buena Noticia de Jesús, nos trae una frase dura y difícil de tragar, una frase que alguno la podría leer más como una “mala noticia” que como una buena noticia. Cargar con la cruz ¿Cómo leerla para que nos llene de alegría?

No se nos dice que no queramos a nuestros familiares, que no cuidemos nuestros vínculos, nuestros lazos de hijo/a, hermano/a, padre/madre. Por supuesto que esos lazos son importantes, como también lo fueron para el propio Jesús. Tampoco se nos dice que no nos queramos a nosotros mismos: cómo vamos a vivir sin autoestima, sin agradecimiento de lo que uno es.

Lo que se nos dice es que puede haber un amor aún más grande. Se nos habla de posponer, de poner detrás, de priorizar a estos amores, otro que puede ser más grande y fuerte: el de seguir a Jesús, el de acompañarle en la construcción del Reino, el de amar el Amor y su ejercicio. Analicemos las tres cosas que Jesús quiere que pongamos detrás de la opción por seguirle.

La primera es la familia. En la sociedad de Jesús, la familia marcaba de un modo mucho más rígido que hoy los roles y las vivencias, los modos y maneras de vivir, las jerarquías y las expectativas. Jesús está revolucionando esta estructura que en no pocas ocasiones impedían un cambio social basado en nuevas relaciones humanas. La familia que propone Jesús es una nueva familia humana donde todos cabemos y donde todos somos hermanos/as, padres, madres, hijos e hijas. Y cuidar y construir esa familia es para Jesús más importante incluso que cuidar la propia familia de sangre. Tomar la cruz es entonces un liberarse de la tradición y un liberar la sociedad entera empujándola hacia un nuevo modo de ser.

La segunda aparece mencionada como el sí mismo, la propia persona. Cuando hablamos del amor a uno mismo, lo podemos hacer en positivo como una sana autoafirmación y estima personal imprescindible para una vida autónoma y feliz que nos invite a amar y trabajar en libertad. Pero también el yo puede quedarse entrampado en apegos que le impidan amar, en búsquedas de satisfacción que alejen del encuentro con el otro, en un yo-ideal de perfección que lo encumbre y lo distancie de quien sufre a su lado. También aquí estaríamos necesitados de liberación: en este caso de las propias trampas del yo, que no ha descubierto que cuando más se da, más se recibe.

Al final del texto aparece una tercera petición, que en este caso no es solo de priorización (posponer) sino de renuncia total a todos los bienes. Es un tema recurrente en Jesús este de las riquezas materiales: no se puede servir a Dios y al dinero, había dicho en otro momento. Y muchas veces más denunciará Jesús este ídolo que tantos adoradores tiene, que tanto se nos pega, en la falsa creencia de que cuanto más se tiene más se es. Además, aquí aparece el tema de los bienes después de un pequeño discurso con ejemplos donde se subraya lo necio de quien no sabe calcular bien, para decirnos al final que no calculó bien quien acumuló muchos bienes. Tercera liberación que nos propone Jesús.

La cruz entonces no es una carga, es liberación. Porque el corazón que aprendió a amar dándolo todo, se liberó ya de cualquier excusa para no seguir amando y seguir dando. Cualquier otra cosa pasará a un segundo plano. ¿Te atreves?