CANCIONES DE AYER, DE HOY Y DE SIEMPRE – Fernando Donaire, OCD

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Fernando Donaire, OCD

http://@fdonaire72

La vida está siempre unida a una canción. La que escuchamos en la radio, la que suena en nuestro interior. Incluso, a veces, las canciones marcan una época o se estiran en nuestra mente hasta traernos un sentimiento que nos hace viajar. Sirven para recordar, para bailar, para llorar, para reír o para sentir la misma vergüenza de la primera vez que bailamos pegados en la discoteca del barrio, que en mi caso fue al son de Flor de verano del italiano Mango. Acabo de ver una serie en la que la música estructura la vida de los protagonistas y va modelando la historia hasta convertirse en una protagonista más. Se trata de La Ruta y revisa el movimiento de música electrónica en las discotecas de Levante durante los 80 y 90.

Tengo en mi cabeza –e incluso tarareo a medida que escribo– una canción de Brotes de olivo que suelen utilizar el Evangelio como leit motiv, invitándonos a cambiar la vida: Sal y luz. En mis comienzos vocacionales me ayudó mucho y aún hoy sigue resonando como un tintineo que me recuerda el desafío esencial de la vida. La que todo cristiano tiene que construir con el ritmo constante de la entrega al prójimo, que da sabor a la vida de la comunidad que formamos. «Sal que sala, luz que brilla, sal y fuego es Jesús».

O aquella que decía: «Tú eres Señor el pan de vida, mi vida sin ti no será vida». Así terminaba el estribillo de otra de sus canciones sobre el pan vivo. Escribiendo estas líneas me doy cuenta de la influencia en mi fe de las canciones de este grupo. Una influencia ligada a la Palabra y al Evangelio que se repite cada vez que me enfrento a los textos y la música fluye como una melodía que aclara y empuja. Palabra y música, sencilla canción que es capaz de desvelar el misterio de la vida.

Y quizás no sea nada raro que la vida esté unida a las canciones porque son melodía, armonía, equilibrio sostenido que nos van construyendo por dentro y por fuera. Por eso la música es caldo de cultivo para interiorizar, para ir más adentro, para servirnos de antesala del encuentro. De forma tan sencilla como la música interior que se nos sigue regalando.