CAMISA DEL ZAR
Josep Perich
El zar, que estaba gravemente enfermo, dijo:
-Daré la mitad de mi reino a quien me cure.
Se reunieron todos los sabios para buscar la manera de curar al zar. Nadie sabía qué se podía hacer. Tan sólo un sabio afirmó que el zar se podría curar.
-Si encontráis un hombre feliz –dijo–le sacáis la camisa y se la ponéis al zar. Éste se curará.
El zar mandó buscar a un hombre feliz por todo su reino, pero no pudo hallarlo. Nadie estaba satisfecho del todo: uno era rico, pero enfermo; otro, disfrutaba de una buena salud, pero era pobre; otro, era rico y gozaba de buena salud, pero su mujer o sus hijos eran malvados; todos tenían motivos de queja.
Un día que el hijo del zar pasaba cerca de una humilde casita de madera oyó que alguien decía:
-Gracias a Dios, he trabajado bastante, hemos comido lo que necesitábamos, y ahora me voy a la cama. ¿Qué puedo pedir más?
El hijo del zar se alegró. Ordenó que le quitasen la camisa a aquel hombre, que le dieran una gran cantidad de dinero como recompensa y que trajeran la camisa al zar. Los emisarios fueron a casa de aquel hombre feliz para recogerle la camisa. Pero aquel hombre feliz era tan pobre que no tenía ni camisa.
Reflexión:
En pocos días me he encontrado con dos personas «descamisadas». ¡Eureka!
- El Domingo de Pascua, en el teatro de Blanes, un grupo de Rock- Queen apoyaba su actuación con personas discapacitadas intelectuales de la Asociación «Kedem». Ver a la frágil y entusiasta Ana exteriorizando en el escenario sus sentimientos o el vigorizado Sergio con sus compañeros haciendo piruetas al ritmo de la música. Era un espectáculo realmente gratificante del que todos disfrutamos, actores, familiares, amigos… todos los que llenábamos el teatro; particularmente Eduardo, el padre de Ana, que a la salida, estuvo firmando su libro, inspirado en su hija: “Caminando entre sueños”.
- El Miércoles Santo en la Colmena (comunidad del Arca en Tordera) Juana, una señora discapacitada de 80 años que es como la abuela de la comunidad ha sufrido el trance de un ictus devastador y ha quedado ciega, se la va a buscar a la residencia y nos acompaña para vivir «el lavado de pies» (rito emblemático de estas comunidades, recordando el provocativo gesto de Jesús en la última cena). Juana, en la acción de gracias, nos sorprendió gratamente entonando a pleno pulmón una de las canciones de su devocionario. Excelente instantánea para fotografiar como uno de los momentos más luminosos vividos en comunidad. Esa tarde tuvo unas vivencias muy gozosas e intensas para ella y para todos los presentes.
Evidentemente no todo el monte es orégano para Ana, Juana y todos los que conviven. También está el contrapunto: momentos de impotencia, de fragilidad, de hacerse preguntas, de sufrimiento… Pero con un trasfondo fraterno, empapado de ternura, continuamente se «eclosionan rosas» allí donde «aparecen espinas». Si queremos ver el arco iris tenemos que soportar la lluvia. Rodeados de mundanas oscuridades llamativas descubriremos lucecitas silenciosas.
Estas personas «descamisadas» pero con brotes inesperados y llenos de felicidad, que hemos mencionado, pueden ser el espejo que nos devuelva a nuestro día a día para hacerlo más gratificante. Una sentencia que remacha el clavo: “Si tienes problemas o estás herido o necesidad… acude a la gente pobre. Son los únicos que te ayudarán, los únicos”( John Steinbeck ).
La experiencia nos confirma que si te «mojas» en el mundo de los despreciados, entre los más desheredados o débiles socialmente, encontrarás, sin pretenderlo, personas con vocación o voluntarias muy ricas en fraternidad, haciendo piña. ¡No pierdas más el tiempo, despliega la antena!
Ser feliz es muy sencillo… Lo difícil es ser sencillo.