CAMINO A LA FELICIDAD- Fernando Negro Marco

CAMINO A LA FELICIDAD

Fernando Negro Marco

HOJA DE RUTA ESPIRITUAL: Nuestro proceso personal, es como un cuerpo vivo que crece, se renueva y, poco a poco, llega a estados cada vez más elevados de integración y armonía interior. Para ello, necesitamos clarificar el horizonte interior de nuestra identidad para que, desde donde nos encontramos, lleguemos adonde queremos llegar, al sueño que Dios tiene para cada uno de sus hijos.

Señalando el la realidad de lo que somos, hemos de identificar la meta, lo que llamamos “sentido de la vida” que, a su vez, da sentido a todo lo que hacemos, capitalizando así cada momento, cada circunstancia y acontecimiento, al servicio de un proyecto de vida que nos hace caminar con solidez, alegría y esperanza.

No se trata de tener la vida en control, sometida a un programa estricto y rígido que nos lleve a constantemente revisitar coordenadas inventadas por nosotros mismos. Se trata más bien de aprender a conectarnos en todo momento con la música callada que es la del Espíritu Santo, que en todo momento anhela despertar desde dentro, nuestra consciencia dormida frente al Misterio.

Cuando estamos despiertos podemos elegir, decidir, descartar, enmendar, descubrir, imaginar, y cambiar. Es como una danza divina; nos ponemos a disposición del Misterio que se nos va desvelando, siendo a la vez fieles a nosotros mismos, desde el yo real, y a impulsos del Espíritu que nos despierta. Él nos lleva lentamente a grados más profundos de intuición y de capacidad de arriesgarnos “a lo divino”.

Las hojas de ruta que escribimos no nos sirven para manipular la vida a nuestro antojo, sino para dejarnos hacer y rehacer por el Espíritu. En esas hojas de ruta, o proyectos de vida, hay puntos tangenciales, comunes a todas ellas:

  1. Lo primero es entrar en uno mismo, conectarse con lo profundo del ser personal, rompiendo la banalidad de las máscaras exteriores.
  2. Hay que aceptar el dolor de tener que conectarse con las rupturas, fragmentaciones y heridas del pasado que están impidiendo la verdadera libertad de espíritu. Para ello hay que ser vulnerables, convencidos de que en la debilidad está nuestra fortaleza.
  3. Abrirse al asombro del tesoro escondido que se encuentra en cada uno, reconocerlo, abrazarlo con gratitud, y aprender a dar gracias y a confiar, con la serena certeza de que ése es el verdadero fundamento de un futuro de esperanza.
  4. La capacidad del corazón como sede de los afectos y la voluntad, para vertebrar de nuevo la vida. Ésta es la base para un comenzar de nuevo, para una transformación que nos haga nacer de nuevo.

5.Aprender a ser libres, desde la liberación de los apegos y las resistencias. No apegarse al triunfo ni al fracaso, sino tener una voluntad libre y decidida que, liberada, se pone al servicio total del sentido de la vida.

6. Se ensancha el lago interior del ser, como consecuencia de ese vivir anclados en el yo real que, activamente, afecta todos los componentes de nuestra personalidad, a nivel espiritual, psíquico, físico, relacional, ecológico y, me atrevo a decir, cósmico.

7.Se dan momentos de crisis y noches oscuras, donde puede haber regresiones más o menos aparentes. Lo importante es que “el peregrino espiritual” deje de mirar ver las propias heridas como maldiciones, y las perciba progresivamente como bendiciones para que se dé el crecimiento.

Amanece la luz para el justo y la alegría para rectos del corazón. Cada paso dado en este camino de integración y crecimiento es un lento amanecer, a través del cual nos sentimos trasformados como en la metamorfosis del gusano de seda que, además de elaborar la seda, le salen alas para volar.

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