Camino a la Felicidad
Fernando Negro
Lo repito, todos llevamos un niño dentro, bueno, espontáneo, cariñoso, soñador e inocente, que se identifica con nuestros ser real, original, único e irrepetible. El nacimiento de una nueva criatura, nos recuerda que el niño/a que llevamos dentro desea ser liberado/a para que siga viviendo libre en nosotros y a través de nosotros.
Hemos enterrado la inocencia, la pureza y la espontaneidad, a base de normas encaminadas a la negación de nuestro propio ser; hemos encarcelado el deseo de ser de aceptar incondicionalmente al otro, aun cuando no somos aceptados ni amados. En el fondo, somos personas en el exilio de nosotros mismos, encerrados en un pozo sellado por la losa de nuestro corazón petrificado a lo largo de los años.
El comienzo de un año nuevo es motivo suficiente para y recordar que no sólo somos fruto de nuestras experiencias pasadas, sino proyecto abierto y sorprendente del sueño que Dios tiene para cada uno de nosotros desde antes de la creación del mundo.
Ser padres y educadores es aprender a ser mejores personas, pues se trata de una vocación con una misión: acompañar a los niños y jóvenes a que sean lo que están llamados a ser, y no la fotocopia de nosotros mismos. Hemos de ser testigos para que aprendan a desaprender lo malamente aprendido, y nazca la pureza de su esencia.
Mirar profundamente a un niño/a inocente es como aprender de una enciclopedia el arte de ser uno mismo, bellamente espontáneo e inocente; es volver al Paraíso, atravesando las fronteras de rencillas, rencores, pensamientos negativos, resistencias y temores que nos impiden el disfrute profundo y simple de las cosas de la vida.
Para volver a nacer, hemos de aprender a simplificar la mente, abrir el corazón, y llenar de energía amorosa los motores de nuestra voluntad. Hemos de comenzar con pequeñas decisiones repetidas a diario, hasta que se instale en nuestro interior un mundo de hábitos nuevos que sustituyan a nuestras obsesiones y pensamientos irracionales. Sólo entonces quedará sanado y renovado nuestro carácter, y los otros lo notarán, pues lentamente seremos hechos “criaturas nuevas”.
Con estos pensamientos, convertidos en deseos, brindo por la felicidad. Que podamos aprender a tomarnos en serio las palabras de Jesús en el Evangelio: “Os aseguro que a menos que cambiéis y os volváis como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos.”
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