CABELLO DE OLGA
Joseph Perich
En la pequeña escuela rural de Montgris, la señorita Nieves tiene en su clase a seis niñas y cuatro niños. A la más pequeña, Olga, últimamente se la ve cansada siempre y deja de asistir a la escuela. Un día, su madre va a verla para comunicarle que Olga está muy enferma y que ha sido ingresada en un hospital lejano. Estarán un tiempo sin verla, pero podrán escribirle.
Un buen día, el cartero trae una carta para la maestra. En ella la madre de Olga explica que la niña mejora y que el médico está de acuerdo en que vuelva a la escuela, pero… ¡se le ha caído su cabello rizado tan bonito y de tonos áureos! Por esta razón Olga no quiere volver a la escuela.
La maestra propone:
-Vamos a escribir una carta a Olga.
Los niños se ponen a dictar la carta y Julia la pasa a limpio, ya que es ella la que mejor caligrafía tiene: Querida Olga, ya estás curada y te esperamos. Nadie se va a reír por tu falta de pelo. Es más, seguro que va a crecer de nuevo y va a ser más bonito que antes. Te estamos preparando una sorpresa para cuando vengas. Olga, vuelve, te necesitamos y te esperamos. ¡Te mandamos muchos besos!
Un lunes por la mañana, Olga vuelve a la escuela, con cierto miedo pero con un gracioso gorro de lana cubriendo su cabeza. Es el momento de las sorpresas. Sergio le regala una tortuga, Nuri un móvil de mariposas, Jordi… ¿Y Carlos? No está, nadie le ha visto.
-¡Carlos, Carlos…!
De repente se abre el armario de las herramientas de limpieza y aparece Carlos, con la cabeza rapada como una bola de billar.
–¿Por qué te has rapado, Carlos?
-Es mi sorpresa, mi regalo. He ido con mi madre al barbero y le he pedido que me pelara para parecerme a Olga. A partir de hoy, Olga, empezamos una apuesta: ¿a quién de los dos le crecerá el pelo más rápido?
Al momento Olga sonrió, se quitó el gorro de lana de la cabeza y fue a sentarse en su pupitre.
Hay momentos en la vida que «saltan los fusibles» y, a tientas, inseguro, avanzas en la oscuridad. Pero… afortunadamente «cuando está oscuro del todo es cuando mejor se ven las estrellas», sobre todo si no te encuentras «boca abajo» y sí con los ojos abiertos mirando al cielo. Llega un momento en que incluso se hace deseable.
Esta podría ser, lisa y llanamente, la crónica de mis inesperados cinco días en el hospital.
Una oportunidad más para vivir una minusvalía, (¿quién no tiene ninguna?). Fortaleciendo el «ser» y no tanto el «poder» o el «hacer». La tentación a superar es, a partir de ahora, poner en el centro de la vida «mi» problema cuando, si quiero ser feliz, me siento llamado a poner las personas más débiles de mí entorno y en ellas al mismo Jesús. Ser capaces de desdramatizar todo porque, como alguien ha afirmado, «Dios es Humor». La caída de cabello de Olga no fue excepcional. Como se suele decir popularmente:»Dentro de unos años, todos calvos».
Me han llegado mensajes solidarios de personas amigas que no te dejan indiferente, confesándome sus reacciones cuando «se funden los fusibles». A todas ellas: ¡Gracias por la compañía solidaria que nos hacemos! A modo de ejemplo, os transcribo dos de esos mensajes:
* Desde que me dijeron lo suyo, he pedido, pero tengo que decir que egoístamente pensaba más en mi dolor que en su daño. No soporto este dolor profundo que deja el vacío de personas que ya no están. Y siempre soy una exagerada, pero la oración me ayuda a ponerme en manos de Dios para superar las dificultades. Ahora le puedo decir que respiro aliviada y me alegro de que todo haya quedado en un susto, pero cuídese, no me haga una «faena». (Mª Rosa, «Sonrisas»)
* Quizás sea una tontería, pero cuando a veces me he sentido impotente ante la vida, y no encontraba a Dios, me salía espontáneamente algo que me descolocaba: «pedía a Dios la debilidad». No pedía que en las fragilidades supiera encontrarlo, porque sería como decir «llena mis vacíos para fortalecerme», se implicaría así Él mejor en mí, aunque sería reconocer la fortaleza, escalar hacia arriba. No, sentía que cuanto más pedía la debilidad, descender, ser más débil, más su presencia encontraba y sentía.
Creo que esta es la inversión del Reino: «Un Dios capaz de ser más intenso en los pétalos frágiles de una minúscula y bella flor que en la potencia de una carrera; o en el niño pequeño; o en el enfermo terminal; más que en el éxito de un proyecto; o en el anciano desamparado; o en el pobre; más que en la eficacia funcionarial, cumplir lo «tenemos que hacer»». (Juan, S.J.)
Carlos, para apoyar a Olga, se hizo rapar la cabeza. Si después de esta lectura sientes un impulso de solidarizarse con alguien que «vive a oscuras», no es necesario que te cortes el pelo, pero sí que te pongas en el lugar del que quieres ayudar y que resuene con fuerza en tu corazón su llamada.
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