CABALLO, EL PERRO Y EL CAMINANTE
Josep Perich
Un hombre, su caballo y su perro iban por una carretera. Cayó un rayo y los tres murieron fulminados.
El hombre se dio cuenta de que ya habían abandonado este mundo, y prosiguió su camino con los dos animales. El sol era muy intenso y ellos estaban sudados y sedientos.
En una curva del camino vieron un magnifico portal de mármol que conducía a una plaza pavimentada con adoquines de oro.
El caminante se dirigió al hombre que custodiaba la entrada
–Buenos días. ¿Cómo se llama este lugar tan bonito?
– Esto es el Cielo.
–Usted puede entrar y beber tanta agua como quiera –Y el guardián señaló la fuente -pero aquí no se permite la entrada a animales.
El hombre se alejó con gran disgusto, puesto que tenía mucha sed, pero no pensaba beber solo.
Después de caminar un buen rato cuesta arriba, ya exhaustos los tres, llegaron a otro sitio, cuya entrada estaba marcada por una puerta vieja que daba a un camino de tierra rodeado de árboles.
A la sombra de uno de los árboles había un hombre con la cabeza cubierta por un sombrero.
–Buenos días -dijo el caminante- Tenemos mucha sed mi caballo, mi perro y yo
–Hay una fuente entre aquellas rocas. Podéis beber toda el agua como queráis.
El hombre, el caballo y el perro fueron a la fuente y calmaron su sed. El caminante volvió para darle las gracias.
-Podéis venir siempre que queráis- le respondió éste.
–A propósito ¿cómo se llama este lugar? – preguntó el hombre.
-CIELO.
–¿El cielo? ¡Pero si el guardián del portal de mármol me ha dicho que aquello era el cielo!
-Aquello no es el cielo: Era el infierno – contestó el guardián.
–Deberíais prohibir que utilicen vuestro nombre ¡Esta información falsa debe provocar grandes confusiones! – Advirtió el perplejo caminante.
-De ninguna manera – increpó el hombre – en realidad nos hacen un gran favor porque allí se quedan todos los que son capaces de abandonar a sus mejores amigos.
En verano muchas personas nos desplazamos a la búsqueda de una «parcela de cielo». Por el camino encontramos indicadores de mil colores que garantizan apagar nuestra sed: agencias de viajes, sol, playa, noches exóticas, deporte favorito, piscina, lectura, música… ¿Se trata de huir de la realidad cotidiana y de las personas de nuestro entorno o de ampliar horizontes para rehacer nuestra capacidad de relación humana?
La persona que no puede ir de vacaciones a causa de: la precariedad económica, tener a un familiar en el hospital o abuelo imposibilitado en casa,… ¿está condenada a la envidia o a la amargura?
No nos engañemos. La pregunta clave no es «vacaciones o no vacaciones». La clave está en si soy capaz de saborear el cielo:
- Con una sonrisa que recibo o doy. La sonrisa, distintivo del ser humano respecto a los animales, es la distancia más corta entre dos personas.
- Con un amigo que está cariñosamente a mi lado cuando él preferiría estar en otro lugar.
- Respondiendo a una flor que te pide agua cuando te insisten en que no hay nada que hacer…
Nos viene a la memoria el encuentro de las hermanas de Lázaro, Marta y María con Jesús. Observando el trasiego de Marta para obsequiarle, mientras María reposa atenta a sus pies, Jesús se dirige a la primera: «Marta, Marta, estás preocupada por muchas cosas, cuando una sola es la importante y es la que tu hermana ha escogido» (Lucas l0, 38).
Con vacaciones o sin vacaciones: ¡Feliz verano!
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