BÚSQUEDA DE LA FELICIDAD (A LA)
Joseph Perich
Esta es la historia de un hombre que estaba harto de llorar. Tomó la decisión de ir a la búsqueda de la felicidad.
Observa a su alrededor y se da cuenta de que la felicidad la tiene delante de él y abre la mano para alcanzarla:
La felicidad era una flor. La cogió y al poco tiempo de tenerla en la mano ya se había marchitado.
La felicidad era un rayo de sol. Levantó los ojos para calentar su rostro y enseguida una nube lo apagó.
La felicidad era una guitarra. La acarició con los dedos y las cuerdas se pusieron a chirriar.
Cuando, al atardecer, regresaba a casa el buen hombre seguía llorando. Así pues, al día siguiente, salió de nuevo a la búsqueda de la felicidad.
A la vera del camino había un niño que lloriqueaba. Para sosegarlo cogió una flor y se la dio. La fragancia de la flor perfumó a los dos.
Una pobre mujer tiritaba de frío, tan solo protegida por unos harapos. Él, cogiéndola de la mano, la acompañó a un rincón soleado, y de esta manera se pudieron calentar los dos.
Un grupo de chicos cantaba. Él les acompañó con su guitarra y también él gozó de lo lindo.
Al volver a casa, ya de noche, el buen hombre sonreía con emoción, ya que había conseguido la ansiada felicidad.
Me acaba de llegar un correo de un jesuita egipcio, en el que me dice: «las mujeres de nuestro barrio, como signo de agradecimiento, distribuyen bocadillos, preparados en sus casas, a todos los voluntarios que están haciendo limpieza por las calles, tras los destrozos del reciente y pacífico levantamiento popular. Una de ellas me cuenta que cuando va a pagar al carnicero la carne para hacer los bocadillos, éste le responde: «¿Señora, como quiere que le cobre por este servicio que está haciendo gratuitamente a todos estos jóvenes voluntarios?».
Por las imágenes de la televisión, estos días todos hemos visto la cara de felicidad de aquellos, sobre todo de los jóvenes, que, arriesgando pacíficamente su vida, han conseguido relevar un régimen corrupto. ¡Qué lección para nosotros qué desde nuestro sofá vamos digiriendo diariamente informaciones de cierres de empresas, de recortes de derechos humanos adquiridos, de subidas de precios, de «rescate» de bancos por parte del Estado pero no de «rescate» de familias… mientras las grandes fortunas y los auténticos responsables de este malvivir aún hacen alarde de su botín!
Vamos comentando como la revuelta de Egipto se podría producir a otros regímenes corruptos como los de Argelia, Libia, Marruecos, Jordania o Irán. Pero hemos pensado ¿quizás también un día no debería pasar en Europa y en nuestro país para que las cosas cambiaran? Tenemos una democracia política supeditada a una dictadura económica mundial insaciable y que provoca «legalmente» que cada día haya más hambre en un mundo que debe ser de todos.
No hay una sacudida al individualismo egoísta que se conforma con las ridículas satisfacciones del fútbol, de la tele-basura…, pero desconoce la felicidad de la solidaridad comunitaria? Cuánta razón tenían nuestros abuelos cuando nos decían: «Tendrás siempre el doble de lo que desees para los demás».
Si, incluso, utilizando la no violencia, somos víctimas de la barbarie, nadie nos podrá robar la felicidad compartida de las Bienaventuranzas, antes, durante y después de lo que pueda suceder. Así lo corroboran los 7 monjes secuestrados y asesinados en Argelia el 21 de mayo de 1996, víctimas del terrorismo islámico, y que tan emotivamente presenta el film «Hombres y dioses», hasta hace poco a las pantallas de nuestro país. Uno de ellos, en vísperas de ser decapitado, se sinceraba en estos términos:
«¿Qué nos puede pasar? Qué caminamos hacia el Señor y nos sumergimos en su ternura. Dios es el gran misericordioso y el gran perdonador».
A ti también, amigo (verdugo) del último instante, que no has sabido eso que hacías. Sí, para ti también este GRACIAS, y este «ADIÓS» donde contemplo tu rostro. Que nos sea concedido reencontrarnos como ladrones felices en el paraíso, si así lo quiere Dios, Padre nuestro, tuyo y mío.
«¡AMÉN! IN SHA ALLAH»
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