BUSCAMOS ESE «CLIC» DENTRO – Ana Guerrero

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Otro pequeño experimento antes de escribir el artículo de este mes.

«Pásame una canción, de esas que cuando la escuchas… conecta contigo, te hace un clic por dentro».

Así he recibido cerca de cincuenta canciones diferentes, de personas de diferentes generaciones, género y estilos vitales.

La verdad es que pensaba encontrarme con otra cosa, con algo común a todas que me hablara de un rasgo esencial de la personalidad o algo así. Pero, al contrario, he recibido una maravillosa diversidad de estilos, letras y ritmos… que comprueba la riqueza de los seres humanos, tan diversos y tan iguales en lo esencial.

Y es que, aunque no haya encontrado ese rasgo clave que buscaba, me he dado cuenta de que ninguna persona de las preguntadas me ha dicho que no tenía canción (al contrario, hay quien no podía elegir solo una). Así que pensé: «Será que realmente todas las personas en algún momento necesitamos sentir ese clic interior, que nos anima, nos llena, nos recupera, nos da fuerza, nos hace olvidar, nos da sentido… y tantas cosas más que intuyo detrás de las canciones recibidas».

Y la música tiene y ha tenido siempre esa capacidad de conectar con lo más profundo, como lo tienen la literatura, la pintura, la naturaleza…

Y todo esto, ¿tiene algo que ver con el tema de este mes, «la fragilidad emocional de la juventud»? Podría ser.

Es verdad que estudios sobre la juventud, desde la psicología y sociología nos hablan de una mayor fragilidad a estos niveles, de la falta de seguridades y de apoyos interiores firmes; de la escasez de recursos para afrontar las dificultades, los retos, la falta de sentido. Pero, por otra parte, me atrevo a afirmar que esa fragilidad no es algo de este momento histórico, ni solo de una etapa vital, la juventud. No, es un rasgo de la propia vida, de la propia humanidad. Y esta se siente tan dentro que la persona necesita encontrar esos clics que le conectan con ella y le ayudan a acogerla y quererla como parte de la vida, igual que nos conectamos a canciones o músicas, a veces sin saber la razón argumental, pero sí la emoción que la hace nuestra.

Entonces, ¿cómo ayudar a nuestra juventud a encontrar la fuerza en esa «fragilidad emocional»?

Pues seguramente que más allá de técnicas concretas, actividades pastorales bien pensadas; lo mejor que podemos ofrecerles es la propia fragilidad, la propia búsqueda de nuestro clic, nuestras propias canciones. Así podremos compartir camino, conversación, empoderamiento. Igual que las personas que tenemos algo más de recorrido vital hemos ido conociéndonos, acogiéndonos, conectando con nosotras mismas y nuestras búsquedas profundas, más o menos sencillas, así lo van a hacer las más jóvenes.

Y para eso, es fundamental otra cosa, que ojalá todas lo podamos tener y ofrecer: un amor incondicional, como el amor de Dios, encarnado en las personas concretas, que nos acogen y acompañan como somos. Así lo encarnó Jesús, en ejemplos bien concretos como la conversación paciente y profunda con la samaritana, o la respuesta sincera al joven rico que buscaba algo más. Y en ambos casos, como en muchos otros, Jesús acogió lo que samaritana y el joven descubrieron dentro y decidieron hacer con su vida, fuera o no lo que Jesús hubiera decidido. Su papel fue escuchar, ayudar a encontrar ese clic interior que buscaban, y acoger lo que de esa conexión saliera.

Tal vez ese sea nuestro papel en el acompañar la fragilidad emocional humana y joven, estar presentes en el camino hacia ella, incondicionalmente.

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